¿ENTENDEMOS TODAVIA COMO SE GANAN LAS GUERRAS?
Israel y Ucrania no tienen el lujo de luchar sin temor.
TRADUCIDA POR )Marcela Lubczanski
Por Bret Stephens
Mayo 28, 2024
En los últimos 50 años a Estados Unidos le ha ido bien en perder guerras.
Nos hemos retirado en humillación de Saigón en 1975, de Beirut en 1984, de Mogadiscio en 1993 y de Kabul en el 2021. Nos retiramos, después de la tenue victoria del aumento, de Bagdad en el 2011, sólo para regresar tres años después que el ISIS barrió a lo largo del norte de Irak y tuvimos que detenerlo (lo que, con la ayuda de iraquíes y kurdos, hicimos). Obtuvimos victorias limitadas contra Saddam Hussein en 1991 y Muammar el-Qaddafi en el 2011 sólo para perder las finales del juego.
¿Qué queda? Granada, Panamá, Kosovo: micro-guerras que incurrieron en bajas estadounidenses mínimas y son escasamente recordadas hoy.
Si estás en la izquierda, probablemente dirías que la mayoría si no todas estas guerras fueron innecesarias, imposibles de ganar o que no valían la pena. Si estás en la derecha, podrías decir que fueron combatidas mal—con fuerza inadecuada, demasiadas restricciones en la forma en que podía ser usada la fuerza o un entusiasmo excesivo por retirarnos antes de haber terminado la tarea. De cualquier forma, ninguna de estas guerras se trataba acerca de nuestra propia existencia. La vida en Estados Unidos no habría cambiado materialmente si, digamos, Kosovo fuera todavía una parte de Serbia.
¿Pero qué pasa con las guerras que son existenciales?
Nosotros sabemos como Estados Unidos peleó esas guerras. Durante el asedio de Vicksburg en 1863, el hambre "dio paso a la inanición mientras perros, gatos e incluso ratas desaparecían de la ciudad," destacó Ron Chernow en su biografía de Ulysses Grant. La Unión no envió caravanas de alimento para aliviar el sufrimiento de los sureños inocentes.
En la Segunda Guerra Mundial, los bombarderos aliados mataron a un estimado de 10,000 civiles en los Países Bajos, 60,000 en Francia, 60,000 en Italia y cientos de miles de alemanes. Todo esto fue parte de una política anglo-estadounidense declarada para debilitar "la moral del pueblo alemán al punto en que su capacidad para la resistencia armada esté debilitada fatalmente." Nosotros seguimos una política idéntica contra Japón, donde el bombardeo mató, de acuerdo con algunos estimados, a cerca de un millón de civiles.
Grant está en el billete de u$s50. El retrato de Franklin Roosevelt cuelga en la Oficina Oval. La valentía de las tripulaciones de los bombarderos estadounidenses es celebrada en espectáculos como "Amos del Aire" de Apple TV+'s. Las naciones, especialmente las democracias, a menudo tienen reflexiones sobre los medios que utilizan para ganar guerras existenciales. Pero también tienden a canonizar a los líderes que, enfrentados con la opción espantosa de los males que presenta toda guerra, no obstante eligieron victorias moralmente comprometidas por sobre derrotas moralmente puras.
Hoy, Israel y Ucrania están comprometidas en el mismo tipo de guerras. Sabemos eso no porque ellas lo digan, sino porque sus enemigos lo hacen. Vladimir Putin cree que el estado ucraniano es una ficción. Hamas, Hezbollah y sus patrones en Irán piden abiertamente que Israel sea borrada del mapa. En respuesta, ambos países quieren luchar agresivamente, con la visión que ellos pueden lograr la seguridad sólo destruyendo la capacidad y la voluntad de sus enemigos de librar la guerra.
Esto a menudo termina en tragedia, como pasó el domingo cuando un ataque aéreo israelí tomando como blanco a líderes de Hamas según se informa llevó a las muertes de al menos 45 civiles en Rafah. Esta siempre ha sido la historia de la guerra. Términos como "armas de precisión" pueden fomentar la noción que es posible para los ejércitos modernos atacar sólo objetivos pretendidos. Pero esa es una fantasía, especialmente contra enemigos como Hamas, cuyo método es pelear y ocultarse entre los inocentes para poder ser rescatados de la destrucción por la preocupación del mundo por los inocentes.
Es igualmente una fantasía imaginar que puedes abastecer a un aliado como Ucrania con armamento apenas suficiente de apenas el tipo correcto para repeler el ataque de Rusia pero no tanto como para provocar a Rusia en una escalada. Las guerras no son cosa simple: casi nunca hay un enfoque de Ricitos de Oro para hacerlo correctamente. O estás en el camino a la victoria o en el camino a la derrota.
Ahora mismo, la administración Biden está tratando de restringir a Israel y ayudar a Ucrania mientras opera bajo ambas ilusiones. Está pidiéndoles qe luchen sus guerras en aproximadamente la misma forma en que Estados Unidos ha peleado sus guerras en las recientes décadas—con medios limitados, un estómago limitado para lo que hace falta para ganar y un ojo en la posibilidad de un acuerdo negociado. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que incluso ahora Ucrania no tenga F-16s para defender sus propios cielos?
En el corto plazo, el enfoque de Biden puede ayudar a aliviar la aflicción humanitaria, calmar a electores enojados o eliminar la posibilidad de escaladas abruptas. En el largo plazo, es una receta para obligar a nuestros aliados a perder.
Un "acuerdo de paz" con Moscú que deje a éste en posesión de vastas áreas de territorio ucraniano es una invitación para una tercera invasión una vez que Rusia vuelva a capitalizar sus fuerzas. Un cese del fuego con Hamas que deje al grupo en control de Gaza significa que éste inevitablemente iniciará otra guerra, así como lo ha hecho cinco veces antes. También reivindica la estrategia de usar poblaciones civiles como escudos humanos—algo que Hezbollah estará seguro de copiar en su próxima guerra a gran escala con Israel.
El Presidente Biden dio un discurso conmovedor del Día de Recordación en el Cementerio Nacional de Arlington el lunes, honrando a generaciones de soldados que lucharon y cayeron "en batalla entre la autocracia y la democracia." Pero la tragedia de la reciente historia de batallas de Estados Unidos es que miles de esos soldados murieron en guerras que carecíamos de la voluntad de ganar. Ellos murieron para nada, porque Biden y otros presidentes decidieron tardíamente que teníamos mejores prioridades.
Ese es un lujo que países seguros y poderosos como Estados Unidos pueden permitirse. No es así para los ucranianos y los israelíes. Lo menos que podemos hacer por ellos es entender que no tienen más opción que pelear excepto en la forma en que una vez nosotros lo hicimos--por entonces, cuando sabíamos lo que se necesita para ganar.
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