LAS LECCIONES DE LOS REBELDES SIRIOS PARA WASHINGTON
Los acontecimientos en Alepo deberían recordarnos que Israel es un aliado excelente y que es hora de aumentar la presión sobre Putin.
Por Walter Russell Mead
Diciembre 2, 2024
TRADUCIDO POR Marcela Lubczanski
El Medio Oriente nunca pierde su capacidad de sorprender. Esta semana las sorpresas son de Siria, donde las brasas de la rebelión de combustión lenta contra el régimen asesino del Presidente Bashar al-Assad han estallado en llamas. Con los aliados de Hezbola del Sr. Assad diezmados, sus patrocinadores rusos tensados en Ucrania, y sus pagadores iraníes tambaleándose bajo los golpes de martillo de Israel, las fuerzas rebeldes olieron debilidad, y bajaron desde las colinas.
El colapso del ejército pobremente entrenado del Sr. Assad de conscriptos hoscos humilló al régimen. La pérdida de Alepo lo ha herido. Antes que la guerra civil arruinara la economía siria, Alepo era la capital comercial del país. Es donde el Sr. Assad pateó a los rebeldes para torcer cuatro años de guerra amarga que empezó en el 2012. La victoria del régimen del 2016 en Alepo señaló al mundo que el Sr. Assad estaba aquí para quedarse.
Ahora una coalición perdida de grupos rebeldes ha recapturado la ciudad mientras las fuerzas desmoralizadas del Sr. Assad huyen de forma desordenada. Los aviones de guerra rusos y sirios están ametrallando territorio y líneas de abastecimiento retenidos por los rebeldes, pero los rebeldes siguen avanzando. Aunque nadie sabe cómo termina esto, hay aquí importantes lecciones para los elaboradores de políticas en todo el mundo.
Una lección concierne a los usos y límites del poder militar. La victoria rebelde en Alepo es una consecuencia directa de las guerras en Ucrania y el Levante. La resistencia galante de Ucrania ante la agresión rusa ha degradado las capacidades globales de Rusia y redujo el poder de Vladimir Putin para ayudar a sus camaradas en Damasco. De manera más vital, las victorias de Israel en Gaza y Líbano han debilitado a sus enemigos en Damasco y más allá. El Sr. Assad no puede contar con Hezbola e Irán para que lo salven en Alepo—los mulahs y sus satélites tienen problemas propios.
Pero las derrotas del Sr. Assad no son todas buenas noticias para Jerusalén. En el Medio Oriente, el enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. El más fuerte de los grupos rebeldes alrededor de Alepo son fuerzas anteriormente vinculadas a al Qaeda y facciones separadas apoyadas por el presidente islámico de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Una Siria islámica bajo protección turca podría ser un vecino aun más peligroso para Israel de lo que ha sido la Siria del Sr. Assad. Como ha sido el caso desde su Guerra de Independencia de 1948-49, Israel puede derrotar a sus enemigos, pero no puede conquistar su camino a la paz.
Hay otras dos lecciones que Washington tiene que tomar. La primera es que Israel es un aliado excelente, y Estados Unidos se beneficia cuando lo apoyamos. En general, la administración Biden ha dado a Israel las armas que necesitaba para prevalecer en Gaza y Líbano. Como resultado, un Irán debilitado está listo para ofrecer más concesiones tanto a Israel como a Estados Unidos de lo que estaba hace un año. La superioridad del armamento estadounidense sobre el equipo ruso ha sido demostrada de forma convincente. Todo esto fue logrado sin la pérdida de vidas estadounidenses y sin botas estadounidenses en el terreno. Apoyo aun mayor probablemente habría traído más buenos resultados, como una estrategia diplomática entre israelíes y estadounidenses coordinada genuinamente para la región podría haber hecho más para solidificar la estructura de seguridad del Medio Oriente que tanto Washington como Jerusalén quieren.
La segunda lección se trata de como lidiar con Rusia. Moscú quiere ser una potencia global, y eso crea vulnerabilidades que Estados Unidos y nuestros aliados pueden explotar. Las tropas y aviones de combate rusos no están en Siria a la altura del clima. La base naval de Rusia en Tartus y la Base Aérea Kmeimim cimentan la alianza de Moscú con Irán y son cruciales para la proyección de poder ruso en Africa y el Mar Rojo.
Bajo la mirada del Presidente Biden, Estados Unidos permaneció estratégicamente pasivo mientras Rusia expandía su alcance global. Mientras miles de millones de dólares muy necesarios fluían hacia Moscú a partir de contratos mercenarios, minas, campos petroleros, y el contrabando de drogas y armas a través de mucho del Medio Oriente, Washington falló en responder.
Como nos recuerda la caída de Alepo, la red de bases y relaciones lejanas de Rusia es vulnerable. Una estrategia de guerra estadounidense y estratégicamente alerta y con visión de futuro activaría a los aliados locales contra los intereses rusos en el mundo, obligando al Sr. Putin ya sea a desviar recursos de Ucrania para defender su red global o aceptar la pérdida de influencia rusa y de los ingresos que trae.
Esta no es una apuesta segura. Los grupos rebeldes en Siria tienen algunos orígenes desagradables y están enfrentados a los kurdos sirios a los que apoya Estados Unidos. Pero aquí es donde entra la diplomacia. Construir una fuerte coalición siria contra Assad presionaría a Rusia, debilitaría a Irán y resolvería algunas cuestiones espinosas en las relaciones entre EE.UU. y Turquía.
Rusia es débil en Siria, y Estados Unidos y sus aliados son, si elegimos serlo, fuertes. Para obtener mejores términos de paz para Ucrania, y para restaurar el equilibrio de poder en el mundo, Washington debería apretar los tornillos sobre el Sr. Putin en Siria.
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