viernes, 3 de octubre de 2025

 El 2 de octubre, en pleno Yom Kipur, la marina israelí interceptó cuarenta y uno de los cuarenta y dos barcos que componían la llamada Flotilla Global Sumud. Esta pretendía llegar a Gaza rompiendo el bloqueo marítimo que Israel mantiene desde 2007. Los organizadores, apenas conocidas las detenciones, denunciaron que se trataba de un “secuestro” en aguas internacionales. Sin embargo, esa acusación no resiste un análisis jurídico serio: tanto el derecho internacional marítimo como la legislación israelí avalan el proceder de la marina.


La afirmación de que Israel “secuestra” barcos es falsa. El Manual de San Remo, que desde 1994 es el documento de referencia utilizado por juristas militares y Estados, establece en sus artículos 146 y 147 que un barco que intente romper un bloqueo declarado y efectivo puede ser interceptado en alta mar, abordado y conducido a puerto de la potencia bloqueadora. El propio manual, en sus artículos 93 a 98, detalla las condiciones: que el bloqueo esté declarado y notificado, que sea efectivo y mantenido, que no tenga como objetivo matar de hambre a la población civil, y que permita canalizar la ayuda humanitaria por rutas y puertos alternativos. Todas estas condiciones se cumplen en el caso de Israel. El bloqueo fue notificado a la ONU en 2007, se mantiene de manera efectiva hasta hoy, existe entrada de ayuda humanitaria por Ashdod, Kerem Shalom y Rafah, y cada interceptación va precedida de avisos por radio.

El protocolo seguido por la marina israelí también refleja esa legalidad. Primero se emiten avisos por radio reiterados para desviar el curso hacia Ashdod. Luego se ofrece la descarga de la ayuda humanitaria en puerto alternativo bajo supervisión internacional. Si los barcos insisten en desobedecer, se bloquean sus comunicaciones y se neutralizan sus sistemas de navegación. Solo como último recurso se produce el abordaje, precedido de un llamamiento a la rendición: parar motores y levantar las manos. En esta ocasión, varios barcos se negaron a hacerlo, y entonces fueron rociados con agua, no a presión, sino en forma de lluvia, para disuadir sin causar daños. Posteriormente se llevó a cabo el abordaje, y los activistas fueron trasladados de forma segura al puerto de Ashdod. Algunos fueron vistos arrojando sus teléfonos móviles al mar, intentando ocultar lo que llevaban grabado. Este procedimiento ha sido el mismo en todas las flotillas anteriores, desde la tragedia del Mavi Marmara en 2010 hasta la interceptación del barco Madleen en junio de 2025, y ahora, nuevamente, en el caso de la Sumud.

A ello se suma la aplicación de la Ley Antiterrorista israelí de 2016. Sus artículos 2 y 3 definen como colaboración con terrorismo cualquier asistencia logística a una organización designada como tal. Los artículos 19 a 21 castigan la financiación o transferencia de recursos, incluso si se camuflan bajo fachada humanitaria, si terminan en manos de Hamás o la Yihad Islámica Palestina. El artículo 24 criminaliza la propaganda o legitimación pública de esas organizaciones, y el 29 permite la detención y deportación de extranjeros implicados. Bajo este marco, quienes organizan flotillas con el fin de romper el bloqueo en coordinación con Hamás pueden ser legalmente investigados y detenidos.

Los reportes internacionales corroboran la magnitud de la operación. Según The Guardian, de los cuarenta y dos barcos de la flotilla, cuarenta y uno ya habían sido detenidos por Israel, mientras que solo el Marinette aparecía todavía navegando cerca de Egipto. Poco después, Reuters informó que ese último barco también había sido interceptado, lo que implicaba que toda la flotilla había quedado bajo control israelí. En otro artículo, The Guardian mencionó que el Mikeno había logrado escapar temporalmente del cerco, entrando incluso en aguas territoriales palestinas, pero allí se detuvo y perdió contacto. Por su parte, The Times of Israel confirmaba que el Marinette seguía en movimiento en un momento en que el resto ya había sido interceptado, aunque poco después también fue detenido.

En conclusión, incluso la propia versión de los organizadores de la flotilla coincide con lo informado por los medios internacionales: cuarenta y un barcos fueron ya interceptados, y el último en navegación acabó corriendo la misma suerte. La llamada Flotilla Global Sumud, presentada como misión humanitaria, ha resultado ser un intento más de romper un bloqueo naval que el derecho internacional reconoce como legítimo. Su intercepción no viola la ley: la cumple. Avisos, ofrecimiento de puerto alternativo, abordaje y traslado a Ashdod. No hubo secuestro; hubo, sencillamente, aplicación del derecho de bloqueo.


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