sábado, 25 de octubre de 2025

DEL NYT

 LO QUE ISRAEL DEBERIA APRENDER TRAS DOS AÑOS DE GUERRA


Por Bret Stephens
Octubre 7, 2025
As dark smoke rises in the distance, a woman runs to a home on a dirt street.
Una mujer corre en busca de refugio después de una advertencia de cohetes en Ashkelon, Israel, el 7 de octubre del 2023.Credit...Tamir Kalifa para The New York Times

Si la guerra en Gaza termina esta semana — no algo seguro — será seguida por una larga batalla acerca de sus lecciones. Aquí está la mía:
“Crean a la gente cuando les dicen quienes son.”
La advertencia clásica de Maya Angelou debería haber sido creída en 1988, cuando Hamas declaró en su pacto fundador su intención de masacrar judíos. En su lugar, Israel continuó tolerando a Hamas por una combinación de conveniencia ideológica — se ajustaba al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, tener una entidad palestina dividida — y reticencia internacional a derrocar al grupo. Eso fue hasta el 7 de octubre del 2023, demasiado tarde para las 1,200 personas masacradas ese día.

La tecnología brillante nunca es un sustituto adecuado para la estrategia sólida.
Las sucesivas rondas de combate entre Hamas e Israel nunca alteraron la política de contención hacia Gaza. ¿Por qué? Porque, como me escribió Yaakov Katz, un coautor del excelente nuevo libro "Mientras Israel dormía", tecnologías como el Cúpula de Hierro dieron a Israel la falsa sensación que "era impenetrable." Pero cuando llegó el 7 de octubre, las maravillas de alta tecnología de Israel en señales de inteligencia, interceptores de misiles, cercos inteligentes y barreras bajo tierra probaron ser inútiles contra los parapentes de baja tecnología y excavadoras de Hamas.

“La debilidad es provocadora,” dijo Donald Rumsfeld. Así lo es la apariencia de debilidad.
Yahya Sinwar, el fallecido líder de Hamas, ya creía que Israel era débil cuando él y cientos de otros presos palestinos fueron liberados por el bien de un solo rehén israelí, el soldado Gilad Shalit. Pero Israel nunca había parecido tan débil como en los meses que precedieron al 7 de octubre, gracias al empujón descuidado del gobierno de Netanyahu por una "reforma" judicial que a millones de israelíes les pareció una embestida hacia el autoritarismo. Como resultó, fue el tropezón antes de la caída.

Los israelíes son mejores que su gobierno.
Nadie tipifica esto mejor que Noam Tibon, un general retirado en sus sesenta y pico que, con su esposa, Gali, manejaron hacia el rescate de su hijo Amir y de la familia de su hijo en el kibutz Nahal Oz, el cual había sido superado por Hamas. “Nosotros entendimos que, si nosotros no íbamos y los llevábamos, nadie lo hará,” contó el Tibon mayor a The Times al día siguiente. Noam combatió en su camino dentro del kibutz, rescatando a su familia, mientras Gali transportaba a los israelíes heridos hacia la seguridad. Hay decenas de historias similares. El mandato talmúdico "Todo Israel son responsables el uno por el otro"— o sea, la responsabilidad comunitaria — es lo que salvó al estado judío el 7 de octubre.

Israel no tiene un problema de relaciones públicas. Tiene un problema de narrativa.
Es una ironía involuntaria que los activistas anti-Israel desde Montreal a Melbourne, hablando idiomas europeos y viviendo en tierra que a menudo fue robada a los habitantes originales, se hayan posado sobre la Israel hebreo-parlante como el epítome del colonialismo-colono. De hecho, el Sionismo está entre los movimientos más antiguos en la historia, presentando guerras contra los señores supremos de Babilonia, Grecia, Roma, Constantinopla, Estambul y, hasta 1948, Londres.
El argumento que los partidarios de Israel necesitan hacer es sobre el derecho indisoluble del país a existir como un estado judío — no diferente, digamos, del derecho de los irlandeses a un estado irlandés o de los griegos a uno griego. No puede ser un debate acerca de si los judíos o los palestinos son la víctima más grande. Israel llegó a la existencia para terminar la victimización judía, no para exhibirla.

El antisemitismo impregna al antisionismo, y el antisionismo tiende a producir antisemitismo.
Después que un británico llamado Jihad al-Shamie estrellara su coche contra una sinagoga de Manchester en un ataque que mató a dos personas en Iom Kipur la semana pasada, la policía dijo que estaba “trabajando para entender la motivación detrás el ataque.” En serio. El ataque ilustra cómo, fuera de los seminarios académicos y diarios de izquierda, la distinción entre "judío" y "sionista" es o invisible o pretexto para los que pretenden hacer daño a uno o al otro.
Este punto guarda relación con el anterior: Incluso si los defensores de Israel fueran a lograr un milagro de persuasión cambiando las actitudes hacia el país — o si Israel hubiese librado una guerra mucho más limitada en Gaza — todavía enfrentaría un coro de intolerancia mal disimulada, que buscaría acusarla de los peores crímenes bajo los fundamentos más mínimos.

El sufrimiento palestino es innegable. Hamas es su autor principal.
Para los que pasaron los últimos dos años cantando "cese del fuego ahora" en marchas antiisraelíes, ellos descuidaron mencionar (como apuntó Hillary Clinton) que había un cese del fuego antes del 7 de octubre del 2023, que violó Hamas en la forma más grotesca posible.
En cuanto a los que denuncian correctamente el sufrimiento de los civiles palestinos, ellos deben lamentar igualmente el hecho que Hamas colocó en peligro a los palestinos comunes continuamente y deliberadamente al librar la guerra debajo, detrás y entre ellos. Esta guerra pudo haber sido finalizada en cualquier momento en los pasados dos años si Hamas deponía sus armas, lo cual incluso ahora está reticente a hacer. ¿Por qué tantos de los así llamados manifestantes por la paz, quienes hicieron incesantes demandas a Israel, nunca hicieron ninguna demanda a Hamas?

No habrá ningún estado palestino si Hamas u otros grupos militantes sobreviven como una fuerza militar o política.
Gestos diplomáticos imprudentes, tales como el reconocimiento reciente de un estado palestino por parte de Francia, Inglaterra y otros países de relevancia disminuida, no harán nada para presionar o persuadir a los israelíes que ellos deberían replicar su experiencia en Gaza — retirada seguida por guerra eterna — en la escala vastamente mayor de la Margen Occidental.
El único camino viable para un estado palestino sustentable es una revolución cultural entre los palestinos que termine de una vez por todas la fantasía de la destrucción de Israel. Eso es tanto el trabajo de los educadores como de los imanes, como lo es de los políticos palestinos y diplomáticos extranjeros. Y requiere un fin de Hamas o de cualquier grupo armado preparado para aplicar una ortodoxia militante sobre otros palestinos. Uno podría preguntarse, ¿qué están preparados a hacer Gran Bretaña y Francia para eso?

¿Quieren influencia sobre las políticas de Israel? Abrácenlo estrechamente.
¿Por qué Netanyahu cedió ante Donald Trump y canceló los ataques contra Irán, o aceptó el plan de paz de 20 puntos de Trump? Porque la mayoría de los israelíes creen — basados en sus decisiones de mudar la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y bombardear los sitios nucleares de Irán — que él es el mejor amigo que hayan tenido jamás en la Casa Blanca. Si líderes como Emmanuel Macron de Francia y Keir Starmer de Gran Bretaña quisieran ser igual de eficaces, ellos tomarían la lección en lugar de dar consejos no solicitados.

Con todos sus errores indudables, esta guerra puede finalmente ser recordada como liberación.
Liberación para los libaneses, quienes, por primera vez en dos generaciones, tienen una posibilidad realista de liberarse del yugo del control insidioso de Hezbola sobre su política. Liberación para los sirios, que no habrían sido capaces de derrocar al régimen de Bashar al-Assad si Israel no hubiese diezmado primero a los ayudantes en Hezbola. La liberación para los drusos del sur de Siria, que están siendo protegidos por el ejército israelí. La liberación, potencialmente, para los iraníes, cuyo liderazgo está ahora en su punto más débil en décadas gracias a la humillación militar que experimentó a manos de los israelíes y estadounidenses en junio. La liberación para los gazatíes que sufrieron bajo el aparato local estilo Stasi de Hamas y su voluntad de iniciar guerras que sabía que traerían sufrimiento.

Para los judíos, dentro o fuera de Israel, la guerra debería ser también una advertencia.
Después de más de 3,000 años de historia, la condición judía sigue siendo la misma: precaria. Y si bien los amigos y aliados son agradables, algo más no ha cambiado: nosotros debemos aprender a vivir con ello.

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