domingo, 26 de junio de 2016

EL CONQUISTADOR PERUANO Y SU SOBERBIA INVASIVA
Como lo anticipé, y como era de esperarse, El País, uno de los principales diarios del mundo y de “Sefarad”, ha comenzado a publicar los escritos venenosos y nocivos de Mario Vargas Llosa, sobre Israel.
Sin importarle la aparición de su nombre en la lista de Panamá Papers, y sin tomar en cuenta que sus amoríos y romances llenan las portadas de la prensa amarilla mundial, e incluso a sus casi ochenta años, don Mario reparte calificaciones y juzga, incluso a países enteros.
Parece que su patrimonio de moralidad le basta para cualquier cosa, menos para callarse la boca.
Cito algunos párrafos:
Sobre su opinión equilibrada:
Refiriéndose al movimiento denominado “Breaking the Silence (Rompiendo el silencio), una organización que se dedica a recoger testimonios de ex soldados y soldados, don Mario asevera que “en Israel y en el extranjero, exhiben la “verdad” de lo que ocurre en “todos” los “territorios palestinos” que fueron “ocupados” luego de la guerra de 1967”
Sí, increíble, pero cierto: en una misma frase escribe: “la verdad”, “todos”, “territorios palestinos”, “ocupados”...
Es decir, resulta claramente tendencioso, generalizador, fanático, ciego y partidario.
Sobre la democracia en Israel:
“Hasta hace relativamente poco tiempo, gracias a la democracia “que reinaba” en el país para los ciudadanos israelíes... Pero, desde que entró en funciones el Gobierno actual...”.
Don Mario, aunque usted no esté de acuerdo con el actual gobierno de Israel, le recuerdo que es absolutamente democrático y surgió de elecciones libres, y expresan la voluntad de sus habitantes.
Y continúa siendo la única democracia de Medio Oriente, le guste o no le guste.
Sobre su determinación moral:
“Hay en la milenaria historia judía una tradición que nunca se interrumpió: la de los justos.... Yehuda Shaul (fundador del movimiento con el que simpatiza el peruano) es uno de ellos, en nuestros días”.
Mario Vargas Llosa determina, envuelto y revestido en su soberbia y altanería infinitas, quiénes son justos y quiénes malvados.
Vaya, vaya...
Sobre el poder militar de Israel:
“¿Cuántos son? Miles, pero no lo bastantes para rectificar ese movimiento de opinión pública que va empujando cada vez más a Israel hacia la intransigencia, como si el ser la primera potencia militar del Oriente Próximo —y, al parecer, la sexta del mundo— fuera la mejor garantía de su seguridad”.
Como usted sabrá, don Mario, el pueblo hebreo ha sufrido mucho durante su historia. ¿Le parece mal que seamos precavidos? ¿A usted la palabra Holocausto le dice algo? ¿Usted sabe cuántos de sus amigos árabes nos rodean y piensan todo el día en cómo eliminar al Estado de Israel?
El veneno en estado puro:
“Ellos saben que no es así, que, por el contrario, convertirse en un país colonial, que no escucha, que no quiere negociar ni hacer concesiones, que sólo cree en la fuerza, ha hecho que Israel pierda la aureola prestigiosa y honorable que tenía, y que el número de sus adversarios y sus críticos, en vez de disminuir, aumente cada día”.
Si usted pretende que lo escuchemos a usted o a sus amigos, mejor es que lo olvide.
Sus grandes y justos amigos:
“Dos días antes de partir, ceno con otros dos justos: Amos Oz y David Grossman...”
Don Mario, usted vive en la Luna. Sus amigos son excelentes escritores, pero su influencia sobre la sociedad israelí tiende a cero.
Y la flecha de despedida:
“Vaya, menos mal, en todos los días que llevo aquí es la primera vez que un grupo de israelíes se pone totalmente de acuerdo en algo”.
Obvio, parece que el escribidor está acostumbrado a que todas las personas, de todos los pueblos, se pongan de acuerdo. Esa es su gente...
Nosotros en Israel, justamente porque somos una democracia, discutimos, opinamos, disentimos, nos gritamos y nos amamos.
Y celebramos juntos y lloramos también juntos a nuestros muertos.
¡Dios salve a Israel de personajes funestos como usted, don Mario!
Gran escritor y persona diminuta.

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