lunes, 27 de febrero de 2017

                                           **Soledad De Dos**

La noche fría, oscura y solitaria, era mi compañera en la caminata sin destino,
tiempo, retorno. Nadie me esperaba, salvo la soledad, vieja compañía mía. A la
deriva caminaba, gastando el tiempo, matando el ocio y pensando en nada. En
nada tenía para pensar, en nada para recordar, en nada para olvidar.
En un banco, cubierta con cartones, juntando calor, ella estaba, con sus ojos abiertos, vigilando que no le pase un mal.
Una mujer de la calle, sin cobijo, sin techo, sin seguridad. Sentí en mi pecho ese
dolor, del desposeído, del abandonado, que sólo la muerte puede salvar; y que al irse, nadie la recordará.
Me pidió una limosna, plata no tenía, le convidé con un cigarrillo y a mi casa la llevé. Bella mujer, de edad indefinida, de pocas palabras y mucho mirar.
Me preguntó:* ¿ que pretendes de mi ? Soy joven y vieja, joven para morir, vieja
para amar. En la calle está mi hogar; lo tuve y lo perdí, no quiero volver a tenerlo
lo volvería a perder. Me gusta la calle, sin obligación, sin horario, sin nada que
me preocupe, sin nada porque llorar, sin nada para olvidar*
Estas últimas palabras, abrió una brecha en mi conciencia y me adherí a su forma
de hablar, que es mi forma de vivir, de tomar la vida de frente, con realismo, con
valor.
De ahí en más, nació en nosotros una amistad, platónica, además. De día, en mi
departamento, sentados y hablando de cosas, sin importancia ni historia, o en silencio, respetando nuestros pensamientos, que no compartimos y dejando que
las horas nos avise que la noche está por comenzar. En la noche, salimos por las
calles, tomados de la mano, escudados en el silencio, que grita, con voz muda.
¡ La alegría de estar juntos, la alegría de vivir los dos !

Mario Beer-Sheva 

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