viernes, 28 de abril de 2017

“Nada estimula más el cerebro que una buena conversación”, Entrevista a Avram Hershko, bioquímico, premio Nobel de Química en La Vanguardia
Tengo 79 años. Nací en Hungría y vivo en Israel. Soy médico y bioquímico. Estoy casado y tengo tres hijos y seis nietos. ¿ Política? Soy un centrista liberal. ¿ Creencias? Soy un judío no religioso. Me gusta practicar la jardinería. Sanaremos el alzheimer, el parkinson y muchos cánceres
¿Qué les enseña a sus seis nietos?
Que su abuelo nació en una aldea húngara, y que a los seis años los nazis enviaron a su padre al campo de Auschwitz... Pero mi padre tuvo suerte.
¿Qué fue de él?
Los rusos tomaron el campo, trabajó dos años más para ellos... y regresó en 1947.
¿Le reconoció al llegar?
No. Estaba tan flaco, barbudo... No habló nada. Sufrió mucho: no sabía si su familia seguía viva, y al volver encontró su casa vacía.
¿Dónde estaban usted y su madre?
Mi padre corrió a casa de su abuelo, sastre judío, y allí..., ¡ah, nunca olvidaré aquel reencuentro! Yo tenía entonces 11 años.
¿Cómo fue su infancia desde entonces?
Me gustaba mucho leer, y a mis 13 años emigramos al recién fundado Estado de Israel, para tener mejor vida. Desembarcamos en Haifa y nos instalamos en Jerusalén.
¿Qué sintió?
Que todo era amarillo. Yo era un niño centroeuropeo, acostumbrado a los bosques verdes. Me chocó también que todos allí fuesen judíos... Pero pronto conecté con el orgullo de la nueva patria.
¿Qué quería ser de mayor?
Me gustaba estudiarlo todo, y buenos maestros me condujeron hacia la investigación científica, hacia la bioquímica.
¿Qué buscaba ahí?
Cómo funcionan las cosas a escala celular y proteínica. De ese conocimiento básico pueden extraerse aplicaciones farmacológicas.
¿Qué hallazgos le reportaron el Nobel?
Cómo se degradan las proteínas: descubrimos la degradación proteínica celular precipitada por la ubiquitina.
Mi madre no le va a entender.
Entendiendo cómo se destruyen correctamente las proteínas degradadas en las ­células, quizá podremos un día paliar o evitar enfermedades como el alzheimer y el par­kinson.
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