domingo, 2 de abril de 2017

Rodolfo Walsh, montonero antisionista

Por Julián Schvindlerman 

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"Cuarenta años después de su desaparición y muerte a manos de la Junta Militar, su legado antisionista pervive en la nueva generación kirchnerista"
Desde tiempo inmemorial, los radicales de izquierda se han obsesionado con el capital. No conEl Capital, la seminal obra de Karl Marx (aunque un fanático consumado como el exministro argentino de Economía Axel Kiciloff haya declarado su intención de aprender alemán al sólo efecto de leer en su lengua original a Marx), sino con el capital, en minúsculas. Con el dinero. Con la mosca, para decirlo en criollo. Tipo el expresidente Néstor Kirchner abrazando una caja fuerte. U onda los fajos de billetes verdes, unos cuantos millones, que su hija Florencia guardó en una caja de seguridad por regalo de su madre cuando gobernó la Argentina con su proyecto nacional y popular. Pero la verdadera obsesión es con el capitalismo, con el modelo económico basado en el capital. Y así, Rodolfo Walsh, en una serie de artículos sobre el conflicto palestino-israelí publicados en 1974, puede traer esta cita de 1944 de Abraham León, un judío marxista de 26 años exterminado en Auschwitz: “El sionismo, que pretende extraer su origen de un pasado dos veces milenario, es en realidad un producto de la última fase del capitalismo”. Hitler interrumpió el desarrollo teórico mayor de su postulado.
Una generación después, Walsh completará la teoría. “En esa fase todos los nacionalismos europeos han construido sus Estados y no necesitan ya de la burguesía judía que ayudó a construirlos, pero que ahora es un competidor molesto para el capitalismo nativo”, dice, y ofrece esta lectura sobre el antisemitismo de la época:
Las persecuciones del siglo XIX afectan más a la clase media judía que a la clase alta, cuyos representantes notorios iban a lograr una nueva integración a nivel del capital financiero internacional. Aquellos judíos europeos perseguidos que descubrieron en el capitalismo la verdadera causa de sus males se integraron en los movimientos revolucionarios de sus países reales. El sionismo evidentemente no lo hizo y se configuró como ideología de la pequeña burguesía, alentada sin embargo por aquellos banqueros que –como los Rotschild– veían venir la ola y querían que sus ‘hermanos’ se fueran lo más lejos posible. A fines del siglo pasado esa ideología encontró su profeta en un periodista de Budapest, Teodoro Herzl, su programa en las resoluciones del Congreso de Basilea de 1897 y su herramienta en la Organización Mundial Sionista.
Con esta reflexión, el periodista montonero buscaba responder al interrogante de por qué el sionismo nació en el siglo XIX. Cuando se tiene un martillo en la mano, todos los problemas lucen como clavos.
En la década del setenta, Walsh era parte de Noticias, publicación montonera que reunía en su dirección a Juan Gelman y a Horacio Verbitsky, entre otros. Llegó a vender doscientos mil ejemplares al día y, según Publicable, el diario de TEA (la escuela de periodismo K),
Walsh fue el que ideó la propuesta para que el diario fuera de los trabajadores y consiguieron conformar una sociedad anónima capitalista tradicional, para que pudiera llegar y distribuirse en los kioscos.
¿Una sociedad capitalista montonera? Como sea.
Con el marco de referencia marxista de Walsh, poco podrá sorprender en el resto de sus escritos de 1974, tras la gira que lo llevó a Medio Oriente. Nada podrá ser lo suficientemente retorcido o desconcertante, pues su cosmovisión esencialmente lo es. Da igual que hable de “tres millones de palestinos despojados de su patria” al analizar los eventos de 1948, o sugiera que “Inglaterra regala Palestina” al explicar la Declaración Balfour, o afirme que “la mentalidad colonial marcó profundamente el establecimiento de la inmigración judía en Palestina”. Análogamente, Walsh puede titular una nota: “En 1947, una resolución de las Naciones Unidas quitó a los palestinos el derecho a tener una patria” (énfasis agregado); o sostener que Fatah fue fundada por “un grupo de intelectuales” que “puso siempre el acento en la lucha de masas, además de en la acción armada”. No asombra que deje pasar sin cuestionamiento alguno una respuesta de un dirigente palestino como ésta: “¿Qué harían ustedes frente a un judío perseguido en cualquier lugar del mundo? Contestó Fatah: Le daríamos un fusil y pelearíamos a su lado”. Ni que justifique la violencia política así:
El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y también todas las reacciones (…) su humanidad o su inhumanidad depende de sus fines.
De alguien que ve el sionismo un “fruto tardío del capitalismo” podemos esperar cualquier aseveración. Y de por cierto que el autor las ofrece en abundancia.
Sus escritos de 1974 pueden leerse online en el portal de la embajada palestina en la Argentina, donde se anuncia que el periodista montonero “caló muy hondo en el problema y llegó a sus raíces mismas al exponer las causas de la tragedia palestina”. Lo acompaña una ilustración de Rodolfo Walsh desabrochándose la camisa, dejando expuesta bajo ella una remera con los colores de la bandera palestina. En lo que concierne a arrojar luz sobre el antisionismo de aquel intelectual –con el trasfondo de la asentada colaboración histórica entre Montoneros y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)–, podemos decir que esa imagen vale más que las casi 900 palabras que conforman esta nota. Cuarenta años después de su desaparición y muerte a manos de la Junta Militar, su legado antisionista pervive en la nueva generaciónNac&Pop.

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