El pasado fin de semana, el mayor diario de Israel, «Israel Hayom», publicó a toda pagina mis declaraciones como presidente de ACOM (Acción y comunicación para Oriente Medio). Algunas personas han mostrado su sorpresa por el titular del artículo, que destacaba similitudes entre la España de hoy y la Alemania de los años treinta en lo que respecta a los judíos. Nosotros no elegimos los titulares más o menos provocadores de una entrevista, o los párrafos de una conversación de hora y media que serán usados en una pieza periodística. Pero sirva todo ello para reflexionar sobre la incomodidad que genera en una sociedad ver algunos de los perfiles más desagradables de su aspecto reflejados en el espejo de un medio extranjero.
La cuestión es que en España hay decenas de ayuntamientos, diputaciones y parlamentos regionales que decidieron discriminar a los judíos por ser quienes son y creer en lo que creen llamando a su boicot. ¿Y cómo de lejos está eso de las Leyes de Nuremberg? Esos ayuntamientos, diputaciones y regiones no tomaron esa iniciativa contra marroquíes por el Sahara. Ni contra turcos por Chipre o el Kurdistán. Ni contra rusos por Crimea o contra chinos por el Tíbet. Sólo contra Israel. Y el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad una proposición no de ley que legitimaba ese ensañamiento.
Las mociones del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel buscan la exclusión de la vida social, política, económica y cívica de los amigos de Israel en sus localidades y territorios. Y lo hacen con el apoyo de poderes del Estado. Eso se llama antisemitismo institucionalizado. Se ha convertido en habitual pero, para un país civilizado, muy normal no es. Y no ha habido más declaraciones de boicot, no porque el Gobierno de la nación haya intervenido, ni porque el fiscal general haya actuado de oficio, sino porque un grupo de ciudadanos ha puesto sus recursos y su tiempo a la triste tarea de tener que defenderse judicialmente del Estado en su propio país.
Nadie acepta en España ser antisemita, pero muchos (en el poder) sólo sienten simpatía por los judíos en tanto que ya estén muertos, y sólo aceptan a los vivos mientras sean dóciles, débiles, mansos, cobardes y traicionen a su pueblo. Aquellos que patrimonializan su papel en las instituciones para aplicarlas a hostigar a los judíos sólo nos tolerarán en nuestro país como ciudadanos de segunda, imponiéndonos la humillación de denunciar al Estado Judío y renunciar a su derecho a existir.
Hay situaciones tan generalizadas que ya no nos parecen lo escandalosas e inaceptables que en realidad son. Por ejemplo, que los servicios de seguridad de cualquier sinagoga y oratorio judíos en España te tengan que decir que te quites la kipá o te pongas un gorro para ocultarla al salir del rezo y ante el temor de ser agredido. Esa es la realidad. Y no sucede en Mexico, Londres o Nueva York. Debemos asumir que esos servicios de seguridad en España no son paranoicos y que los de otros países no son irresponsables. Algo sucede en España. Yo no tengo un medidor de antisemitismo para saber si nuestro país está en este tema peor o menos mal que otros. Somos españoles y desde la lealtad denunciamos lo que sucede aquí .
Yo no creo que en España haya un antisemitismo «tradicional»mayoritario. Ni siquiera extendido. Pero sí hay un antisemitismo que intenta ocultar la verdadera cara de su odio enfermizo. Lo hace demonizando al judío colectivo, representado por Israel. Sus libelos demonizadores, deshumanizadores, no se diferencian en nada del antisemitismo atávico y ancestral. Ese antisemitismo que sufrimos hoy en España es tan virulento que permite expresiones de odio e incitación que en cualquier otro país pondrían en la cárcel a sus perpetradores. Y que si en España se expresara así contra cualquier otra minoría causaría escándalo y repulsa.
Y, sí, está extendido. Tiene 71 diputados, sustenta al Gobierno de la nación y tiene la alcaldía de las grandes ciudades de España, comenzando por Madrid y Barcelona. Es inaceptable y muy, muy preocupante. El principal representante del antisemitismo que describo, tan peculiar, peligroso y agresivo, cuenta con el apoyo directo del 21 por ciento del electorado. El candidato a presidente del Gobierno del partido que lo lidera, apoyo fundamental del Ejecutivo de Sánchez, tiene un programa en la televisión del régimen genocida iraní y desde ella lanza diatribas antisemitas clásicas, como la última sobre el control global de los judíos. Y los intentos de discriminación del BDS se hacen gracias a la subvención cuantiosa y directa del Estado a sus grupos para que hostiguen a la minoría judía y pro Israel en nuestro país.
Todas estas situaciones son objetivamente extraordinarias y, si sucedieran en cualquier otra nación, llegarían a las portadas de todos los medios globales. El pasado fin de semana llegaron a «Israel Hayom» y parece que muchos se acaban de enterar de lo que sucede frente a sus propias narices, en sus propias ciudades. Bien empleados están, pues, los titulares provocadores.
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Ángel Mas, presidente de Acción y comunicación sobre Oriente Medio (Acom), en ABC
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