Revista de Prensa
¿Puede un árabe amar a Israel?
"Israel no es sólo bello, exitoso, liberal, democrático y diverso, un lugar en el que todo el mundo puede prosperar, con independencia de su raza o credo; además es un modelo que deberíamos seguir, y un socio que nos puede ayudar a alcanzar ese objetivo"
Por su interés, hemos traducido buena parte del más reciente texto que ha publicado el periodista árabe Fred Marún en el Times of Israel.
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Solemos oír que los árabes no pueden amar a Israel, ni siquiera los que ostentan su ciudadanía. Solemos oír que no se puede esperar que los árabes israelíes canten la Hatikvá. Y que lo más que podemos esperar de los árabes es que no se impliquen en la violencia antiisraelí.
Sin duda, los árabes tienen numerosas razones para no amar a Israel.
Israel nos humilló en varias guerras, pateándonos el trasero cuando teníamos muchos más efectivos y –a veces– mejores armas.
En las noticias vemos prácticamente a diario a Israel humillando, hiriendo o matando a árabes. Al mismo tiempo, vemos que Israel prospera mientras nosotros nos entrematamos, con lo que a menudo reforzamos indirectamente al propio Israel.
Todo esto es cierto, de ahí que la mayoría de nosotros no podamos dejar de odiar a Israel, para qué hablar de amarlo. Pero, aun así, los árabes no sólo podemos amarlo, sino que, si así lo queremos, ese amor puede darse con total naturalidad.
Lo primero que hay que hacer es dejar de lado los sentimientos propios de un orgullo mal concebido. Sí, fuimos y seguimos siendo humillados por Israel, pero por nuestra maldita culpa. En cada una de las ocasiones, Israel se ha defendido contra –¿lo adivinan?–… ¡nosotros!
Si nos tomamos la molestia de estudiar Historia, entenderemos que los judíos tienen derecho a estar en Oriente Medio y, como los demás pueblos, a la autodeterminación. (…)
Si dejamos de atacar a Israel, desde Gaza, el Líbano, Siria o cualquier otro lugar, Israel dejará de defenderse y no seremos humillados, heridos, muertos. Es así de sencillo.
El siguiente paso es comprender cuáles son nuestros verdaderos intereses. Obviamente, lo que nos interesa es cooperar entre nosotros y con Israel. La paz nos interesa, y esta no es lo que se dice una idea radical.
Podemos hacerlo mucho mejor. Pero primero hemos de querer.
Una vez dejemos de odiar a Israel, empezaremos a amarlo con naturalidad. (…)
Israel no es sólo bello, exitoso, liberal, democrático y diverso, un lugar en el que todo el mundo puede prosperar, con independencia de su raza o credo; además es un modelo que deberíamos seguir, y un socio que nos puede ayudar a alcanzar ese objetivo.
Israel es además la fascinante historia de un pueblo que volvió a dar vida a una lengua ancestral y reconstruyó una nación numerosas veces destruida. Podemos cantar la Hatikvá, el himno judío a la esperanza, junto a los judíos porque, una vez dejemos de verlos como enemigos y empecemos a verlos como socios, nuestra esperanza es la suya, y la suya es la nuestra.
Esto son los hechos, nada sofisticados pero profundamente ciertos. Se dice que los árabes somos demasiado estúpidos o rencorosos para admitirlos. Pero yo no lo creo.
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