jueves, 19 de julio de 2018

Sergio Pikholtz

BARENBOIM TERGIVERSA LA HISTORIA Y LA POLÍTICA EN FORMA ARROGANTE
En una de los reportajes de las decenas que le hicieron en estos días, Daniel Barenboim le dijo a su interlocutor que tal vez sea arrogante con lo que está manifestando.
En el momento pensé que en algo estoy de acuerdo: su arrogancia es ilimitada.
En la columna “La ópera Sionista de Verdi” (http://www.nodulo.org/ec/2004/n034p05.htm), el escritor argentino israelí Gustavo Perednik escribe: "Wagner es Alemania por sobre el mundo; Verdi es Italia para el mundo". En otro de sus escritos desarrolla: Wagner, en el ensayo La Judería en la música en 1850, describe de modo brutal su pensamiento: ”Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y la personalidad de los judíos…para comprender nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío”.
Daniel Barenboim acepta en uno de los reportajes con el periodista Jonathan Viale por CNN que Wagner era antisemita, algo que hasta los niños y niñas del jardín de infantes aprecian, pero en su intento de justificar su pasión por el compositor alemán dice que su música no alienta el antisemitismo.
Imagino a un sobreviviente de la Shoá, el Holocausto, al que le pasaban Valquiria cuando llevaban a sus compañeros a las cámaras de gas, tratando de entender esto.
No es nuevo el autoodio judío, hay muchos casos en la historia. El del músico argentino-israelí-palestino-español tal vez sea el más destacado de estos tiempos por su trascendencia musical y porque no es un ignorante que no sabe de qué habla cuando se refiere al conflicto entre Israel y los palestinos, sino que tergiversa la historia y la política deliberadamente en forma arrogante, como él mismo dice.
En primer lugar, el director de orquesta debiera agradecer que es israelí. Si hubiera sido gazatí, por ejemplo, y opinara de Hamás y de los palestinos como despotrica contra Benjamín Netanyahu e Israel tendría decretada una sharía condenatoria que significaría la muerte o el escape permanente, como le pasa a Salman Rushdie.
Sharía es un decreto condenatorio religioso que los clérigos islamistas emiten contra alguien que no les agrada por lo que dicen o piensan. La democracia liberal que le dio una patria, el único sitio de Medio Oriente donde Barenboim puede vivir sin ser perseguido por sus opiniones es Israel, pero para él Israel es colonialismo y ocupación.
Creo que el músico aún vive con estupor no haber sido elegido premio Nobel de la paz en 2011, cuando la academia de letras de la Argentina lo propuso en base a la creación de la orquesta West-Eastern Divan, compuesta por jóvenes Israelíes y palestinos. Cabe aclarar que cuando hablamos de jóvenes israelíes no hablamos necesariamente de jóvenes judíos.
Los amigos de Barenboim creen que el lobby judío influyó para que no se lo dieran, y para un narcisista consuetudinario la frustración por el premio no recibido es imposible de digerir.
El director de orquesta no piensa así de ahora, hace muchos años que lanza su diatriba contra el Estado de Israel aún viviendo en él y, habitualmente, la izquierda judía tanto en Israel como en la Diáspora se muestra solidaria con su forma de pensar y acusan a quienes lo criticamos de no ser tolerantes, o directamente nos tratan de fascistas en su habitual confusión sobre qué significa ser liberal.
Barenboim puede pensar como quiera, incluso puede interpretar a Wagner o a quien quiera, y lo puede hacer, como ya lo hizo en el mismo Estado Judío. Mas lo que no puede ni debe hacer es manipular la historia y acomodarla a su propia visión política y su hedonismo.
Cuando Barenboim habla de Israel como potencia colonialista, está hablando de un país de poco más de 20.000 km2, mientras que para hacer un paralelismo la provincia de Tucumán ocupa casi 23.000 km2.
Al tratar a la nación hebrea de ocupante, habla del país que tiene a uno de los mejores ejércitos del mundo y que en la visión de Barenboim combate para sostener su ocupación sobre un montón de pobre gente que sólo tira piedras ante la imposibilidad de hacer otra cosa. Unos fracasados los israelíes y su ejército que con todo su poderío no puede aniquilar ya por 50 años a los pobres tira piedras que resisten con aguante ni multiplicar geométricamente su territorio.
El que muchos califican como genio musical miente cuando habla del conflicto de Medio Oriente y mientras tanto se pone el traje político progresista que tanto seduce por su discurso. Se jacta en alguno de los reportajes, como en el que le hiciera Luis Novaresio, que las sociedades adoptaron un capitalismo libertino y la platea aplaude.
Barenboim argumenta que en la histórica Palestina parte del imperio Otomano, previo a la Primera Guerra Mundial, sólo había unos pocos judíos por ahí desinteresados en el lugar, ignorando que durante dos mil años de Diáspora la presencia de los judíos expulsados de esa tierra donde vivieron desde el principio de los tiempos fue ininterrumpida a pesar de los sucesivos intentos de los imperios de turno de evitarlo. Aclaremos que Palestina no era un país, era una región geográfica y los mismos judíos que la habitaban también eran palestinos.
En un alarde de manipulación intenta explicar que la creación del Estado de Israel en 1948 no fue más que la ocupación de un pueblo por la creación ficticia de una nación, dejando entrever que algo tiene que ver con el Holocausto.
El músico, luego, acepta que israelíes y palestinos no tienen más alternativa que ponerse de acuerdo porque no pueden seguir así eternamente. Pero para él, que los palestinos estén gobernados por una caterva de terroristas que no reconocen al Estado de Israel, que aún insisten con tirar a los judíos al mar y que mandan a la muerte a sus propios compatriotas con tal de que los asesinen a cuchillazos, no son la razones por las cuales es imposible acordar.
Para Barenboim la responsabilidad es del ocupante, del imperialista y del poderoso que pasó de ser víctima de los nazis a victimario.
Y cada tres frases Barenboim vuelve con la West-Eastern Divan, que creó con Edward Said, un intelectual palestino ya fallecido que era su amigo. Claro, si gana el Nóbel de la Paz sólo él asistirá a la ceremonia y alcanzará la gloria que lo trascienda más allá de la música.
Barenboim desplantó a auditorios completos saliendo de libreto e interpretando a Wagner. Pero eso sí, invitó a quien no estuviera de acuerdo a que se retiraran, recibió premios del parlamento israelí donde desde el estrado luego bastardeó al mismo país que lo premiaba, intentando luego explicar que él no expresaba críticas sino que hacía preguntas retóricas sobre el eventual abandono de los rasgos humanistas del estado judío. Este recurso es muy utilizado por la izquierda israelí, que considera que la nación hebrea debiera abandonar su carácter judío.
Como decía casi al principio, no soy un entendido en música clásica, tan sólo un simple admirador de canciones y melodías, y escribo estas palabras sintiendo y escuchando a Verdi, el compositor de la libertad que resuena en mi Spotify con "Va pensiero", la primera ópera sionista: Saluda a las orillas del Jordán, las torres de la tierra de Sión...cantan los esclavos judíos en Babilonia añorando su regreso a Jerusalén.
Un poco más acá, las noticias del día anuncian que el sur de Israel ha recibido una lluvia de más de 120 cohetes y globos incendiarios enviados por Hamás desde Gaza, donde no hay un solo judío. Barenboim seguramente cargará sus tintas contra la ocupación israelí y creerá que vuelve a acercarse al premio nobel de la Paz.

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