miércoles, 23 de octubre de 2024

 

El Gran Tzadik, el Gaón de Vilna....

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El Etrog del Gaón de Vilna
Se dice que el Gaón de Vilna, se esforzaba ávidamente por presentarse siempre ante Dios en un estado de belleza y gracia. Por ello, siempre usaba un hermoso talit cuando rezaba, hacía confeccionar tzitziot y tefilín especialmente, y en la festividad de Sucot siempre hacía un esfuerzo especial para adquirir el etrog más exquisito.
Como en aquellos días no había ferrocarriles, viajar era largo y arduo, por lo que los comerciantes de etrog partían varios meses antes de la festividad para llevar sus productos a los distintos lugares de Europa.
Una vez, en un año de sequía, no se encontraron etroguim. Los emisarios de Vilna estuvieron en camino durante semanas y meses, pero todos regresaron con las manos vacías. Hubo un alboroto en la ciudad de Vilna.
¿Podría ser que una comunidad entera se quedara sin un etrog para realizar la mitzvá ?
Pero lo que más angustió a los ancianos de la ciudad fue su preocupación por el Gaón de Vilna.
Los ancianos se reunieron y decidieron que en tiempos de gran escasez es posible prescindir del etrog comunitario, ¡pero no estaban dispuestos a permitir que el gran tzadik de Vilna se quedara sin etrog!
En consecuencia, enviaron un emisario especial, con instrucciones claras de encontrar al menos un etrog, sin importar el precio.
El emisario viajó de ciudad en ciudad y de estado en estado, pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no pudo encontrar nada. Desesperado y dispuesto a regresar a casa, entró en una posada y notó que el posadero tenía un etrog, de hecho uno muy hermoso.
El emisario inmediatamente le imploró al posadero: “Véndame el etrog”.
“No”, respondió el posadero, “no soy un comerciante. ¡Compré este etrog para mí!”.
El emisario continuó su esfuerzo para persuadir al posadero aumentando el precio de su oferta, pero el posadero hizo oídos sordos. Finalmente, el emisario le confió: “Deseo adquirir este etrog para el Tzadik de Vilna”.
Cuando el posadero escuchó esto, inmediatamente accedió a la petición: “Para el Tzadik, el Gaón, daré el etrog por nada”.
Los ojos del emisario se iluminaron. “Sin embargo”, agregó el posadero, “daré el etrog con una condición”.
“¿Cuál es su condición?”, preguntó el emisario.
“Con la condición de que la mitzvá que recibirá el Gaón de Vilna por tomar posesión del etrog, me sea acreditada”.
El emisario estaba confundido. ¿Cómo podría cumplir con esa condición? Comenzó a discutir con el posadero: “¿Con quién estás poniendo esa condición?”, gritó indignado, “¡Con el justo Gaón!”. Sin embargo, el posadero se mantuvo firme. Todo lo que quería era el crédito por la mitzvá en sí. Y entonces, en contra de su mejor criterio, el emisario aceptó la condición del posadero, tomó el etrog y siguió su camino.
Cuando regresó a Vilna, toda la ciudad estalló de alegría. La gente estaba exultante porque se había encontrado un etrog para el gran tzadik. ¡Y qué hermoso era!
Pero el emisario no podía disfrutar la alegría junto al resto. Su corazón estaba afligido y su actitud era desolada. ¿Cómo podría acercarse al Gaón e informarle sobre la condición del posadero?
En vísperas de la festividad, el emisario se armó de valor y entró en la habitación del Gaón para contarle toda la historia.
“¡Dios te bendiga!”, le dijo el Gaón al desconcertado emisario.
“Finalmente hiciste posible que yo tuviera el mérito de realizar una mitzvá pura y sin adulteraciones".
Por primera vez en mi vida, podré realizar una mitzvá únicamente por el bien de la mitzvá en sí, sin esperar ninguna compensación o recompensa del Cielo. ¡Que Dios te bendiga!”.
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