Yo soy judía!
No tengo que simpatizarte, no tienes que estar de acuerdo conmigo, no tienes que fingir que compartimos los mismos sueños ni plegarias.
Pero los días en que el mundo se reunía para votar dónde se permitía vivir a los judíos, para trazar nuestras fronteras con el lápiz de un desconocido, para decretar quién de nosotros sobrevivía y quién debía desaparecer, esos días han terminado.
Seis millones de fantasmas y mil comunidades expulsadas.
Aprendimos el precio de dejar que otros decidan dónde nos dirigimos.
La Tierra de Israel no se negocia, no está abierta a referéndum, no es suya para concederla ni revocarla. Es la patria judía, reclamada por derecho, defendida con la sangre de nuestro pueblo y garantizada por una promesa más antigua que cualquier imperio que haya intentado exterminarnos.
Nunca, nunca, nos dirán adónde pertenecemos. Jamás.

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