miércoles, 28 de septiembre de 2016

ROBERTO CYJON, EX PRESIDENTE DE CCIU

SHIMON PERES (Z’L) LA MUERTE DE UN HOMBRE Y EL SURGIMIENTO DE UNA LEYENDA


La necesidad de rendirle homenaje a Peres, me resulta tan necesaria como angustiante. Es un desafío de extensión por su impresionante biografía, de premura porque el momento es ahora, y de novedad porque todo sobre él parece haber sido dicho. Es por ello que lo haré desde el compromiso con su ideario. Ideológicamente ecléctico, políticamente pragmático, de tenacidad obsecuente no siempre comprendida.

Peres sintetiza el sentimiento de los sionistas, acerca de que lo mejor que nos pasó al pueblo judío los últimos dos mil años, fue la creación del Estado de Israel. Un país del cual fue uno de sus fundadores. En el devenir de la obra supo apreciar los formidables logros alcanzados, y las imperfecciones que ineludiblemente se iban generando. Su perspectiva de horizontes lejanos y siempre posibles de alcanzar, lo aislaron ocasionalmente en posiciones vulnerables. De sus propias filas partidarias, entusiastas y progresistas y de la derecha opositora a veces decadente y miope, surgieron los epítetos de “lírico”, “ingenuo”, o “perdedor”. Qué interesante ironía. Ocupó los principales cargos a los que un líder político pudiera aspirar, y el podio del israelí más respetado a nivel internacional.

Esa condensación en una sola persona de los postulados de izquierdas y derechas, incluyendo el respeto por una religión con matriz identitaria y acción política simultanea, representa su ideario “propio”. Peres nunca dejó de pelear y soñar por un Israel fuerte, pacífico, humanista y a la vanguardia de un modernismo dinámico y sofisticado. Vaya lírico o ingenuo quien decidió el rescate de los prisioneros en Entebbe, las Conversaciones de Paz con los palestinos en Oslo, la “construcción” de la paz con los que la aceptaron, y el intento con quienes no la aceptaron. Estos méritos son obra de equipos. El Medio Oriente es demasiado problemático para resolver sus complejidades en clave de “súper héroes”. Beguin, Rabin, el propio Sharon al abandonar Gaza y tantos más, junto a una sociedad israelí siempre pujante y decidida, aportaron lo suyo en estas epopeyas, tanto de paz como de guerras. Destacados líderes árabes y palestinos fueron compañeros de ruta, algunos hasta el final del éxito, Sadat, Hussein, otros que abandonaron el intento a último momento, Arafat, y los que aún parecerían acompañar el desafío, Abbas. Solo nombramos las últimas personalidades, dada la síntesis requerida.

Peres entendió la historia de la destrucción de los Templos, el precio del destierro, del periplo de sufrimientos a través de los siglos, del macabro proyecto nazi de la Solución Final. Dedicó su vida a la creación del Estado de Israel para revertir ese círculo vicioso, por la espiral virtuosa de una nueva vida judía israelí autónoma, emancipada y esperanzada. En dicho modelaje -de dinamismo frenético-, cometió equivocaciones y enmendó decisiones. También entendió que la historia nos volvió a jugar una mala pasada y que cinco décadas de conquistadores, en los cinco milenios de existencia del pueblo, contaminaron parte de los valores esenciales del judaísmo. El imperio de las circunstancias nos condujo a desbordes y desorientación. En esta humanidad de inmediatez y antisemitismo vigente y mutante, las pasiones en ciertos círculos políticos internacionales, lograron traicionar a la razón y dieron paso a acusaciones automáticas e irreflexivas. En lo nacional, manos judías asesinaron a Rabin y surgieron vergonzantes fanáticos extremistas, algunos de ellos terroristas, que desfiguraron, lamentablemente, la imagen del sionismo.

Su legado consiste en transmitirnos la mejor de sus lecciones. Hacia la política interna israelí, señalarles el único camino viable a seguir para tener un Estado judío democrático, vibrante, con bienestar económico y justicia social, fuerte para su defensa, creativo y generoso con su ciencia y tecnología. Soñador, capaz de potenciar un pensamiento tan mágico como abstracto y concreto. Con conciencia militante, activa y convencida, de que la paz con los palestinos es por lo que hay que bregar en primerísimo término. Hacia los palestinos y árabes, que el camino del terror y el silencio de los moderados, es la peor opción para su futuro. La solución de un Estado palestino soberano y desarrollado, solo será posible por medios políticos comprometidos con la coexistencia pacífica con Israel, su vecino judío. Mancomunados de esa manera, se puede crear un “New Middle East”, como supo titular a su libro en 1993, siendo ministro de Relaciones Exteriores. En él escribió:

“Ha surgido en el Medio Oriente la oportunidad de crear una nueva Edad de Oro. Todos la necesitamos y cualquier otra alternativa sería un castigo colectivo para toda la gente en nuestra región. Podemos empezar hoy a tomar los primeros pasos a través del puente de la mutua cooperación y entendimiento entre los pueblos del Medio Oriente. El viaje por delante será largo, pero el camino está abierto. Necesitamos viajeros valientes”.

Que en paz descanses querido Shimon, sabremos cumplir.

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