Uno de los grandes enemigos de la nueva izquierda nacida en los años sesenta es el estado de Israel. Al mismo tiempo que practica una tolerancia infinita con el radicalismo islamista, Israel es presentado como totalitario y sionista. El sionismo es último nacionalismo nacido del siglo XIX, promovido por Theodor Herzl (1860-1904), con la finalidad de promover la existencia de un estado judío en Palestina.
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A diferencia de otros movimientos nacionalistas, como el palestino o el saharahui, el sionismo ha sido generalmente mal valorado por la izquierda, ya fuera marxista o anarquista. Esta visión negativa del nacionalismo pro judío se materializó en la resolución de Naciones Unidas 3379 que venía a equiparar la pretensión de crear un estado nacional judío con el racismo. Algo que contradecía la propia doctrina de las Naciones Unidas de optar por la creación de dos estados nacionales en Palestina.
Esta crítica hacia el estado de Israel, y su derecho a defenderse contra las agresiones a su integridad territorial, se ha plasmado en el desarrollo de una verdadera judeofobia, cada vez más prevalente en los medios de comunicación. Con una opinión pública occidentalcada vez más escorada hacia el sentimentalismo, encontraron un verdadero filón para presentar una visión siniestra de Israel, calificándolo de estado racista que practica un verdadero apartheid contra el pueblo palestino. En realidad, la legislación de Israel prohíbe expresamente la discriminación de los palestinos.