domingo, 13 de julio de 2025

DE THE ATLANTIC

 LA PRECARIA POSICION DE LOS JUDIOS IRANIES


Por Roya Hakakian
Julio 11, 2025

El mes pasado, mientras hacía su caminata matutina de costumbre en la Playa de Santa Monica, cerca de su casa en Los Angeles, Nazila recibió un mensaje de texto inusual. Era ominosamente breve: “Estamos bien. ¡No llames! ¡No mandes mensajes de texto!"
Desde el 12 de junio, cuando Israel empezó a bombardear Irán, Nazila—una iraní judía expatriada que me pidió no revelar su apellido por temor a las represalias del régimen contra sus parientes en Irán—había estado ansiosa por el bienestar de sus familiares. El texto llegó de la hermana de Nazila, quien, junto con su esposo e hijos, está entre los aproximadamente 9,000 judíos que todavía viven en Irán. Después de la escalada de las hostilidades con Israel, y la ola de arrestos que ha conducido Irán a lo largo del país, varias docenas de judíos fueron detenidos, de acuerdo con fuentes de agencias de derechos humanos. Las autoridades los han interrogado, escrudiñaron su actividad en redes sociales y aplicaciones de mensajería, y les advirtieron que eviten el contacto con cualquier ciudadano israelí o parientes en el extranjero.
Algunos de estos judíos iraníes supuestamente han sido liberados ahora—pero algunos, también supuestamente, permanecen en custodia. Mi énfasis en supuestamente se debe a un clima de temor dentro del país que hace difícil obtener información plena. Publicidad es lo último que necesitan los judíos de Irán: Su estrategia entera de supervivencia ha sido llevar las vidas más discretas posibles—y las noticias de las detenciones es más atención de la que quiere la comunidad.
Esta sensación persistente de amenaza ha sido una realidad cruda para la judería de Irán desde 1979, cuando una revolución llevó al establecimiento de una República Islámica autoritaria bajo el mandato del ayatola Ruhollah Khomeini. Esa nueva posición anti-occidental del régimen lo situó en un camino al conflicto con Estados Unidos e Israel, y creó su sospecha de largo tiempo que el programa nuclear de Irán no era puramente civil, como afirmaba Teherán, pero también involucró esfuerzos clandestinos para desarrollar armas. Ese conflicto de 46 años llegó a un punto crítico este junio pasado.
El hecho que Israel y, posteriormente Estados Unidos, hayan emprendido acciones militares dentro de Irán, incluyendo—en el caso de Israel—las eliminaciones selectivas de científicos y líderes militares del régimen, ha subido las apuestas en formas que hacen mucho más precaria la posición de los judíos iraníes que antes del inicio de la guerra. Los arrestos de judíos iraníes luego de los operativos de bombardeo parecen ser parte de la paranoia de los gobernantes asediados acerca de espías y enemigos dentro, dadas las pruebas claras de penetración de servicios de inteligencia extranjeros en los niveles más altos.
Los elementos más racionales del régimen pueden finalmente prevalecer y reducir las tensiones. En este momento, el discurso es amenazante: El nuevo himno revolucionario, que se originó de los devotos del líder supremo de Irán y fue mostrado prominentemente en la televisión estatal la semana pasada, pide la "erradicación" no de los sionistas o israelíes, sino de los judíos.
Bajo el mandato del último monarca de Irán, el Shah Mohammad Reza Pahlavi, la comunidad judía del país registraba tantos como 100,000 integrantes, con orígenes en Irán que preceden la llegada del Islam por más de un milenio. Cuando las protestas populares barrieron el país en 1979, llevando al derrocamiento del shah, algunos judíos se fueron antes que los mulahs consolidaran el poder. Las partidas aumentaron después que un tribunal revolucionario ordenara la ejecución de un prominente industrial y filántropo judío, Habib Elghanian, bajo acusaciones que incluían el espionaje para Israel. Introduciendo la fabricación de bienes plásticos, Elghanian había transformado la capacidad industrial del país y allanó el camino para su modernización económica. Que la República Islámica asesinara a tal hombre envió ondas de choque a lo largo de la comunidad judía.
Aunque ninguna ley o política oficial prohibía que los judíos abandonen Irán, el gobierno no estaba inclinado a emitirles pasaportes. A muchos judíos, incluido mi padre, les fueron negados los pasaportes sin explicación. Entonces para escapar, ellos recurrieron a contratar contrabandistas para que los ayuden a cruzar a pie hacia Turquía o Pakistán. La incertidumbre que penetró a la comunidad judía en los meses después de la ejecución de Elghanian tuvo una sensación de terror. Nadie sabía si él era una excepción o su suerte sería compartida ampliamente. Ellos temían que la postura antisionista del régimen no estuviera reservada únicamente para el estado judío y podría mutar en una hostilidad hacia los judíos en general.
Esa ansiedad fue aliviada por medio del acuerdo informal entre Khomeini y los líderes judíos de Irán después de una reunión en 1979 en Qom, la ciudad religiosa donde él había residido antes de mudarse a Teherán. Después de muchas evasivas, el ayatola terminó la reunión diciendo, “Nosotros separamos los asuntos de nuestros propios judíos de los sionistas sin Dios de Israel.” Al cabo de días de su declaración, se había convertido en un talismán pintado en las paredes de escuelas judías y sinagogas. La distinción de Khomeini ha guiado la posición sobre la comunidad judía del país desde entonces—hasta ahora.
Además, la nueva constitución de Irán reconocía a los judíos como un "pueblo del libro" y les permitía practicar su religión, lo cual significaba que ellos podían tener sinagogas, escuelas hebreas, e instituciones sociales. Este estátus aparente de minoría protegida dió a la comunidad una medida de seguridad en el Irán posterior a la revolución. Esto explica que—a diferencia de otras comunidades judías en el Medio Oriente y Africa del Norte, que fueron erradicadas prácticamente después del establecimiento de Israel en 1948—varios miles de judíos todavía llaman casa a Irán. Pero la cuasi libertad de estas protecciones no significó que los judíos pudieran prosperar social y económicamente; ellos llevan vidas muy disminuidas hoy que lo que hicieron generaciones previas en el apogeo del Irán pre-revolucionario, durante las décadas de 1960 y 1970. El Código Penal Islámico no trata a los no musulmanes—o a las mujeres, por tal caso—como ciudadanos iguales antes de la ley. Y debido a que las formas oficiales del país requieren a los solicitantes que declaren su afiliación religiosa, los judíos y las minorías no chiíes, incluidos los musulmanes suníes, han sido efectivamente excluidos de las carreras en el mundo académico, del gobierno, o del ejército. En otras palabras, Irán nunca ha tenido leyes que discriminaran especialmente a los judíos, pero sí tiene leyes que discriminan en favor de los iraníes chiíes, especialmente de los partidarios del régimen.
Los judíos han permanecido en Irán en parte debido a que los mulahs querían que lo hicieran. A medida que el régimen maduró y se volvió más confiado en su poder, reconoció el valor político de retener una comunidad judía. Para la década del 2000, con el ascenso de un nuevo grupo de clérigos dentro de las filas del liderazgo, la existencia de iraníes judíos dentro del país se volvió un símbolo importante, especialmente en contraste con la ausencia de vida judía en otros países musulmanes en la región. En el año 2003, el reformista Mohammad Khatami se convirtió en el primer presidente de la república en visitar una sinagoga. Esta nueva generación revolucionaria se jactaba de la presencia judía en Irán como prueba de su tolerancia islámica. Le gustaba mostrar la judería de Irán a los gobiernos occidentales, lo cual es el motivo por el cual el único representante judío del parlamento iraní, el Majlis, ha sido incluido en muchas ocasiones en la delegación de Irán a la Asamblea General de Naciones Unidas anual. Los judíos de Irán se convirtieron en la principal defensa del régimen contra las acusaciones de antisemitismo—aún cuando algunos líderes cuestionaron notoriamente la veracidad del Holocausto. Después de todo, ¿cómo podía ser anti-judía la república si los judíos se sentían lo suficientemente seguros como para vivir allí?
La supervivencia judía dentro de la nación-estado más abiertamente antisionista del mundo revela cuán profundamente consciente está Teherán de lo que mueve a la opinión pública mundial. Pero también dice mucho sobre cómo la brutalidad indiscriminada hacia los disidentes y minorías crea un vínculo común entre todos los que no son partidarios del régimen. Si los judíos sufren a manos de los gobernantes injustos y autoritarios, también saben que su experiencia es compartida por muchos, muchos iraníes no judíos. Este matiz pasa desapercibido para la mayoría de los observadores occidentales. Como con otras paradojas del Irán posterior a 1979—tal como la existencia de quizás el movimiento feminista más dinámico del mundo, en un país donde la desigualdad de género es vigilada implacablemente por la política estatal—los judíos de Irán son de hecho ciudadanos de segunda, pero de un régimen que hace de la ciudadanía de segunda la norma para todos excepto para sus leales. El sufrimiento que los judíos experimentan es común para tantos otros que su universalidad ha creado una medida de igualdad frente a la miseria.
Este status quo fue sacudido por el ataque letal el 7 de octubre del 2023 por parte de Hamas contra Israel, el cual llevó a la guerra en Gaza y a un enfrentamiento más amplio entre Israel y el aliado regional de Irán en Líbano, Hezbola. El habitual teatro antisionista de Teherán fue cambiado por drones y misiles reales disparados a Israel el siguiente abril, en respuesta al ataque de Israel contra el consulado de Irán en Damasco; a su vez, Israel respondió eliminando los sistemas de defensa aérea de Irán. En medio de estas tensiones elevadas, la realidad dura que había definido la vida judía en Irán durante más de cuatro décadas asumió una urgencia nueva y más amenazante. En un intento por extender el antiguo orden invocando la formulación original de Khomeini de las relaciones entre los judíos y los iraníes, el gran rabino de Irán, Yehuda Gerami, emitió una declaración condenando el ataque de Israel como "cruel, agresivo, e inhumano” y lamentando “el martirio de un número de nuestros queridos compatriotas a manos del régimen sionista” (mi traducción). El intentó despejar las sospechas de deslealtad judía y proclamó la solidaridad con los conciudadanos iraníes: “Los judíos iraníes, como una parte de la gran nación de Irán, condenan estos ataques y están con sus conciudadanos."
Los acontecimientos del mes pasado han proyectado una sombra peligrosa sobre la judería de Irán, volviendo a despertar el temor que había seguido a la ejecución de Habib Elghanian y una urgencia sobre la necesidad de abandonar Irán. Las posibilidades de hacerlo, sin embargo, han disminuido enormemente desde enero de este año, cuando el Presidente Donald Trump puso fin a casi todas las admisiones de refugiados dentro de Estados Unidos por decreto. Unos 14,000 miembros de minorías perseguidas en Irán—entre ellos más de 700 judíos—se habían registrado con HIAS, conocida originalmente como la Sociedad de Ayuda de Inmigrantes Hebreos, una importante organización de relocalización de refugiados que ha facilitado el paso de miles de judíos y otras minorías a Estados Unidos; ninguno de estos solicitantes de estátus de refugiado ha podido abandonar Irán. Mark Hetfield, presidente de HIAS, espera que la administración Trump podría sin embargo hacer una excepción. “Dada su creciente vulnerabilidad, y el compromiso expresado del Presidente Trump con la libertad religiosa," me dijo en una entrevista reciente, "rezamos porque él expanda su ruta de escape."
Las señales en Irán son ominosas—y las súplicas de los ancianos judíos iraníes pueden ahora no ser escuchadas. El antiguo talismán de la comunidad puede ya no tener más su encanto. Una víctima pasada por alto de la operación militar de 12 días contra Irán es la sociedad civil iraní, especialmente sus minorías, particularmente los iraníes judíos, quienes ya estaban en riesgo. Desde la guerra, sus condiciones han empeorado infinitamente—un hecho que debería llevar a la administración Trump a reconsiderar su prohibición de refugiados. Estados Unidos asumió una responsabilidad moral por los ciudadanos perseguidos de Irán cuando se volvió un combatiente contra su régimen opresivo.

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