miércoles, 30 de julio de 2025

DEL WSJ

 ¿PUEDEN LOS NAZIS ENSEÑARNOS ALGO?

El historiador Thomas Weber muestra cómo un tesoro de entrevistas con oficiales fugitivos del Reich nos recuerda cuán peligrosa puede ser la naturaleza humana.

Por Barton Swaim
Julio 25, 2025





Stanford, California

Es una triste ironía que el acontecimiento más cataclísmico del siglo XX—el ascenso y caída de la Alemania nazi—tenga tan poca capacidad de instruirnos en el siglo XXI. La utilización simplista de los términos “nazi” y  “Hitler” contra los enemigos políticos, la utilización de “holocausto” y “genocidio” para cualquier acontecimiento sombrío, las preocupaciones histriónicas que este o ese político es el próximo dictador fascista, y mil películas repletas de oficiales del Reich rígidos y con gabardinas—todo eso conspira para hacer que lo que sucedió en Alemania desde 1933 a 1945 parezca caricaturesco, irreal. Casi 80 años han pasado desde que George Orwell observó que la palabra “fascismo” ahora “no tiene significado excepto en la medida que significa 'algo indeseable.’” Eso todavía es básicamente cierto.

Ahora sería un buen momento para descifrar cómo hablar sobre Hitler y los nazis de formas más reflexivas. Consideren: Malhechores en manos de las mentiras deambulan por las calles de las ciudades occidentales buscando judíos a los que amenazar. Estudiantes en los mejores campus de Estados Unidos acosan a los judíos y celebran a Hamas. Cada semana trae titulares espantosos: la residencia del gobernador judío de Pennsylvania prendida fuego por un incendiario; dos miembros de la embajada israelí asesinados por un hombre diciendo que él lo hizo "por Palestina”; gente anciana a la que le son arrojadas bombas incendiarias por parte de un ogro en Colorado; un hombre conocido por odiar al estado judío nominado como candidato de los demócratas para alcalde de New York.

El problema viene de la izquierda, pero no exclusivamente. Así como el coqueteo de los progresistas con el "antisionismo" floreció en antisemitismo tradicional, una colección de jóvenes hombres aspirantes a intelectuales en la derecha rebelde se enorgullecen de las interpretaciones “revisionistas” de la Segunda Guerra Mundial: Tal vez el número de judíos asesinados en el Holocausto fue mucho más bajo que seis millones, dice uno; tal vez el verdadero villano de la guerra no fue Hitler sino Winston Churchill, dice otro. Los podcasters Joe Rogan y Tucker Carlson han dado escucha respetuosa a estos profetas inmaduros de la “manosfera.”

Hasta hace poco tiempo yo pensaba que era imposible que los estadounidenses del siglo XXI aprendieran algo útil de la experiencia nazi de Alemania, tan propensos como somos a reducir el episodio entero a trivialidades. Pero una conversación con Thomas Weber, un historiador nacido en Alemania asociado a la Hoover Institution en la Universidad de Stanford, me dió un poco de esperanza.

La ocasión para mi visita al campus de Stanford fue la reciente adquisición por parte de Hoover de una gran colección de entrevistas con ex oficiales nazis grabadas en las décadas de 1970 y 1980. Las entrevistas—que tuvieron lugar principalmente en Argentina, Bolivia, Brasil y Chile, donde los sujetos habían huído—fueron conducidas por el fotoperiodista Gerd Heidemann y preservadas en cintas de cassette, ahora digitalizadas y disponibles online. Heidemann murió en diciembre a los 93 años de edad.

Entre los oficiales entrevistados por Heidemann: Walter Rauff, un inventor de la cámara de gas móvil utilizada para asesinar a 100,000 judíos; Willem Sassen, un oficial de las SS y propagandista bélico; Karl Wolff, un asistente de alto rango tanto de Heinrich Himmler como de Adolf Hitler; y Klaus Barbie, el jefe de la Gestapo en la Francia de Vichy—“el Carnicero de Lyon,” como fue conocido—quien supervisó la tortura y asesinato de judíos y miembros de la resistencia francesa.

Las entrevistas de Heidemann fueron llevadas a cabo por supuesto en alemán, pero están acompañadas por traducciones al inglés generadas por medio de inteligencia artificial. Las traducciones contienen inexactitudes significativas, pero el Sr. Weber y sus colegas las están mejorando.

Los testimonios disponibles en estas grabaciones tienen una importancia singular. Los fugitivos nazis entrevistados por Heidemann asumieron, erróneamente, que él simpatizaba con su causa y difícil situación. Ellos creyeron que él estaba ayudando a Wolff con su biografía, aunque esto era probablemente un poco de desinformación con la que los alimentó Heidemann para ganar su confianza. Otras cosas que él hizo para ganar su confianza no fueron tan fáciles de explicar: El compró un yate otrora propiedad de Hermann Göring y celebró una fiesta en él a la que asistieron ex funcionarios nazis. Esto atrajo acusaciones que él admiraba a los nazis. Heidemann discutió esta acusación. Su argumento más persuasivo: evidencia creíble que él coordinó con el Mossad israelí en encontrar a nazis ocultos en América del Sur.

Su objetivo, sostuvo él, era encontrar y entrevistar a Martin Bormann, el secretario privado de Hitler, y a Josef Mengele, el diabólico "doctor" de Auschwitz. El sólo podía hacer esto pareciendo hacerse amigo con sus compañeros nazis. En realidad, Bormann había muerto en 1945, Mengele en febrero de 1979, pero esto no se sabía en la época. De acuerdo con la evidencia, Heidemann no era un admirador nazi en lo absoluto, sino un periodista dispuesto a llegar a extensiones insanas para lograr historias que satisfacieran la curiosidad de sus lectores.

En todo caso, la interpretación errónea de Heidemann por parte de los fugitivos nazis, los llevó a hablarle francamente, sin eufemismos de lo que habían hecho o fingiendo que no lo habían hecho—muy en contraste con los testimonios en tribunales de otros ex funcionarios nazis en los años de la posguerra. Barbie, por ejemplo, recuerda con deleite una ocasión en que él y otros asesinaron y acorralaron judíos en Amsterdam. “Fue una lucha casa por casa,” cuenta él a Heidemann en una entrevista, riendo. “Los judíos desde arriba de las escaleras y nosotros desde la calle. Ellos nos arrojaban orinales, y nosotros les devolvíamos granadas.¡Jajaja!” Más tarde esa misma noche, él agrega, “Tuvimos una fiesta. Hombre, estábamos destrozados. Era un grupo de muchachos tan bueno, una camaradería que nunca encontré nuevamente.”

Otro momento escalofriante: Rauff recuerda la expulsión de los judíos de Túnez. “No vamos a empezar una masacre—estamos escasos de gente,” dice. “Empezaremos un campamento de trabajo forzado judío." El continúa, en la forma auto-exculpadora en que hablan a menudo los criminales de guerra, para afirmar que ssu acciones probablemente salvaron vidas judías.

Lo impactante de las grabaciones, para mi oído, es cuán improvisadas, vacilantes y enteramente humanos suenan los entrevistados. Hay algo en el argumento de Hannah Arendt sobre la “banalidad del mal”—que los funcionarios nazis parecían normales en la mayoría de las áreas de la vida, pero eran muy débiles y egoístas como para resistir al mal cuando se presentaba—pero su idea deja de lado muy fácilmente la naturaleza humana, o sitúa la fuente del mal nítidamente en otro lado. El Sr. Weber menciona el ensayo de 1939 de Thomas Mann, “Bruder Hitler,” en el cual el novelista alemán admitía que él pudo ver algo de sí mismo en el dictador psicópata que en esa época tenía a Europa bajo su puño.

"Yo estuve involucrado con la película ‘Goebbels y el Führer,’ que se estrenó el verano pasado,” me cuenta el Sr. Weber. “El cineasta [Joachim Lang] y yo fuimos interrogados a menudo, ¿Estás preocupado de estar humanizando a Hitler y humanizando a Goebbels? Nuestra respuesta era, ‘No, estaríamos preocupados si no estuviéramos humanizándolos.’ Porque ellos eran humanos, y si los conviertes en demonios, bueno, eso es muy reconfortante, pero no es la realidad."

El Sr. Weber puede hablar con autoridad sobre el punto. Sus libros “La Primera Guerra de Hitler” (2010) y “Convertirse en Hitler” (2017) explotan la imagen de sí mismo que proyectó el líder nazi en “Mein Kampf” como un nacionalista determinado desde su juventud. De hecho, Hitler en los años después de la Primera Guerra Mundial estaba a la deriva ideoloógicamente y casi se decidió por el comunismo como su estrella guía. El puede haber sido un manipulador sociópata, pero era todavía un hombre confundido, arrogante. Un humano, desafortunadamente, no un demonio.

Nuestra conversación gira hacia la naturaleza del mal, y a la frustración del Sr. Weber con académicos y comentaristas de medios de comunicación que definen a los nazis como simples en su malevolencia y así impiden cualquier discusión útil acerca de lo que pensaban que estaban haciendo y por qué. Los nazis, dice él, "no se despertaron a la mañana y pensaron, ‘¿Qué puede hacer hoy el mal?’”

Este es un punto que yo no había apreciado hasta que hace poco leí el ligre "La Consciencia Nazi" (2003) de Claudia Koonz. Los oficiales y funcionarios nazis no se veían a sí mismos en lo absoluto como monstruos genocidas; estaban convencidos que su comportamiento era virtuoso y promovía los intereses del pueblo alemán.

Allí el Sr. Weber plantea un punto crucial. El piensa que casi todo lo escrito sobre Hitler obtiene su concepción del mal completamente errada. “Casi todas las biografías dicen que, para Hitler, los judíos eran la personificación del mal.” Pero eso es errado, dice el Sr. Weber. “Los judíos, para él, era un gran peligro, pero no porque eran malvados. El dijo explícitamente que es totalmente irrelevante si los judíos individuales eran buenos o malos. Algunos eran buenos, algunos eran malvados. Para Hitler, los judíos ponían en peligro al Reich debido a su Rassenbestimmung” —el Sr. Weber pausa para pensar la forma correcta de traducir el término—“debido a su destino racial o determinación racial, que les imposibilitaba actuar de cualquier otra manera que no fuera parasitaria.”

De acuerdo con Hitler, dice el Sr. Weber, “así como sería sin sentido colocar la culpa moral sobre el bacilo de la tuberculosis por destruir el cuerpo, no tiene sentido llamar a los judíos malvados por lo que están haciendo. Aún así tenías que exterminarlos."

La solución nihilista de los nazis no será repetida, si Dios quiere. Pero la lógica oscura descripta por el Sr. Weber tiene imitaciones blandas en nuestra propia época. Los antisemitas de hoy están explicando siempre que no condenan a los judíos, como judíos, en lo absoluto; ellos son antisionistas, o vilipendian al "lobby' de Israel, o a los asentamientos, o al gobierno de Netanyahu.

Otro rasgo destacable de estas entrevistas—también, lamentablemente, uno profundamente humano—es la ausencia de cualquier admisión de falta personal. Desde mediados de la década de 1930 a 1945 estos hombres sabían que estaban obedeciendo los dictados de la ciencia y la razón, su brutalidad era apoyada por un siglo de investigación académica sobre la aptitud racial nórdica y la corrupción que era la judería. Todo lo que esto trajo fue ruina y vergüenza a una escala mundial histórica, pero estos exiliados no admiten ningún pecado y no piden perdón. 

Algunos de los nazis exiliado, explica el Sr. Weber, dicen, o dan a entender, que “fue errado matar a tantos judíos, pero ellos culpan por todo a Müller o Himmler”—el jefe de la Gestapo y el director de las SS—“quienes pensaban que tenían que llegar tan lejos por el Führer.” Algunos de ellos excusan lo que hicieron negando la escala del Holocausto (yo destaco que Barbie habla a menudo de die Sechs-Millionen Lüge—la mentira de los seis millones—también un tropo popular en la manosfera antisemita.) Pero más que nada, dice el Sr. weber, ellos todavía pensaban que “los judíos realmente habían sido la amenaza más grande para la supervivencia de Alemania y Europa. Así que en sus mentes ellos tenían razón en tratar de matarlos."

Así, estos hombres se unieron, como lo expresó memorablemente Churchill, a "ese largo y deprimente catálogo de la inutilidad de la experiencia y la constatada imposibilidad de aprender de la humanidad."

Las grabaciones probablemente serían más conocidas si Heidemann no hubiese arruinado su credibilidad en 1983 al afirmar haber adquirido las memorias de Hitler, supuestamente perdidas después de la guerra. Los llamados Diarios de Hitler, publicados en la revista alemana Stern, con gran éxito mundial, resultaron ser una falsificación (aunque lo suficientemente sofisticada como para engañar también al famoso historiador de Oxford, Hugh Trevor-Roper, quien dio fe de ellos.). 

A pesar del agotamiento del tema, debo preguntar sobre la acusación de "fascismo" en la política estadounidense contemporánea, con tanta persistencia en algunos círculos. "Me han entrevistado mucho por ese tema," dice el Sr. Weber. "Me pidieron que escribiera un capítulo para un libro, "Fascismo en Estados Unidos: Pasado y Presente," y yo era el único que no discrepaba. Simplemente dije, creo que irritando un poco a mis amigos, que 'fascismo' es una denominación errada." 

Las personas “muy a menudo descriptas como fascistas—Donald Trump es uno, pero hay muchos otros—son profundamente individualistas,” señala el Sr. Weber. “Ellas rechazan el colectivismo. En muchas formas ellos rechazan el poder del estado, o quieren limitarlo. . . . Seguro, puedes idear algún tipo de definición de fascismo en la cual el colectivismo y un estado fuerte ya no son más el criterio esencial. Pero en ese caso el fascismo se ha vuelto simplemente”—volviendo a la frase de Orwell—“otra palabra para ‘cosas malas’ o ‘cosas que no nos gustan.’”

Entiendo que lo que más molesta al Sr. Weber sobre las acusaciones infundadas de fascismo es que eximen a todos—acusados y acusadores por igual—del deber de estudiar las vidas y motivaciones internas de los fascistas originales. “Cometemos un error, pienso, cuando no tomamos seriamente a estos perpetradores, o cuando asumimos que son todos estúpidos e impulsados por la venganza y la emoción pura," dice el Sr. Weber. “Hitler era un hombre de ideas. . . . El quería realmente entender la naturaleza de las cosas. La gente descarta esto. Ellos dicen, sí, él leía con sesgo de confirmación. Bueno, ¿quién no?"

El Sr. Weber sugiere la falla en entender la época nazi, incluso entre los historiadores académicos, puede deberse a una falta de auto-reflexión. “Es muy fácil descartar creencias estúpidas y perversas de personas de otros tiempos. Pero también tenemos que pensar en nuestra propia época, y tal vez en nuestra propia propensión a creer cosas estúpidas y perversas."

El Sr. Swaim es un escritor de la página editorial del Journal.
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