lunes, 3 de julio de 2017

La Vanguardia, Pilar Rahola
El jueves pasado, en el palacio arzobispal de Palermo, hubo un acontecimiento esperanzador y bello. Era el colofón de un hecho anterior, cuyo profundo simbolismo nacía de la reparación histórica y de la voluntad de entendimiento. En estos tiempos de gentes que matan en nombre de dioses oscuros, una noticia de esta fuerza nos recuerda que los únicos dioses posibles habitan en la luz. Los hechos cabalgan entre tres fechas: 12 de enero de 1493 y 12 de enero y 29 de junio del 2017: un periodo que abarca 524 años y que, sin embargo, no ha sido óbice para hacer justicia. Se trata de la decisión que tomó a principios de año monseñor Corrado Lorefice, arzobispo de Palermo, de ceder gratuitamente (commodato d’uso) el oratorio de Santa María del Sábado a la comunidad judía local para que pudiera instaurar, en dicho edificio, la antigua sinagoga de Palermo.

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