Yo también tuve un padre anciano y los
quehaceres de la vida no me permitía, el
tiempo, de estar junto a él. Un día murió y un
peso cayó sobre mis hombros, un
peso que aún vive en mi; como un
remordimiento, como una acusación, como una
pena que no puedo calmar, como una deuda, que
nunca pude pagar.
Tantas veces le he pedido perdón, como tantas
otras, no he escuchado su voz. La
muerte al llegar, no sólo se lleva el cuerpo,
también los sentidos de sus oídos y
la palabra, que sería el bálsamo que alivie el
peso del arrepentimiento y del perdón.
Esta es la historia que quería contarte, que
sea parte de tu experiencia; tu tienes hijos,
prepáralos para la vida, prepáralos para el
amor.
¡ Déjame abrazarte y soñar que eres el bebé,
que abrazaba a mi pecho y sentir el calor
de tu cuerpo, que tanto extrañaré !
Mario Beer-Sheva
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