lunes, 25 de agosto de 2025

DEL JERUSALEM JOURNAL

 LA TRAICION DEL PERIODISMO EN GAZA

Cuando se permite a los terroristas disfrazarse de periodistas, ellos ponen en peligro a los verdaderos profesionales y hacen una burla de su trabajo crucial.
Agosto 19, 2025

“La primera señal de alarma fueron los gritos de dos pequeñas damas ancianas que se cortaban contra las cuchillas que coronaban los muros del complejo de Naciones Unidas, desesperadas por entrar.”
Con esas palabras estremecedoras, Marie Colvin, la corresponsal de guerra de largo tiempo del Times de Londres, abrió su envío desde Timor Oriental el 12 de septiembre de 1999.
Menos de dos semanas antes, los timorenses orientales habían votado por amplia mayoría en favor de la independencia de Indonesia, desencadenando una campaña de violencia masiva por parte de las milicias apoyadas por Indonesia. Más de 1,500 civiles — en su mayoría mujeres y niños — se agolparon en un complejo de la ONU en la capital del territorio, Dili, buscando protección de los hombres armados desbocados justo afuera.
Aunque la mayoría de los corresponsales extranjeros huyeron, Colvin y dos colegas ingresaron al complejo y se negaron a irse. Durante días, ella informó sobre el asedio en detalle desgarrador, atrayendo la atención mundial hacia la situación cada vez más precaria en el terreno. Al final, después de creciente presión internacional, la ONU evacuó a todos los 1,500 civiles hacia la seguridad.
Se le atribuye ampliamente a Colvin haber salvado sus vidas.
“Siempre recordaremos su voluntad de sacrificar su propia vida para proteger a esos 1,500 timorenses,” dijo el primer ministro de Timor del Este, Kay Rala Xanana Gusmão, después que Colvin fuera asesinada por fuerzas sirias mientras cubría el asedio de Homs en el año 2012. “Su información tanto en noticias impresas como en la televisión mundial ayudó a evitar una masacre trágica. Este acto de coraje y solidaridad nunca ha sido olvidado.”
“Yo simplemente no pude irme,” dijo Colvin más tarde a su colega periodista Denise Leith. “En cierta forma fue una decisión difícil, porque tenías que pensar, yo podía morir aquí. Pero igualmente yo simplemente no sentía que podría vivir conmigo misma si me iba. Era moralmente errado, la idea que nos iríamos, diríamos adiós, y todas esas personas sabían que iban a ser asesinadas. No fue una decisión que pude haber tomado de otra manera."
Me encontré pensando en el acto de heroísmo de Colvin esta semana pasada, en medio de la ola de indignación por la muerte de cuatro empleados de Al Jazeera en Ciudad Gaza el domingo.
Durante la guerra actual, las muertes de individuos identificados como periodistas — incluidos algunos empleados por importantes medios noticiosos internacionales — han sido descriptas como prueba de los esfuerzos israelíes para sofocar la libertad de la prensa y suprimir el flujo de información que viene desde Gaza. Las asociaciones de periodistas, organizaciones noticiosas, y grupos de derechos humanos han criticado duramente a Israel, exigiendo que los periodistas palestinos sean protegidos y que los responsables por sus muertes sean responsabilizados por lo que ellos llaman crímenes de guerra.
La verdad, sin embargo, es en cierto modo más complicada.
Las acciones de Marie Colvin — como las de los periodistas que ayudaron a salvar vidas en otras zonas de guerra, desde Bosnia a Irak pasando por Ucrania — son enseñadas a los estudiantes de periodismo como un ejemplo brillante de adhesión a la ética periodística. De las cuatro secciones del Código de Etica de la Sociedad de Periodistas Profesionales, una se titula “Minimizar el Daño.” “Equilibra la necesidad de información del público contra el daño potencial," dice el texto. "Muestra compasión por los que pueden ser afectados por la cobertura noticiosa." Implícita está la obligación de considerar el impacto del trabajo de los periodistas sobre sus sujetos y de intervenir cuando puede ser inminente el daño directo — en el caso de Colvin, el asesinato en masa.
Durante esta guerra, sin embargo, numerosos individuos identificados como periodistas en Gaza no sólo han fallado en intervenir cuando el daño era inminente — ellos han participado activamente en incitar, perpetrar, amplificar, y celebrar ese daño.
En la mañana del 7 de octubre del 2023, cuando miles de terroristas de Hamas irrumpieron dentro de comunidades israelíes, llevando a cabo atrocidades indecibles, muchos transmitieron sus acciones al mundo por medio de cámaras GoPro y dispositivos móviles. Sus esfuerzos fueron suplementados por los de un número de fotógrafos palestinos radicados en Gaza — incluidos muchos empleados por los principales medios noticiosos — quienes, de alguna manera lograron entrar al sur de Israel en las primeras olas del ataque y documentaron mucha de la carnicería.
Varias semanas más tarde, la organización de vigilancia de medios HonestReporting publicó un informe preguntando cómo esos individuos llegaron a estar presentes en la zona de la frontera de Gaza e Israel esa mañana y qué estaban haciendo dentro de territorio israelí. "¿Es concebible asumir que los 'periodistas' sólo aparecieron temprano en la mañana en la frontera sin coordinación previa con los terroristas?" preguntó el grupo. “¿O ellos fueron parte del plan?”
Los empleadores de los individuos respondieron con profunda indignación, rechazando la noción que ellos tuvieran conocimiento previo del ataque y argumentando que ellos simplemente estaban haciendo sus trabajos y pudieron apresurarse al lugar de la escena debido al tamaño relativamente pequeño de Gaza.
Con el tiempo, sin embargo, se materializó un cuadro más preocupante.
Hassan Eslaiah — un fotógrafo que trabajaba para CNN, la Associated Press, y Reuters, entre otros — había subido un video aparentemente tomado desde la parte trasera de una motocicleta que se dirigía desde Gaza a Israel el 7 de octubre. En un momento, aparece en el cuadro una mano agarrando una granada de mano; no está claro si la mano es de Eslaiah o de alguien más. Sus tweets ese día se refirieron al ataque de Hamas como "hermoso," llamaron "guerreros" a los perpetradores, y se burlaron de los israelíes — a quienes él llamó "colonos" — por ocultarse en un contenedor de basura.
Los investigadores pronto descubrieron una selfie de Eslaiah — subida a su propia cuenta de Twitter en el año 2020 — en la cual el comandante militar de Hamas y planificador del 7 de octubre, Yahya Sinwar, puede ser visto besándolo en la mejilla. Más tarde surgió que otra organización de vigilancia de medios, CAMERA, había informado a AP sobre los vínculos de Eslaiah con Hamas allá por el año 2018, provocando que varios empleados de la redacción cuestionaran su fiabilidad; la agencia no obstante continuó empleándolo.
Otros dos fotógrafos, Ashraf Amra y Mohammed Fayq Abu Mostafa — cuyas fotografías han sido publicadas por AP, Reuters, y otros medios noticiosos — realizaron una transmisión en vivo en Instagram después de regresar a Gaza, exhibiendo imágenes espantosas de las atrocidades en el sur de Israel mientras sonreían y reían. “Estuvimos ahí hace dos horas, desde el inicio,” dice Abu Mostafa en el video, contradiciendo, la afirmación de un portavoz de Reuters que los fotógrafos de la agencia sólo estuvieron activos "dos horas después que Hamas disparó cohetes al sur de Israel y más de 45 minutos después que Israel dijo que hombres armados habían cruzado la frontera."
Mientras los israelíes estaban siendo masacrados en sus casas, los dos alentaron a los gazatíes a participar en la carnicería. “Quien sea que pueda ir — vaya,” dijo Abu Mostafa a sus espectadores, pareciendo casi atrdido. "Es un evento único que no sucederá nuevamente.” “Realmente, no se repetirá,” intervino Amra. (De él también se encontró que recibió un beso de un líder de Hamas, Ismail Haniyeh, quien previamente le había dado un premio.)
Pero si bien Eslaiah, Amra, y Abu Mostafa pueden haber estado entre los primeros individuos identificados como periodistas en cruzar las líneas éticas en esta guerra, ellos estuvieron lejos de ser los últimos.
Cabe destacar en particular a individuos afiliados con muchos brazos de propaganda de Hamas, tanto como con las filiales mediáticas de otros grupos terroristas. Aunque la Comisión para Proteger a los Periodistas dice que han resultado muertos más de 190 periodistas en la guerra en curso, esa lista incluye docenas de individuos (de acuerdo con al menos una cuenta del año pasado, cerca de la mitad del número general) que se desempeñaban como agentes de propaganda para Hamas, la Yihad Islámica Palestina y otros grupos terroristas, cada uno de los cuales tiene sus propios canales de televisión, estaciones de radio, diarios y sitios web de información — todos los que están integrados totalmente en las actividades terroristas del grupo. Estos individuos caminan por ahí con chalecos antibalas marcados como ‘prensa’, pero son empleados de los grupos terroristas y son guiados no por el derecho del público a saber sino más bien por las necesidades operativas de sus grupos, proporcionando apoyo a la misión al participar en el reclutamiento, incitación, señalización, engaño, reunión de información, reconocimiento, y otras actividades.
La noción que miembros de las unidades de propaganda de grupos terroristas pudieran en cierto modo ser considerados periodistas es tanto absolutamente absurda como está en polos opuestos con las propias normas de la Comisión de Protección a Periodistas con respecto a los funcionarios de asuntos públicos de otras fuerzas militares.
Hace una década y media cumplí mi servicio militar como portavoz para medios de comunicación internacionales para las Fuerzas de Defensa de Israel, un miembro de la Unidad del Portavoz de las FDI. Aunque yo raramente cargaba un arma, fui un soldado en todo aspecto, y de haber resultado asesinado durante mi servicio, la Comisión de Protección a Periodistas no hubiese prestado atención.
Sé esto porque un miembro de la unidad fue de hecho matado en acción varios años antes. El Sargento Lior-Shlomo Ziv, un fotógrafo del ejército, tenía veinte años de edad cuando fue asesinado mientras documentaba la actividad contraterrorista de las FDI en Rafah en abril del 2003. Mientras la Comisión para la Protección de los Periodistas registra que ese año han sido asesinados 42 periodistas, el nombre de Ziv no puede ser encontrado en ninguna parte. Tres años más tarde, en diciembre del 2006, la Mayor Megan McClung del Cuerpo de los Marines de EE.UU., de 34 años de edad, fue asesinada en Irak, convirtiéndose en la primera graduada mujer de la Academia Naval de EE.UU. en ser asesinada en acción. Oficial de asuntos públicos, ella estaba acompañando a periodistas de Newsweek en Ramadi cuando su Humvee fue detonado por un dispositivo explosivo improvisado. Aunque la Comisión para la Protección de Periodistas registra a 57 periodistas siendo asesinados en el año 2006, McClung no está entre ellos.
Si bien podría parecer obvio que el personal militar uniformado no sería considerado periodistas, la Comisión de Protección a los Periodistas parece demasiado dispuesta a conceder a los agentes terroristas no uniformados que llevan a cabo funciones militares equivalentes para sus respectivos grupos militantes ese mismo título, inflando artificialmente el número de periodistas muertos y debilitando las contribuciones de los profesionales reales de medios de comunicación que realizan el sacrificio final en la línea del deber.
Por último, ha habido varios individuos que operaban como periodistas para organizaciones noticiosas prestigiosas mientras se desempeñaban como agentes de combate hechos y derechos para los grupos terroristas. A diferencia del grupo previo, estos no eran meros propagandistas, sino más bien miembros claves de escuadrones de lanzamiento de cohetes, francotiradores, y comandantes de batallones de combate.
Anas Al-Sharif, cuya muerte la semana pasada provocó la ola actual de oprobio internacional, era uno de tales individuos. Aunque tanto CNN como la BBC han confirmado que él se desempeñó previamente como un agente de propaganda de Hamas, él pasó a unirse a Al Jazeera, volviéndose una cara reconocible para millones en el mundo árabe mientras él transmitía desde Gaza durante la guerra actual.
En octubre del 2024, las FDI publicaron una resma de expedientes de personal, registros de salarios, y otros documentos capturados en Gaza probando que seis empleados de Al Jazeera eran agentes terroristas activos de Hamas y la Yihad Islámica. Al-Sharif fue identificado como el comandante de un escuadrón de lanzamiento de cohetes y miembro de la Fuerza Nukhba del grupo — la unidad de élite que encabezó el ataque del 7 de octubre — y se mostró que estaba en la nómina de sueldos de Hamas. Al Jazeera  rechazó airadamente las acusaciones, afirmando que estaban siendo usadas como pretexto para atacar a sus periodistas, y siguió empleando a Al-Sharif y los otros.
Después que Al-Sharif y sus colegas fueran eliminados en un ataque aéreo israelí, la CEO de la Comisión para la Protección de los Periodistas, Jodie Ginsberg, declaró que las eliminaciones han sido ilegales. “El derecho internacional es muy claro en este punto que los únicos individuos que son blancos legítimos durante una guerra son los combatientes activos,” dijo ella a la BBC. “Haber trabajado como asesor de medios para Hamas, o de hecho para Hamas actualmente, no te convierte en un combatiente activo,” agregó ella. Sus comentarios fueron más tarde repetidos por el presidente de la Asociación de Prensa Extranjera, Ian Williams, quien dijo a Bianna Golodryga de CNN, que a él no le "importa si Al-Sharif estaba o no en Hamas,” diciendo que “Hamas es una organización política" y "nosotros no matamos a periodistas por ser republicanos o demócratas o, en Gran Bretaña, del Partido Laborista."
Pero esa comparación es claramente ridícula y es simplemente falso que sólo los "combatientes activos" pueden ser tomados como blanco en tiempos de guerra. En virtud del derecho internacional humanitario, un individuo que lleva a cabo una función de combate continua es visto como habiendo perdido su condición de civil y es considerado de hecho un blanco militar legítimo. De hecho, ese criterio ha sido aplicado en numerosos conflictos — desde la Guerra de Kosovo pasando por la Guerra de Irak hasta la guerra en curso entre Rusia y Ucrania — para justificar la toma como blanco de funcionarios de propaganda y funcionarios cuyas actividades contribuyeron directamente a los esfuerzos bélicos. Incluso un "asesor de medios" de Hamas — o un agente de propaganda de uno de sus medios noticiosos, como los individuos discutidos más arriba — podría de hecho ser tomado como blanco si él o ella tuviera una función de combate continua, significando que él o ella estaba integrado totalmente dentro del grupo terrorista y estuvo involucrado continuamente en hostilidades.
Sin embargo, de acuerdo con la prueba producida por Israel, Al-Sharif no era un mero "asesor de medios” — él era un combatiente real en favor de un grupo terrorista reconocido, habiendo comandado un escuadrón de cohetes, y sirvió como miembro de la fuerza comando de Hamas. No hay cuestión, entonces, que él era un objetivo militar legítimo.
Lo que ruega por la pregunta: ¿Por qué las organizaciones de medios de comunicación y asociaciones de periodistas están defendiendo a los terroristas?
Si bien es natural que haya una cierta afinidad en tiempos de guerra, y aunque esperaríamos que estos grupos defiendan los derechos de los periodistas reales que enfrentan varias amenazas en la línea del deber, eso no puede explicar por qué, una y otra vez, tanto los medios noticiosos como los grupos de periodistas han hecho la vista gorda ante las faltas groseras de los individuos que ellos han elegido proteger.
Los periodistas ciertamente merecen protección y el enfoque de Israel hacia los medios internacionales durante esta guerra — incluida su decisión mal considerada y continuamente en detrimento de no permitir que los periodistas extranjeros ingresen libremente a Gaza — ha sido imperfecto en el mejor de los casos. Pero al aceptar la noción absurda que los terroristas que aprovechan la cobertura periodística para involucrarse en hostilidades merecen las mismas protecciones que los periodistas reales, estos grupos traicionan tanto a su profesión como a los mismos individuos que se supone representan, poniéndolos en peligro y haciendo una burla de su trabajo. En lugar de desestimar o ridiculizar las críticas honestas por parte de las organizaciones de vigilancia de los medios de comunicación, estos grupos harían bien en tomar seriamente la evidencia de irregularidades y considerar si los individuos en cuestión son en verdad merecedores de protección — o del título de "periodista" incluso.
No se puede esperar que todo periodista sostenga las normas éticas establecidas por Marie Colvin y otros, quienes sacrificaron sus vidas para protejer a sus sujetos, pero seguramente los que van al otro extremo — quienes explotan su auto-identificación como periodistas para causar daño, en lugar de evitarlo — son dignos de nuestra condena y nuestro desprecio, no de nuestra defensa.


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