LO QUE EL MUNDO ENTIENDE MAL ACERCA DE ISRAEL
Septiembre 24, 2025
Artículo de Benny Gantz

Credit...Caroline Gutman for The New York Times
Por Benny Gantz (El Sr. Gantz fue ministro de defensa de Israel y ministro del gabinete de guerra del 7 de octubre. El es presidente del Partido Azul y Blanco.)
Desde el 7 de octubre del 2023, desde mi posición tanto en el gabinete de guerra de Israel como en la oposición, he observado como algunos en el Occidente han malinterpretado las acciones de Israel en proseguir su guerra contra Hamas. Para los israelíes, ese día no fue otra ronda en un conflicto de años. Fue una ruptura estratégica — y un recordatorio de lo que puede suceder cuando el terror en nuestro umbral es subestimado.
Muy a menudo, los líderes occidentales ven nuestras políticas en esta guerra no a través de los lentes de la seguridad nacional, sino a través del prisma de los individuos — y, en particular, del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. La conversación es enmarcada a menudo como una cuestión de qué le conviene al primer ministro, como si la seguridad nacional de Israel empezara y terminara en un hombre. Esta visión es errada y contraproducente para la estabilidad global, la normalización regional y la propia seguridad de Israel.
Hay profundas divisiones y desacuerdos políticos en Israel. Yo mismo he sido un crítico vocal del Sr. Netanyahu. Pero los intereses fundamentales de seguridad de la nación no son propiedad de un partido. Hoy más que nunca, ellos están anclados en un consenso nacional que está arraigado en las duras realidades de nuestra región. La oposición al reconocimiento del estado palestino se encuentra en el corazón de ese consenso. Cualquier camino hacia la autonomía civil palestina más amplia debe incorporar primero un historial de largo tiempo comprobado de gobernanza responsable, reformas integrales de desradicalización y una represión exitosa contra los elementos terroristas que atacan a los israelíes.
El creciente apoyo en el Occidente al reconocimiento es muy a menudo encuadrado como un reproche tanto al Sr. Netanyahu como a sus políticas bélicas. El reconocimiento del estado palestino por parte de más y más países parece estar impulsado no meramente por la presión política local, sino también por la animosidad personal entre líderes. La verdad es que el reconocimiento internacional del estado palestino bajo las condiciones actuales no es un rechazo al Sr. Netanyahu. Es un rechazo al consenso de seguridad bipartidista de Israel.
Cuando Israel se retiró de Gaza en el 2005, le fue confiado a la Autoridad Palestina el control del territorio. Al año siguiente, Hamas ganó una pluralidad asombrosa de bancas en las elecciones legislativas de la AP, eclipsando a su facción rival, Fatah. Hamas derrocó violentamente a Fatah en Gaza al año siguiente, y con ayuda de Irán, Hamas ha expandido enormemente sus capacidades militares dentro de Gaza, y finalmente lanzó la masacre del 7 de octubre.
Ese colapso no fue una anomalía; fue la consecuencia de una Autoridad Palestina con poca legitimidad entre su pueblo y una lección dolorosa que Israel no puede arriesgarse a sufrir nuevamente en el futuro cercano.
Tal como están las cosas, la AP ha fallado en desbaratar a los terroristas que se originan en su territorio contra Israel. Ha incitado a la violencia y ha glorificado el terrorismo en los manuales escolares, y libró campañas unilaterales para aislar y deslegitimar a Israel en los foros internacionales. En las Naciones Unidas, en los tribunales internacionales, a través de movimientos de boicot, ha buscado eludir la reforma, la rendición de cuentas y el diálogo — y descarta por completo las preocupaciones de seguridad de Israel.
La verdadera pregunta es si la comunidad internacional respetará el consenso abrumador, una declaración aprobada el año pasado por 99 de los 120 miembros de la Kneset en una democracia proclamando que “Israel continuará oponiéndose al reconocimiento unilateral de un estado palestino,” y que “tal acción luego del 7 de octubre sería una recompensa sin precedentes al terror e impediría cualquier futuro acuerdo de paz."
Temprano en la guerra, yo hablé con el Primer Ministro Pedro Sánchez, de España, quien pareció menoscabar el peligro que estaba enfrentando Israel. El destacó que su país también se enfrenta al terrorismo; yo respondí con absoluto asombro por la falta de entendimiento conceptual. No hay simetría entre defender al país de uno contra células activas esporádicamente en Europa y hacerlo contra un pseudoestado terrorista que comanda territorio, recursos y arsenales militares, respaldado por un país como Irán que declara abiertamente su ambición de aniquilarnos y alimentado por una columna vertebral ideológica islamista radical.
La evidente falla del líder español en entender esta diferencia fundamental reforzó mi comprensión de cuan seriamente son subestimados los retos de seguridad de Israel por parte de la comunidad internacional. Yo insistí en que los que buscan la paz, como yo, deben hablar con quien sea que puedan, pero deben luchar y prevalecer sobre los que buscan dañarnos — no sólo para salvaguardar a las futuras generaciones israelíes, sino para frustrar a los interceptores estratégicos de las futuras campañas de normalización regional.
Tras el 7 de octubre, no fue la política la que dio forma a la respuesta militar de Israel. Fue la necesidad. A pesar de la vacilación del Sr. Netanyahu, yo presioné por una operación terrestre inmediata en Gaza. Pedí una ofensiva terrestre más fuerte y más rápida en Rafah a pesar de la presión internacional. Yo pedí una respuesta poderosa en suelo iraní tras el primer ataque iraní el 13 de abril del 2024, mientras que el Sr. Netanyahu optó por una respuesta simbólica más restringida. Y todavía hoy, yo apoyo totalmente mantener una presencia militar a largo plazo en el perímetro entero de Gaza para impedir que Hamas se reagrupe jamás. La guerra podría terminar mañana si los rehenes fueran devueltos y Hamas renunciara a sus armas y poder.
En el frente oriental, Israel debe prepararse para asumir el control formal sobre el estratégico Valle del Jordán en la Margen Occidental, el cual ha controlado desde 1967, a fin de impedir el contrabando hacia los territorios palestinos y la infiltración terrorista dentro de Israel. Estas no son posiciones políticas. Son, en mi visión, requerimientos de seguridad para impedir el próximo 7 de octubre.
La seguridad de Israel es únicamente una responsabilidad israelí, pero no sólo una preocupación israelí. Es el pilar de la estabilidad del Medio Oriente y sirve al mundo libre. Los objetivos de seguridad de Israel, incluyendo disuadir las aspiraciones regionales de Irán y dañar su programa nuclear, son prevenir la expansión de la ideología fundamentalista radical en la región y una carrera de armas nucleares más generalizada. Protegen las vías de navegación vitales salvaguardando las cadenas de suministro cruciales y la libertad de navegación. La cooperación en contraterrorismo con Israel ha salvado vidas en las ciudades europeas y estadounidenses. Las exportaciones de gas desde el Mediterráneo Oriental ayudan a diversificar el suministro de energía de Europa. La innovación israelí fortalece la resiliencia global en campos que abarcan desde ciberseguridad a agricultura.
Finalmente, a los enemigos de Israel no les importa quien gobierna en Jerusalén. Lo único que ellos quieren es garantizar que Israel sea débil, insegura, dividida e incapaz de defenderse. La comunidad internacional debería adoptar la misma claridad. No se equivoquen: La percepción de la mayoría abrumadora de los israelíes sobre el creciente reconocimiento palestino internacional no es un tema de política personal, sino más bien de contender con los retos de una nueva era.
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