jueves, 28 de febrero de 2008

Carta abierta a un vecino de Gaza


Te imagino, en esencia, no muy distinto a mí. Seguramente estarás preocupado por tus seres queridos, por las cuestiones cotidianas y -cada tanto- por tus sueños. Sin embargo, las condiciones de vida nos separan bastante. Te siento atrapado, encerrado, y no sólo me refiero a lo físico. Te enseñaron durante décadas que la causa de todos tus males era el enemigo sionista.

Y vos te preguntabas qué tenía que ver Israel con la Franja de Gaza entre 1947 y 1967. Claro, cuando los árabes rechazaron el Plan de Partición de la ONU para crear dos estados en el Mandato Británico de Palestina, vos no entendiste muy bien qué sucedía. Egipto fue entonces quien controló tu territorio y tu vida durante esos 20 años, y nadie -repito, nadie- efectuó ningún reclamo para erigir un Estado palestino independiente allí (y tampoco en Judea y Samaria, territorios que Jordania se ocupó rápidamente de anexar).

Las penurias diarias eran extremas, y ningún petrodólar llegaba allí con ánimos de bienestar social, ni de solidaridad fraterna. Gracias a Nasser y a su panarabismo demencial, en 1967 fuiste víctima de una guerra que seguramente no querías, que tenía el deseo expreso de terminar con el Estado judío creado en 1948. Ese deseo no se cumplió, y el resultado final fue tan sólo un nuevo jefe. La Guerra de los Seis Días hizo que Israel ocupara militarmente tu tierra, para retenerla a fin de conseguir paz y seguridad.

Te dijeron que jamás Israel la devolvería, y lo creíste. Pero cuando fuiste testigo de los Acuerdos de Camp David en 1979 y con tus propios ojos descubriste que el líder egipcio, ahora Anuar Al Sadat, recibía de vuelta toda la península del Sinaí -con pozos de petróleo incluidos-, empezaste a dudar de lo que te vendían los diarios oficialistas (que en la Franja, como sabés y no está de más decirlo, son siempre los únicos diarios).

No te cuajaba muy bien semejante espectáculo: Israel devolvía, nada menos que a cambio de paz, un territorio que triplicaba en tamaño al pequeño Estado. Mientras tanto, la ocupación israelí era por supuesto opresiva, pero ¿cómo no serlo? En la Franja, la OLP y otras facciones terroristas se disputaban el poder a los tiros, y entrenaban a sus milicianos para autoinmolarse en restaurantes o pizzerías o autobuses israelíes con tal de matar a la mayor cantidad de población civil posible. Un fenómeno que incluso se exportó a Buenos Aires, Atocha, Londres y Nueva York, pero cuidado, también a Jordania, Indonesia, Egipto y Líbano. Alguna vez quién sabe si no habrán querido captar a alguno de tus hijos, distorsionándoles las ideas del Islam, que no me hace falta decirte que es una religión de paz.

Te preguntabas cuándo acabaría la ocupación y Arafat repetía en un mitin en tu barrio que sólo terminaría cuando arrojen al último judío al mar, mientras jugaba a las negociaciones serias en cualquier ámbito diplomático, y engrosaba su cuenta bancaria con los millones de dólares de ayuda humanitaria que supuestamente iban en tu socorro.

Es que vos hacías las cuentas, y algo no cerraba, porque los palestinos habían recibido proporcionalmente más ayuda que la distribuida por el Plan Marshall. La plata se escurría por otros senderos. Hamas fue cobrando poderío y conquistó el poder, más a la fuerza que por los votos, mientras seguían acusando a Israel por todos tus males: por tu falta de trabajo, de alimentos o de energía.

En su afán extremista, desde 2000 lanzaron desde muy cerca de tu casa, más de siete mil misiles al sur de Israel teniendo como objetivo escuelas, jardines de infantes, y quien sea. ¡Y todavía hay quienes se atreven a pedir a Israel que no ejerza su derecho a la autodefensa! Como si cualquier país no tuviera que responder cuando le caen más de siete mil misiles sobre su población civil en su territorio soberano...

Lo que pasa es que Hamas te convenció de que a través de esos cohetes se iba a lograr el fin de la ocupación. Lamento decirte que te volvieron a mentir. ¿O acaso viste alguna presencia israelí en Gaza en los últimos tres años? En 2005, Israel se retiró unilateralmente de todo el territorio de la Franja, incluso transfiriendo por la fuerza a miles de ciudadanos israelíes de los hogares que habían habitado durante decenas de años, con la idea de conseguir un poco de paz.

Las opciones no eran tan complicadas: Hamas podía detener los actos de terrorismo y convertir a la Franja en un lugar habitable para la gente como vos, que por suerte es la mayoría, y que quiere vivir un poco más tranquilo. Ayuda económica no faltaría. Pero tu dirigencia optó una vez más por el camino más complicado, y te tiene otra vez de rehén, haciéndote correr a Egipto por víveres, para que sigas creyendo que tu malestar es por el bloqueo israelí de energía o de combustible, o de lo que sea.

Yo sé que mi opinión no es imparcial (¿es que hay alguna que lo sea?), pero te pido que al menos la consideres. ¿Quién sabe? Tal vez con un poco de suerte -y evidentemente mucha valentía- vos y otros tantos puedan quebrar el círculo de violencia que transita impune las polvorientas calles de Gaza, y cambien terrorismo por esperanza, prejuicio por diálogo y venganza por justicia.

Contás conmigo.

Fuente: Marcelo Polakoff
Rabino.Comunaidad Judia de Córdoba y Miembro del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)
La Voz del Interior

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