jueves, 4 de septiembre de 2008

Mirada a la Alemania de hoy


No soy judío. Nadie de mi familia murió en el Holocausto. Para mí, antisemitismo siempre ha sido uno de esos fenómenos que no aparecen en mi pantalla, como el genocidio tribal en Ruanda, una cosa terrible que pasa a otros. Pero vivo en una pequeña ciudad cerca de Munich, en una calle que se llamaba Adolf Hitler hasta mayo de 1945. Trabajo en Munich, una metrópolis agradable de poco más de 1 millón de habitantes cuyo encanto bávaro tiende a oscurecer el hecho de que esta ciudad fue el lugar de nacimiento y la capital del movimiento nazi.Cada día que voy al trabajo paso por los edificios donde vivió Hitler, cerca de sitios donde se decidió matar a millones de gentes inocentes, y plazas donde fueron quemados libros, desfilaron tropas de la SS y fueron ejecutadas personas.a cercanía de lo malo tiene una manera de concentrar la atención de uno, de llevar una realidad física a las narrativas de los libros sobre los horrores perpetrados por los alemanes.
Entonces empiezan a ocurrir cosas que, con el tiempo, suman algo muy siniestro. Estoy en un bus y un muchacho de secundaria circula la copia de Mein Kampf de su abuelo a sus amigos que contestan diciendo "Cool". (...)
Unas semanas más tarde, estoy en una reunión de trabajo con cuatro alemanes educados. Cuando la discusión cambia a un negocio con un hombre de Nueva York llamado Rubinstein, sus narices se mueven y uno de ellos dice (cito textualmente): "El problema con América es que los judíos tienen todo el dinero". Comienzan a reír y otro dice: "Sí, lo único que preocupa a los judíos es dinero".
Encontré que este tipo de referencias antisemitas en mis tratos profesionales con alemanes se convirtió pronto en un leitmotiv. En mis encuentros privados con alemanes, a menudo ocurre que se relajan después de un rato y revelan opiniones y lemas políticos que supuestamente terminaron de existir en un bunker de Berlín el 30 de abril de 1945 (...)Por alguna razón, las conversaciones tienen generalmente uno o varios de los siguientes componentes: 1) Fue desafortunado que América y Alemania lucharon en la Segunda Guerra Mundial porque el enemigo real fue Rusia. 2) Sí, los nazis fueron excesivos, pero cosas terribles pasan durante guerras, y, de todos modos, la dimensión del Holocausto ha sido groseramente exagerada por los medios americanos que están dominados por los judíos. 3) CNN está controlado por judíos americanos y es antipalestino (...). 4) Casi todos los alemanes estaban opuestos al Tercer Reich y nadie en Alemania sabía nada sobre el asesinato de los judíos, sino que éstos eran en realidad responsables por el Holocausto (...).
Por primera vez en mi vida llegué a ser consciente de antisemitismo. Desde luego, existe en otras partes del mundo, pero en ninguna las consecuencias han sido tan devastadoras como en Alemania (...).La situación es tan mala que judíos alemanes están siendo advertidos de que no lleven nada en público que podría identificarlos como judíos, pues su seguridad no puede ser garantizada. ¿Cómo puede ser? (...) ¿Qué ha cambiado? La respuesta es: absolutamente nada.
Mi tesis es muy sencilla: mientras que Alemania no tiene más el poder militar para reforzar la ideología racista de los nazis y todas las manifestaciones extremas del nazismo están legalmente prohibidas, las condiciones internas –las actitudes, la cosmovisión y los supuestos culturales– que llevaron al surgimiento del nazismo en Alemania están todavía presentes porque constituyen los componentes básicos de la identidad alemana. Nazismo no fue una aberración; fue la destilación de la psiquis alemana en sus elementos esenciales (...).Por William E. Grim
(*) Profesor de Musicología en la Universidad de Munich
Traducción: Heinz Sonntag

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