viernes, 22 de agosto de 2008

Los otros refugiados

Los otros refugiados.Por israel.org Dori Lustron
José Cohen
Dentro de la llamada Naqba (la catástrofe palestina), harto conocido es lo referido a aquellos palestinos que por distintas razones (la mayoría de ellas imputables a la intransigente actitud de los líderes árabes) tuvieron que dejar sus hogares y emigrar a otros países, convirtiéndose, de facto, en refugiados. Sin embargo, la literatura histórica ha venido olvidándose de otros refugiados: los refugiados judíos. Aquellos judíos que, tras la independencia del estado israelí, se vieron forzados a abandonar sus países árabes de origen rara vez han ocupado la atención de los medios o la mención en algún foro internacional… hasta ahora. Hace poco más de un mes se celebró en Londres el primer congreso de Justice for Jews, una organización dedicada a promover los derechos de estos judíos. Sí, derechos, pues el estatus de tales refugiados casa bien con el concepto jurídico del término. Así, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) establece que tendrá consideración de refugiado quien "debido a fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país".
Más importante si cabe es la Resolución 185 de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aprobada el pasado mes de abril, la cual reconoce, por primera vez, a los refugiados judíos, y cuyo considerando sexto es realmente explícito: "[Considerando] que la cuestión de los refugiados palestinos ha recibido atención considerable de los países del mundo mientras que la cuestión de los refugiados judíos de los países árabes y musulmanes han recibido muy poca atención (…)". He aquí los datos: antes de 1948 la población judía estimada de los países árabes rondaba las 850.000 almas; hoy menos de 6000. No hay duda de que muchos judíos emigraron a Israel impulsados por el ideal sionista. Pero otros, en cambio, se marcharon por el insoportable antisemitismo (convenientemente revestido de odio anti-israelí) que se respiraba en sus países.La antesala de esta impresionante emigración forzosa de sefardíes fue similar a la que años atrás sufrirían los judíos europeos antes del Holocausto: privación de derechos, expropiación de bienes, arrestos arbitrarios y torturas y asesinatos, bien por parte del propio gobierno, bien obra de las masas con la connivencia de aquél. Basten algunos ejemplos:
Trípoli, Libia, 1945: una serie de pogromos acaban con la vida de más de 130 judíos, cinco sinagogas son destruidas y más de mil residencias y edificios comerciales judíos son saqueados. Más tarde, en 1958 el gobierno ordena la disolución del consejo judío local. Alepo, Siria, 1947: manifestantes incendian el barrio judío más antiguo de la ciudad y asesinan a 75 judíos. En 1949, el gobierno sirio impone severas restricciones a los judíos: se les impide adquirir propiedades, acceder a la universidad o trabajar en bancos o en el gobierno.Egipto, 1948: los barrios judíos de El Cairo sufren ataques con bombas que asesinan al menos a 70 judíos. Años más tarde, Nasser declara que "todos los judíos son enemigos del estado".
Túnez, 1949: el gobierno tunecino disuelve la comunidad judía y ordena la destrucción de numerosas áreas y edificaciones judías.Afortunadamente para los judíos, no todo era exactamente igual: ahora, por fin, poseían un Estado que les recibiría con los brazos bien abiertos.En cuanto a los palestinos, no es nada cierto que hubo una política premeditada para expulsarles. Más bien al contrario, los dirigentes sionistas veían la cooperación con los palestinos y con los propios árabes como un elemento necesario en la construcción del nuevo estado judío. Así, la Declaración de Independencia israelí declara: "Exhortamos a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles (…) Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra" .No obstante, es innegable que numerosos palestinos dejaron sus hogares. La realidad es que muchos de ellos lo hicieron por temor a la guerra que se avecinaba (guerra, que es preciso recordar, fue declarada por los estados árabes). Pero muchos otros se marcharon por propia voluntad, obedeciendo los continuos llamamientos de los líderes árabes. En este sentido, cabe citar, entre otros muchos ejemplos, al que fuera primer ministro sirio entre 1948 y 1949, Haled Al Azm, que reconoció el papel de los líderes árabes en persuadir a los palestinos para irse: "Desde 1948 hemos estado exigiendo el regreso de los refugiados a sus hogares. Pero nosotros mismos fuimos los primeros en alentarlos a irse. Sólo unos pocos meses mediaron entre nuestro llamado a ellos a irse y nuestra petición a las Naciones Unidas para que resolviera su regreso". Aun así, estos palestinos son continuamente reivindicados. ¿No va siendo hora de reivindicar también a los refugiados judíos?.
Fuente: diariodeamerica.com

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