lunes, 1 de septiembre de 2008

Los extremistas desatados -Shlomo Ben-Ami

El patrón de estrategia política en Oriente Medio, como fue definido desde el discurso del ?eje de mal? del presidente Bush en enero de 2002, está pasando por un cambio trascendental de dirección. El paradigma de política exterior de Bush de una alianza de moderados para derrotar a los extremistas un modelo secundado demasiado entusiastamente por un liderazgo israelí poco imaginativo y por aquellos árabes (liderados por Egipto y Arabia Saudita) que temen las fuerzas del cambio radical- ha colapsado. Los extremistas, que Bush esperaba ver derrotados a través de sanciones económicas, el aislamiento diplomático y la acción militar, han prevalecido. Son los moderados los que ahora deben adaptar sus políticas.Israel y Estados Unidos fracasaron rotundamente en su intento por desplazar a Hamas de Gaza u obligarlo a aceptar condiciones para un fin al boicot internacional. Por temor a los costos de una invasión en los corredores urbanos de Gaza, Israel le entregó una victoria estratégica a Hamas. Aceptó una tregua, negociada por un gobierno egipcio temeroso de la influencia de Irán en la vecina Gaza, que no sólo le dio legitimidad política a Hamas y socavó la política de la comunidad internacional de no negociar con este grupo fundamentalista, sino que también le permitió seguir rearmándose. De hecho, Hamas ahora plantea una amenaza estratégica para los centros urbanos y las instalaciones militares de Israel.La guerra de Israel en 2006 en el Líbano contra Hezbollah, respaldada por Estados Unido y todo el campo ?moderado? árabe, no fue más exitosa. Por cierto, Hezbollah hoy no sólo es militarmente más fuerte que nunca ?la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad, que exigió su desarme, terminó siendo un absoluto fracaso-, sino también más robusto políticamente que antes de la guerra. Admirablemente adepto a entrelazar todos los hilos políticos, religiosos y nacionalistas del Líbano, el líder de Hezbollah, Hassan Nazrallah, hoy es el amo indiscutible del Líbano.Al benefactor sirio de Hezbollah, el presidente Bashar al-Assad, otro miembro del eje del mal, también le está yendo bien, gracias. No sólo Israel y Estados Unidos sino también Egipto y Arabia Saudita han esperado la derrota política de este amigo de toda causa regional radical ?desde Hamas e Irán hasta las fuerzas anti-occidentales en el Líbano- a la que ellos se oponen. Pero Assad se las ingenió para salir a flote tras el retiro forzado de Siria del Líbano en 2005 para convertirse en el negociador sin el cual no podía crearse un gobierno libanés ni elegirse un presidente.Esto, y las negociaciones indirectas con Israel que hoy están en marcha en Turquía ?las cuales, Assad sabe, no pueden producir resultados importantes dada la debilidad política del primer ministro israelí, Ehud Olmert, y la condición de final de mandato de Bush-, ha ayudado a abrirle a Siria las puertas de Europa, donde también alguna vez había sido un paria. Es más, desesperado por recuperar su relevancia en la política de Oriente Medio, Estados Unidos ahora ha cambiado radicalmente su actitud y aceptó una reunión entre el subsecretario de Estado norteamericano para Asuntos de Cercano Oriente, David Welch, y Riad Daoudi, el principal negociador de Siria con Israel.La iniciativa de Estados Unidos de obligar a Irán a interrumpir su programa nuclear a través de un régimen de sanciones ineficientes no ha sido más exitosa que cualquiera de sus otros esquemas para aislar a los extremistas de la región. De hecho, Estados Unidos ahora ha revertido completamente su postura de no negociar con Irán hasta que interrumpa el enriquecimiento de uranio.La participación del subsecretario de Estado William Burns en el diálogo europeo con Irán, junto con los planes de apostar diplomáticos norteamericanos en Teherán por primera vez desde la Revolución Islámica de 1979, representa un cambio crucial en la política de Estados Unidos, y también una señal destinada a persuadir a Israel de abstenerse de un ataque militar. Empantanado en Irak y Afganistán, Estados Unidos no está de humor para abrir un tercer frente contra el mundo islámico. Las consecuencias de un ataque israelí contra Irán ?serían extremadamente tensas para nosotros?, advirtió el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Michael Mullen.Con la derrota de su política exterior de inspiración ideológica, Bush finalmente ha decidido no permanecer ciego a los beneficios de comprometer a Siria e Irán. Por más aislados que puedan estar los sirios dentro de la familia árabe, y por más asediados que estén sus aliados iraníes, los dos países tienen las llaves para la estabilidad en Oriente Medio. Son actores cruciales en el Líbano, tienen un rol que desempeñar en la pacificación de Irak, pueden influir para que se produzca un cambio de actitud de actores no estatales poderosos y extremadamente desestabilizadores como Hamas y Hezbollah, y su influencia sobre Hamas es vital para la estabilidad del frente palestino. Comprometer a Irán es también la única manera de impedir un apocalipsis nuclear en la región.Por supuesto, el enfriamiento general de las tensiones políticas refleja el colapso de otro error de concepto de la administración Bush ?que el ?eje del mal? es una coalición irracional interesada únicamente en diseminar el mal-. Perseguir objetivos radicales no necesariamente significa que un país actúe irracionalmente. Ni Siria ni Irán ?de hecho, ni siquiera Corea del Norte- están interesados en ser los parias de la comunidad mundial, y entienden plenamente las consecuencias económicas del asilamiento.Sus políticas van más allá de diseminar el terror y la revolución; tienen que ver con promover intereses negociables. Ambos son conscientes de los límites de las políticas de desestabilización y añoran claramente una administración norteamericana más orientada al diálogo para abordar sus preocupaciones políticas y estratégicas.Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores israelí, es vicepresidente del Toledo International Centre for Peace. Asimismo, es autor de Cicatrices de la guerra, heridas de la paz: la tragedia árabe-israelí.

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