En agudo contraste con su discurso del 2009 en El Cairo, el Presidente Barack Obama dejo abundantemente en claro durante su discurso en Washington el jueves precisamente quienes son los malos muchachos y quienes los buenos muchachos en el mundo musulman.
Los buenos muchachos son Mohammed Bouazizi, el vendedor de frutas y vegetales tunecino que disparó una revolución que derrocó al presidente Zine el-Abidine Ben Ali prendiéndose fuego; Wael Ghonim, el ejecutivo de Google egipcio involucrado en las protestas en la Plaza Tahrir que condenaron al presidente Hosni Mubarak; y los otros millones en Siria, Bahrein, Iran y otras partes exigiendo derechos humanos básicos, oportunidades económicas y libertad de expresión.
Obama también identificó a los malos muchachos. Basher Assad es un chico malo que ha elegido responder a los gritos por reformas de su propio pueblo con brutal asesinato y encarcelamiento. El mensaje de Obama a Assad fue o ayuda con las reformas o se mueve fuera del camino. Sin embargo, después de observar a las fuerzas militares de Assad masacrar a manifestantes pacíficos con tanques y artillería en Homs, Deraa, Baniyas y otras ciudades de Siria desde hace varias semanas, Obama no dijo nada que modificara la postura presentada a finales de abril por el secretario de Defensa americano, Robert Gates, que no había lugar para la intervención directa de EEUU en Siria. Tampoco está claro por qué la lógica de interferir en Libia - la prevención de la masacre de miles - no se aplicó al escenario sirio.
Obama también habló firmemente contra la brutal represión del régimen de Bahrein contra la oposición chiita, y contra la represión de Iran contra sus ciudadanos y su "programa nuclear ilícito." Pero en ningún caso el elucidó algún paso concreto que sintiera que EEUU debe tomar contra estos regímenes. Tampoco ha dicho cómo iba a ayudar a fortalecer a los movimientos de oposición.
Su inclinación en 2009 de ampliar la ayuda a los valientes activistas iraníes que estaban detrás de la Revolución Verde de ese año es un doloroso recordatorio de la incapacidad del gobierno para actuar en momentos críticos. A juzgar por la reacción actual de Estados Unidos ante Siria, no está del todo claro si la lección ha sido aprendida.
El presidente de EEUU fue mucho más específico sobre su visión para un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. Dejó en claro que su país no cooperaría con la presión palestina para obtener la declaración de la Asamblea General de la ONU del reconocimiento de un estado palestino a lo largo de las líneas anteriores a 1967 - una predecible posición de EEUU, pero aún un alivio parcial. La negociación con Israel y no el reconocimiento de la ONU, es la única vía para un estado palestino, dijo Obama, reflejando la constante política de EEUU.
Pero, aún cuando no hubo señales que el estuviera amenazando o presionando a Israel, Obama dijo que una solución de dos estados debe estar basada en las líneas de 1967, un claro respaldo a las demandas palestinas, y terminología que para muchos israelíes traerá miedos de presión incrementada para retornar a posiciones similares a aquellas desde las cuales una Israel vulnerable fue repetidamente atacada entre 1948 y 1967. El se refirió a "intercambios de tierra", pero, como en el pasado, no se pronunció sobre la cuestión de un derecho de Israel a mantener los bloques de asentamientos, en marcado contraste con su predecesor, George W. Bush, quien respaldó tales ajustes territoriales en una carta a Ariel Sharon.
Obama también discrepó abiertamente con la lectura del Primer Ministro Binyamin Netanyahu del mapa geopolítico, alegando que la primavera árabe ofrece una oportunidad única para resolver el conflicto israelo-palestino. Por el contrario, Netanyahu ha presentado lo que es en nuestra opinión, una evaluación más sobria, realista de la situación. La inestabilidad proliferando en la región ilustra la facilidad con que los regímenes, incluyendo un estado palestino recién fundado, de repente pueden ser derrocados y, potencialmente, tomados por los extremistas islámicos como Hamas.
Problemática, también, fue la declaración de Obama que las partes deben relanzar conversaciones enfocadas inicialmente en fronteras y seguridad, dejando los temas "emocionales" de Jerusalem y los refugiados palestinos para más tarde. La posición de Israel siempre ha sido que tal orden del día podría permitir a los palestinos "guardarse en el bolsillo" las concesiones israelíes territoriales involucradas en acuerdos fronterizos sin retirar su demanda de un "derecho de retorno" para millones de palestinos - lo que significa la destrucción del estado judío por vía demográfica. En forma preocupante, el no especificó que el problema de los refugiados palestinos debe resolverse dentro de una nueva "Palestina", no en Israel.
Un punto positivo en el discurso de Obama fue su reconocimiento del "chico malo" en el conflicto palestino-israelí. El preguntó cómo Israel iba a llevar a cabo negociaciones con un liderazgo palestino que incluya a Hamas en su gobierno de unidad nacional, en tanto
la organización terrorista estaba empeñada en la destrucción de Israel. Sorprendentemente, sin embargo, no reiteró la necesidad imperiosa que Hamas reconozca a Israel y abandone el terrorismo como una condición previa para dichas conversaciones. Aquí, de todos los lugares insostenibles, el fue vago, declarando únicamente que "En las semanas y meses por venir, los dirigentes palestinos tendrán que dar una respuesta creíble a esa pregunta."
Es la pregunta que va a la raíz de si los dirigentes palestinos estan realmente dispuestos a reconciliarse con el hecho de los derechos de soberanía judía en el Medio Oriente. Y es que las evaluaciones diferentes de Obama y Netanyahu en ese centro de la mayoría de las cuestiones explica por qué el discurso del presidente fue recibido con tanta frialdad por el primer ministro mientras el estableció lo que ahora parece seguro que será una visita muy preocupante para Washington.
Fuente: The Jerusalem Post- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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