Una reciente solicitud ante un tribunal por parte de un famoso autor israelí de ser categorizado como "sin religión" plantea muchas cuestiones relativas a las definiciones existenciales sobre lo que significa ser judío.
26/5/2011 12:07
By YEHUDA KURTZER
El tumulto en torno al autor Yoram Kaniuk y su afán por deshacerse de su condición de judío, como descartando un adjetivo inexacto, radica en realidades que él no creó, y genera oportunidades que el nunca previó.
A principios de este mes, Kaniuk presentó a la Corte de Distrito de Tel Aviv la demanda que el Ministerio del Interior "cambie su religión en el Registro de Población de 'judía' a 'sin religión'" (el mismo status que su nieto de 10 meses, cuya abuela - la esposa de Kaniuk - es una americana cristiana.)
Por un lado, Kaniuk simboliza una realidad con la que todos los judíos modernos tienen que contar: que vivimos en un universo de elección personal sin precedentes en la historia judía, tanto en Israel como especialmente en otras partes del mundo. Nuestro Judaísmo compite en un mercado de afiliaciones y opciones, y huelga decir que, a veces se gana y a veces se pierde. Kaniuk representa el instinto de muchos judíos de ver su Judaísmo como ornamental o - dicho de otro modo - sólo un fragmento de una identidad mucho más complicada que lo que pertenecer a un "pueblo" por lo general demanda. Es decepcionante cuando esto sucede, y en mi opinión refleja una interpretación errónea de una característica clave - aunque a veces exasperante - del Judaísmo: ser judío implica pertenecer a algo más que un conjunto de opciones personales.
Al mismo tiempo, si vamos a resistir a los Kaniuks del mundo, si vamos a afirmar que pertenecemos a algo más grande que nuestros yos idiosincraticos, a un pueblo cuyos parámetros son algo más que un conjunto de comportamientos religiosos; y si vamos a permitir que esta gran Judeidad defina las cualidades culturales y étnicas de un país judío; entonces surge un desafío separado y sorprendente.
Los habitantes de este pueblo, nuestras comunidades, deben encontrar mejores formas de tolerar dentro de sus parámetros a una diversidad de posiciones políticas e ideológicas, incluidas las que podríamos encontrar completamente repugnantes. La nación judía siempre ha tolerado extraordinaria diversidad de pensamientos y comportamientos, es sólo que quizás en otros momentos de nuestra historia los límites explícitos entre "nosotros" y los "otros" eran tan suficientemente altos que nosotros encontramos maneras para coexistir por necesidad. Ahora, nos encontramos frustrados en un extremo por los deseos de evitar que una identidad compleja se convierta en un adjetivo vestigiales, y por el otro, por aquellos que estan en medio de nosotros pero expresan ideas y expresiones de su Judaísmo, desarrolladas en forma creíble desde el interior de la misma tradición, que nosotros encontramos problemático.
Durante cerca de un cuarto de siglo, la comunidad judía estadounidense ha hecho un trabajo decente en la construcción de una cultura de pluralismo en torno a temas de la religión: las escuelas comunitarias de día han surgido, los Hillels modelan la capacidad de diversas comunidades religiosas rezando bajo el mismo techo, los programas de becas acortan divisiones denominacionales. Cada vez más, el pluralismo - especialmente para los judíos no ortodoxos - está en algún lugar entre "dar por sentado" y la desafiante identidad judía para muchos judíos de América. Funcionalmente, temas religiosos como la diversidad de prácticas y diferencias de fe son la realidad subyacente de la vida judía en lugar de ser un desafío que debe ser superado.
Pero nos equivocamos si interpretamos esto como evidencia que el pluralismo terminó: más bien, la necesidad de ese pluralismo se ha trasladado a un nuevo ámbito. El pluralismo es mejor comprobado - y para el caso, sólo tiene sentido - cuando nosotros lo buscamos en lugares de diferencias significativas, en un contexto definido por ideologías intransigentes. Nuestra situación actual es que nos falta un pluralismo como pueblo. Nos falta el deseo por y un conjunto de herramientas para hacer frente a las ideologías nacionales en competencia entre gente que da por sentado que ellos pertenecen al mismo conjunto.
Si la judeidad es de hecho una categoría étnica o de parentesco, es revelador y sorprendente que nuestra comunidad persista en la creación de fronteras ideológicas y políticas y líneas rojas alrededor de la participación en la vida comunitaria, y defina el discurso legítimo del Judaísmo en formas tan explícitas. No estan estos instintos fundamentalmente en desacuerdo unos con otros? A este respecto, la superposición en el ciclo de noticias entre la controversia por Kaniuk y el aletazo de Tony Kushner es muy revelador, y sugiere en el locus central en el cual la ausencia de pluralismo como pueblo es manifiesta - en la ansiedad judía cada vez más agobiante respecto a Israel que está inclinandonos a erigir barreras internas en torno a las ideas sobre el estado judío.
Ahora algo de esta ansiedad es real, enraizada en las significativas amenazas externas e internas a la seguridad del estado y pueblo de Israel. Es comprensible, en cierta medida, que veamos en algunas ideas un peligro para el sentido de parentesco u origen étnico común que se encuentra en el corazón de esta forma de pensar sobre la Judeidad. Pero la ansiedad no puede ser el motor último de identidad y una política pública comunitaria. La ansiedad revela una pérdida de confianza en el tipo de autenticidad de lo que creemos, y la erección instintiva de límites en torno a las ideas en última instancia erige barreras a la participación y sofoca un discurso significativo. La ansiedad no engendra crecimiento, sino constricción. Con los auténticos desafíos que enfrenta el pueblo judío, constreñir el crecimiento, la creatividad y la confianza es totalmente retrasado.
Esto, por supuesto, es más fácil de decir que de hacer. Pero aquí hay una metáfora que espero sea de utilidad al pensar este desafío de cómo hacemos una comunidad que pueda tolerar ideas complejas en aras de preservar esa noción subyacente de comunidad: En mi propia educación sionista, aprendí sobre todas las maneras diferentes y diversas en que los sionistas pre-estatales expresaron su adhesión a esta ideología multifacética: Había sionistas políticos, quienes trabajaron para lograr la soberanía para el pueblo judío, sionistas culturales, orientados hacia un renacimiento de la cultura hebrea, y sionistas religiosos, quienes trataron de unir las realidades terrenas con los ideales mesiánicos. Había sionistas laboristas y sionistas revisionistas, activistas radicales y diplomáticos conciliadores, espiritualistas y territorialistas.
El pensamiento ecléctico pre-estatal sobre el sionismo, en otras palabras, se manifestó en un pluralismo de facto de ideas. La ausencia de una manifestación concreta de estas ideas les permitió hacer polinización cruzada al servicio de una meta más amplia, ampliamente compartida y aspirativa. En la práctica, por supuesto, esta lucha no siempre fue fácil y no siempre linda, y se nos recordó que el Judaísmo siempre ha sido mejor con respecto a buscar e ir que con llegar realmente. Cuando nosotros estamos buscando, cuando nosotros estamos fuera de lugar, nuestra tradición fomenta extraordinario eclecticismo intelectual y creatividad, y el pluralismo llega fácil. Cuando estas ideas tienen que volverse política, tendemos a perder la capacidad - y por desgracia más, el impulso - para trabajar en lo que queremos para preservar la ética pluralista.
Sería posible encontrar una manera de reanimar este tipo de pluralismo asipirativo de ideas - lo que el sionismo una vez corporizó - de regreso dentro de esas difíciles conversaciones sobre lo que es realmente el colectivo judío y que demanda? La comunidad judía de América lo ha hecho razonablemente bien durante la última generación, con el proyecto de pluralismo amplio; su nueva frontera es con respecto al discurso sobre Israel. Yo quiero ser un judío y un sionista en el sentido clásico y desprolijo, rodeado de remolinos y conflictivas ideas sobre lo que conlleva ser judío en un mercado competitivo, sobre los desafíos de las identidades múltiples, preparado para luchar con las muchas opciones de lo que el Estado de Israel puede ser y lo que puede encarnar para el pueblo judío y para el mundo.
Por supuesto, será intenso y acalorado; el pluralismo no debe ser el silenciamiento de la diferencia básicamente sin interés y no polarizadora. El pluralismo significativo proviene de la fuerza y sinceridad, no de la debilidad y no de la ansiedad. Una comunidad judía que quiere verse a sí misma como pueblo mejor que esté preparada para un conjunto dispar de ideas que definen a ese pueblo, y mejor que empiece a prepararse para tolerar y moderar la acalorada conversación sobre las ideas entre sus muchos comprometidos grupos de interés. Como los muchos retos que nosotros hemos enfrentado, yo creo que el pueblo judío - todos ellos, en todas sus diferencias - puede manejar esto.
El autor es Presidente del Instituto Shalom Hartman de Norteamérica.
Fuente: The Jerusalem Post- Esta nota fue traducida especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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