Mientras estas líneas se publiquen en Buenos Aires, habrá cientos de miles de judíos que ya habrán comenzado a festejar el año nuevo en otras partes del mundo, en el comienzo del período más importante del año para la comunidad hebrea.
¿Qué buscamos al celebrar durante dos días el inicio de un nuevo año judío?.
Más allá de la ocasión para reunirnos con la familia o amigos que tal vez no vemos tan seguido, lo más importante es encontrar un espacio para rezar, reflexionar o proponerse nuevas cosas para el próximo año.Cada uno sabrá qué le resulta más importante: ir a una sinagoga, llamar a un familiar o amigo que está lejos, abrazar a un ser querido o elegir cualquier otro lugar para dialogar con Dios.En medio de tanta incertidumbre y vértigo que vive el mundo en estos días, qué mejor que la pausa que nos otorga esta milenaria celebración, símbolo de un pueblo que se ha transformado pero que sigue vivo por el apego a sus raíces, para poder recapitular qué hicimos en los últimos 12 meses y qué haremos de ahora en más.El período de las Altas Fiestas se abre esta noche y cierra en 10 días con el Día del Perdón, Iom Kipur, una jornada de arrepentimiento y ayuno que incluye cierto sacrificio, mínimo al lado del que obligadamente viven millones de personas cada día en este injusto planeta.Habrá quienes se sientan más apegados a las costumbres y crean que rezar es la mejor forma de sentirse judíos. Otros pensarán en realizar una acción solidaria para el resto de la sociedad en la que viven. No hay recetas únicas, porque no hay una sóla manera de ser judío; los hay ortodoxos, conservadores, reformistas, laicos y nacionalistas. Pero sí hay un sólo pueblo judío, orgulloso de su pasado y atento a ser protagonista de su futuro.SHANA TOVA .Por Martín Kanenguiser.De la Redacción de LA NACION
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