viernes, 24 de octubre de 2008

Zeev Sternhell, hombre de izquierdas y "supersionista


Cuándo comenzó a pensar en Israel?
Incluso antes de la guerra, en Polonia. Mi familia era sionista y la tía que me cuidó militaba en la KKL [Fondo Nacional Judío, una organización dedicada a la compra de tierras en Palestina]. Yo leía los periódicos y en 1948 se produjo la declaración de independencia. Vuestra generación no puede entender la emoción que esa noticia provocó en nosotros. Era apenás sólo cuatro años después de que el Ejército Rojo nos hubiera liberado y seis años después de que los nazis liquidaran los guetos. Existía algo de locura en esa travesía desde horror y el desamparo a un estado judío y a una victoria militar. El niño de 13 años que yo era temía que los árabes masacraran a los judíos. Lo que veíamos era a 600.000 judíos rodeados por decenas de millones de árabes. Por lo tanto, para mí, que un ejército judío luchara y venciera, y que el estado de Israel fuese creado, superó toda imaginación. Hubo una dimensión casi metafísica en el hecho de que estos judíos conducidos a los guetos, perseguidos, asesinados y sacrificados, llegaran a construir un estado y no depender de los "gentiles". En Europa, los judíos nunca tuvieron forma humana, no eran nada, menos que nada, menos que fantasmas, menos que animales.Atención, usted habla como un sionista.Yo no soy un sionista. Soy un supersionista. Para mí, el sionismo fue y sigue siendo el derecho de los judíos a decidir su destino y su futuro. Todos los seres humanos tienen el derecho inherente a ser dueños de sí mismos, un derecho que a los judíos les fue denegado por la historia y que el sionismo les ha devuelto. Yo he sentido la amplitud de esta revolución cuando emigré a Israel sólo y con 16 años. El momento en que desmbarqué del Artza ["Hacia la patria", un buque israelí que partió del puerto de Marsella con decenas de niños judíos] y puse un pie en el puerto de Haifa, cese de ser un objeto para finalmente convertirme en un sujeto. Fue el final de la errancia, de las identidades falsas, de la necesidad de justificarse continuamente. Aquí, en Israel, no era necesario explicarse ni justificarse. No sabíamos hebreo, no estaba claro cual sería el futuro, pero se era, se estaba al menos seguro de una cosa: el interminable viaje llegaba a su fin.Usted está considerado como un historiador de izquierdas muy crítico. Sin embargo, al escucharlo ahora mismo, descubrimos a un sionista de la vieja escuela, a un nacionalista israelí.yo pertenezco a la vieja izquierda sionista, en su acepción nacional y social. Algunos de mis amigos de todo el mundo podrían quiza tomarlo a mal, pero eso no es grave. Atravesar la Segunda Guerra Mundial, asistir a la creación del estado de Israel, e inmigrar a la edad de dieciséis años, esto sólo puede explicarse por la fuerte voluntad de vivir en un estado-nación judío.Debemos considerar dos dimensiones. La primera es que no creo que sea posible defender nuestra existencia en este país fuera del marco del estado-nación. Fuera de él, no me hago ninguna ilusión. Si los árabes nos pudieran liquidar, lo harían voluntariamente. Si los palestinos, egipcios y todos aquellos que han firmado acuerdos de paz con nostros, pudieran conseguir o imaginar que no estuvieramos aquí, estarían encantados. El hecho es que nos enfrentamos a una amenaza existencial y que nuestra fuerza es nuestra único seguro de vida. Aunque yo puede estar en contra de la ocupación y desear que los palestinos tengan los mismo derechos que yo, sé que necesito el marco del estado-nación judío para defenderme a mí mismo.Pero hay una segunda dimensión. No tengo una religión que me puede dar seguridad o certeza. Y la paradoja es que hoy son las corrientes religiosas las que utilizan el lenguaje de la nación, salvo que yo no puedo aceptar un nacionalismo que no reconoce al otro, al nacionalismo palestino. La otra paradoja es que los israelíes laicos tienen infinitamente más necesidad de un estado-nación que los religiosos. Si a mí me quitan Israel, no soy nada, estoy desnudo. Israel no es para mí un hecho consumado, sino algo que debe ser preservado y protegido. Pero mi vida me ha enseñado que las cosas pueden derrumbarse muy rápidamente, de la noche a la mañana.Usted recibe el premio Israel 2008, durante el 60 aniversario de Israel. Pero Israel nunca ha tenido como ahora esta sensación de desgaste. ¿Se puede imaginar un colapso?Para mí, el sionismo no es un movimiento colonial. Nunca hubo intención de esclavizar una población o de controlar la ruta de la Indias. Exclusivamente, para poder ejercer el derecho de los judíos a vivir libremente y en condiciones de seguridad, ellos buscaron un pedazo de tierra que poseer. Con la ocupación de 1967, el verdadero peligro es que el sionismo se convierta en un movimiento post-colonial. Estamos en un situación semi-colonial, situación de la que aún no podemos liberarnos. Si no tenemos el coraje de retirarnos de gran parte de lo que están más allá de la "línea verde", obraremos en contra nuestra. Nos veremos obligados a elegir entre el colonialismo y un futuro binacional [un único estado israelí-palestino]. Pero cada una de estas dos opciones significa, ni más ni menos, la liquidación del sionismo. Un estado colonial dara lugar a una terrible revuelta de la población ocupada, y un estado binacional no resolverá nada y conducirá a un baño de sangre. El tiempo es breve, pero nuestro nivel de vida hace que vivamos en la ilusión. Esto no puede durar eternamente.

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