lunes, 2 de mayo de 2011

Amanecer de un Estado Atzmaút Israel


De la Resolución de Partición de Palestina al armisticio de 1949
Por Lic. Claudio Gustavo Goldman
El proceso que culminó con la declaración de la independencia del Estado de Israel (Iom
HaAtzmaút) fue nada fácil, pues la dirigencia del Ishuv debió sortear infinidad de dificultades,
tanto en el plano internacional como en el militar y también el interno.
Estas situaciones fueron agravándose a diario desde que a mediados de febrero de 1947, Gran
Bretaña hizo pública su determinación de renunciar al Mandato de Palestina el 15 de mayo de
1948 y solicitó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que decidiera sobre el futuro.
Las dirigencias del Movimiento Sionista y el Ishuv consideraron que ese anuncio daría lugar a
la concreción del anhelo de establecer un Estado judío tras la retirada de los británicos. Pero a la
vez eran conscientes de que para ello deberían actuar en forma inmediata, tanto en el campo
diplomático como en el terreno, pues sabían que Londres propugnaba el establecimiento de un
Estado árabe, o a lo sumo, uno binacional: árabe-judío. Y también tenían en claro que los
gobernantes de los países árabes y las organizaciones musulmanas que funcionaban en el
territorio del Mandato se oponían abiertamente al proyecto sionista.
El accionar de las instituciones judías fue básicamente coordinado, pero en varias ocasiones
tomaron decisiones que las enfrentaron y crearon una lógica desconfianza entre sus miembros,
la cual en algunos casos perduró hasta varias décadas después de Iom HaAtzmaút.
Accionar diplomático
Inmediatamente después de conocida la decisión británica, el Movimiento Sionista Mundial,
liderado por Jaím Weizmann; el Congreso Judío Mundial, presidido por Nahum Goldmann; y la
Sojnut Haiehudit se abocaron a la tarea diplomática de conseguir que los países miembros de la
ONU reconocieran el derecho del pueblo judío a tener su propio Estado en Éretz Israel.
El éxito de la misión, sobre la cual se informó en el módulo anterior, se debió a la ardua tarea y
el prestigio de Weizmann (foto, a la derecha) y Goldmann (foto, a la izquierda), el apoyo de las
principales instituciones de la comunidad judía de los Estados Unidos, la labor de Moshé
Shertok (Sharet, luego de la creación del Estado de Israel) y un grupo de jóvenes dirigentes del
Ishuv y la colaboración de referentes de otras juderías diaspóricas.
Tras la aprobación del Plan de Partición, todos ellos debieron batallar para evitar que se reviera
la decisión o se difiriera su implementación debido a los hechos que se producían en Palestina.
La situación en el Ishuv
La actitud oficialmente neutral, pero pro árabe en la práctica del gobierno mandatario obligó a
redoblar los esfuerzos de todos los estamentos que componían el Ishuv, que ya no sólo tenían
que proteger y brindar servicios básicos a la población judía, al tiempo que promovían la Aliá
Bet y reforzaban la colonización, sino que debían prepararse para la guerra que inevitablemente
habría de sobrevenir al establecimiento de un Estado judío en Éretz Israel.
El Vaad Leumí y la Sojnut Haiehudit se involucraron en todos esos aspectos, además del
accionar diplomático, y dispusieron que la Haganá y su grupo selecto, el Palmaj, se ocuparan de
la seguridad del Ishuv. En cambio, el Irgún Tzvaí Leumí y el Grupo Stern consideraron que se
debía continuar la lucha contra la potencia mandataria.
Mientras tanto, David ben Gurión, el máximo dirigente de la Sojnut (en la foto, discurso ante
la Aseifat Hanivjarim, el 20 de mayo de 1947), decidió delegar gran parte de las obligaciones de
su cargo en sus principales colaboradores, para dedicarse a estudiar qué posibilidades tenía el
Ishuv de constituir un ejército regular y conseguir el armamento necesario.
Moshé Shertok/Sharet fue el responsable de la tarea diplomática y Golda Meir, la encargada de
mantener contactos con la dirigencia árabe y de conseguir los recursos económicos que
requeriría el futuro Estado.
También existía un sector de la población judía, mayormente miembros de Hashomer Hatzaír
y de su expresión política (Mifléguet Hapoalim Hameujédet, Partido de los Trabajadores
Unidos, o MaPa”M), que aceptaba la posibilidad de un Estado binacional.
En tanto, las comunidades judías occidentales se movilizaron para ayudar al Movimiento
Sionista y al Ishuv, mientras seguían colaborando económicamente para sostener a los cientos
de miles de sobrevivientes que habían perdido todo durante la Shoá y vivían en campamentos de
refugiados en diversos lugares de Europa, a la espera de encontrar un país que los acogiera.
Por su parte, la población árabe tenía una organización que la representaba, el Comité
Supremo Árabe, que era liderado por el Muftí de Jerusalem, Muhammad Amín al-Husseini, un
dirigente religioso musulmán que había vivido varios años en Berlín, desde donde llamaba a los
árabes a apoyar a Hitler a través de la cadena radial nazi.
A pesar de su inocultable apoyo al enemigo derrotado, Al-Husseini regresó a Ierushaláim en
1946 con la venia del gobierno mandatario, que le permitió continuar con su prédica antisemita
y ponerse al frente de quienes se oponían a las aspiraciones sionistas.
Miljémet Hashijrur, la Guerra de Liberación
No bien percibieron que el Plan de Partición podía ser aprobado en las Naciones Unidas, tanto
las autoridades del Ishuv como las del Comité Supremo Árabe iniciaron sus preparativos: los
primeros, para aceptarlo, defenderlo y celebrar, pese a lo exiguo del territorio asignado al
Estado judío, y los segundos, para rechazarlo y conquistar todo el territorio del Mandato, para lo
cual contaban con el apoyo de los países árabes, muchos de los cuales habían logrado su
independencia en los años precedentes.
El 30 de noviembre de 1947, al día siguiente de la aprobación de la Resolución 181 y mientras
en diversas comunidades judías del mundo todavía se festejaba el significativo logro, siete de
sus hermanos fueron asesinados en tres atentados en Éretz Israel y el comité declaró una huelga
general de tres días, para expresar su oposición a lo resuelto por las Naciones Unidas.
Las fuerzas judías
Las fuerzas paramilitares con las que contaba el Ishuv podían calcularse en unos 35.000
hombres y mujeres de entre 18 y 25 años, de los cuales una mínima parte, no más del 20%, tenía
una preparación militar acorde a las circunstancias.
La Haganá contaba con unos 30.000 miembros, entre activos y reservistas, que eran
movilizados cuando era necesario repeler ataques árabes contra poblaciones judías. Sólo poseían
unos 10.000 rifles y pistolas.
En tanto, el Palmaj estaba compuesto por algo más de 2.000 efectivos activos y otros 1.000
reservistas, que dividían su actividad en dos semanas de servicio y otras tantas de trabajo en
diversos kibutzim. Únicamente dos de cada tres de sus integrantes portaba un arma liviana.
Ni la Haganá ni el Palmaj tenían artillería pesada, y los pocos vehículos armados que poseían
tenían un blindaje casero muy endeble.
Estas fuerzas, dependientes de la Sojnut Haiehudit, contaban también con algunos centenares
de morteros, pero con escasas municiones para todo el armamento, razón por la cual una de las
tareas emprendidas en forma clandestina fue su fabricación, así como la de pistolas.
También se encomendó a representantes de la Sojnut Haiehudit en Europa y América la
adquisición de armamento, pero el mismo debía permanecer en sus lugares de origen o en
depósitos del exterior hasta que entrara en vigencia la Partición, el 15 de mayo de 1948.
En tanto, el Irgún Tzvaí Leumí, brazo armado del revisionismo sionista, contaba con unos
2.000 miembros, mientras que se estima que eran 500 los integrantes del LeJ”I o Grupo Stern,
quienes contaban con un armamento liviano similar al de la Haganá y el Palmaj.
Las fuerzas árabes
Dos eran los cuerpos paramilitares árabes: Futuwa y Najjada, que sumaban unos 12.000
hombres, en su gran mayoría jóvenes.
A principios de diciembre de 1947 se les sumó el Ejército para la Guerra Santa, integrado por
un millar de hombres entrenados militarmente en Siria, quienes instalaron su base en
Ierushaláim y de inmediato comenzaron a atacar a la población judía.
En tanto, la Liga Árabe envió al Ejército Árabe de Liberación, integrado por 6.000 voluntarios.
Mientras que el armamento de los locales era pobre, estos últimos poseían pertrechos militares
modernos y de gran alcance.
También actuó la Legión Árabe (foto), una fuerza militar de Transjordania fundada por
Frederick Peake (Peake Pasha) como unidad del ejército británico, que cuando esta región se
independizó del Mandato, en 1946, pasó a depender de este nuevo país, gobernado por Abdullah
I, de la dinastía hachemita que conduce a su heredero, Jordania, hasta el día de hoy.
Entrenada y dirigida por oficiales británicos, la integraban 8.000 hombres transjordanos, que
contaban con 40 piezas de artillería y 75 vehículos armados, además de armamento liviano. En
enero de 1948 se sumaron otros 3.000 soldados.
Si bien los ejércitos regulares de Siria, Egipto, Líbano, Irak, Arabia Saudita y Yemen
oficialmente recién ingresaron en la contienda bélica luego de la finalización del Mandato, lo
cierto es que colaboraron con las tropas árabes desde fines de noviembre de 1947, mediante el
envío de armas e instructores militares.
La lucha armada
El año 1947 terminó con sucesivos ataques y represalias de ambas partes, y el siguiente
empezó muy mal para la población judía: a mediados de enero, 35 miembros del Palmaj que
iban a reforzar la defensa del asentamiento Kfar Etzión, ubicado a mitad de camino entre
Ierushaláim y Jebrón, fueron descubiertos y masacrados, mientras que el 22 de febrero, fuerzas
leales a Al-Husseini llevaron a cabo un múltiple atentado con coches-bomba a las oficinas del
diario The Palestine Post, el shuk (mercado) de la calle Ben Iehuda (foto) y el edificio de la
Sojnut Haiehudit, dejando un saldo de 90 judíos muertos y centenares de heridos.
Siete días después, el LeJ”I respondió dinamitando la vía férrea que unía El Cairo y Jeifá
(Haifa) al norte de Rejovot, provocando muertos y heridos entre las tropas británicas.
El gran problema que debían enfrentar las autoridades del Ishuv era mantener las
comunicaciones entre la zona costera y Ierushaláim y sus poblaciones judías aledañas, en
especial para hacerles llegar alimentos.
Las fuerzas árabes lograron evitar la llegada de los convoyes a partir del 22 de marzo, cuando
una treintena de vehículos fueron destruidos a la entrada de Bab el-Wad.
La necesidad de restablecer el contacto obligó a las fuerzas del Ishuv a emprender la operación
“Najshón”, que incluía el ataque a diversos pueblos árabes.
En el marco de la misma, entre el 9 y el 11 de abril miembros del Irgún y el LeJ”I atacaron
Deir Iasin, cuyos 750 habitantes recién se rindieron luego de ofrecer una gran resistencia. Desde
entonces se dijo que las fuerzas judías habían eliminado al centenar de pobladores que no había
escapado y violado a las mujeres. El hecho fue repudiado por las autoridades del Ishuv, a pesar
de que los líderes de ambas organizaciones nunca aceptaron que ello hubiese tenido lugar.
Las tropas hebreas lograron romper el cerco árabe, en forma temporal, el 20 de abril, lo cual
permitió abastecer de alimentos a gran parte de los 100.000 judíos que vivían en Ierushaláim y
sus alrededores, y también de hombres de refuerzo para la defensa de la zona.
Una semana antes, fuerzas árabes habían atacado un contingente sanitario que se dirigía al
hospital Hadasa, asesinando a 77 médicos, enfermeros y civiles judíos.
A quienes tampoco se pudo brindar ayuda fue a los 2.500 judíos -en su gran mayoría,
ortodoxos- que vivían en la Ciudad Vieja, en las cercanías del Kótel HaMaarabí, quienes
pudieron resistir hasta fines de mayo, cuando se rindieron a la Legión Árabe.
Otro de los objetivos de las autoridades del Ishuv era mantener la continuidad territorial del
futuro Estado judío, para lo cual se decidió tomar el control de las principales ciudades costeras
-Iafo, Tel Aviv, Aco y Jeifá- y el Galil. Con ese fin se atacaron poblados donde se agrupaban y
protegían miembros de los grupos paramilitares árabes.
La primera de ellas era un enclave árabe lindero con Tel Aviv que resultaba clave para la
seguridad de la principal ciudad judía de Éretz Israel y para mantener abiertas las rutas al Sur.
El 26 de abril, unos seiscientos hombres del Irgún iniciaron la operación militar en Iafo. Luego
de varios días de encarnizada lucha en diversas batallas, en la cuales también debieron enfrentar
a las tropas británicas, lograron conquistar el barrio Manshía y, de esa forma, evitar que se
atacara a la población telavivense. El 13 de mayo ingresaron a la ciudad unidades de la Haganá,
que tomaron el control de la ciudad, tal como se había acordado previamente.
Y en el Néguev se decidió reforzar la defensa de los kibutzim Iad Mordejai y Kfar Darom, en
las cercanías de Gaza, y Revivim, al sur de Beer Sheba, que podían ser atacados por los egipcios
Entre diciembre de 1947 y el 15 de mayo de 1948, un alto porcentaje de la población árabe que
vivía en el territorio que la resolución 181 de la ONU le había asignado al Estado judío huyó
por mar y tierra hacia Gaza, en poder de los egipcios, El Líbano y otros países árabes vecinos.
Este hecho no fue impulsado por el gobierno del Ishuv, sino por las propias autoridades árabes,
quienes les aseguraban a sus connacionales que pronto regresarían, después que vencieran a los
sionistas. Quienes dudaban acerca de abandonar sus casas eran convencidos y amedrentados con
la versión de lo ocurrido en Deir Iasin que manipulaba la propaganda árabe.
Al finalizar la Guerra de la Liberación, de los casi 860.000 árabes que vivían en el territorio
que le correspondía al Estado judío tan sólo quedaban algo más de 130.000.
Iom HaAtzmaút
Los enfrentamientos que se estaban produciendo en Éretz Israel y los alarmantes informes que
la potencia mandataria emitía sobre lo que podía llegar a ocurrir luego de su retiro de la región
hicieron que varios países que habían votado por la Partición comenzaran a dudar sobre su
factibilidad -entre ellos, Estados Unidos- y a proponer la postergación de su puesta en marcha.
La dirigencia encabezada por Ben Gurión sabía que si esa dilación se producía, luego se
volvería definitiva, así que intensificó los contactos diplomáticos para evitar que ello ocurriera.
Y a la vez, los líderes sionistas eran conscientes de que una vez retirada la potencia mandataria
y establecido el Estado judío podrían arribar a sus costas los pertrechos militares adquiridos en
Europa -especialmente, en Checoslovaquia-, así como los miles de judíos retenidos en Chipre.
El 10 de mayo de 1948, Golda Meir se reunió con el monarca de Transjordania, Abdullah I -al
igual que cuando se hizo pública la decisión británica de renunciar al Mandato-, a fin de pedirle
que no se plegara a la guerra que otras naciones árabes emprenderían ni bien se estableciera el
Estado judío. El rey le contestó que no deseaba sumarse, pero tampoco podía negarse a hacerlo.
Meses después fue asesinado por nacionalistas árabes que desconfiaban de su postura antiisraelí.
Por su parte, un alto porcentaje de los habitantes del Ishuv que habían visto factible un Estado
binacional asumieron que la propaganda árabe y el accionar de sus grupos paramilitares lo
volvían inviable -al menos, de momento-, así que apoyaron la declaración de un Estado judío.
Mientras se intensificaban los combates y los poblados judíos se reforzaban con los pocos
pertrechos existentes, Ben Gurión le solicitó a un grupo de asesores que preparase el texto de la
declaración de la independencia del Estado judío. La propuesta no le satisfizo y, según sus
biógrafos, se encerró en su habitación toda una noche, para redactarlo.
A la vez, convocó a los miembros de Vaad Leumí y a toda la dirigencia del Ishuv no afectada a
la defensa a que concurriera al Museo de Tel Aviv a las 16 horas del 14 de mayo de 1948.
La fecha establecida por Gran Bretaña para dejar de gobernar el Mandato de Palestina era el
sábado 15 de mayo, que coincidía con el 5 de íar según el calendario hebreo. Pero a fin de no
molestar a los judíos observantes, si bien él no lo era, Ben Gurión decidió que la independencia
del Estado judío debía declararse antes del comienzo del Shabat.
El lugar elegido y los invitados eran un secreto, pero la información trascendió y una multitud
se acercó al museo para esperar el desarrollo de los acontecimientos, incluso varias horas antes.
La sala donde se efectuaría el acto había sido engalanada con una foto de Theodor Herzl y dos
grandes banderas blanquiazules con un Maguén David en el centro, la enseña del naciente país.
Ben Gurión arribó al lugar con sus principales asesores, minutos antes de la hora indicada, y
ante un salón colmado dio lectura al Acta de la Independencia. En ese momento, el mundo supo
oficialmente que el Estado judío en Éretz Israel se llamaría “Medinat Israel”, Estado de Israel.
El texto no incluye menciones religiosas, pero sí a la cultura, la historia y las tradiciones del
pueblo judío desde su mismo comienzo: “Éretz Israel ha sido la cuna del pueblo judío. Aquí se
ha forjado su personalidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí ha vivido como pueblo libre y
soberano; aquí ha creado una cultura con valores nacionales y universales”.
Luego resume los principales hechos de la historia reciente del pueblo judío hasta el momento
de la resolución de Partición y asegura que el nuevo Estado basará su accionar en la libertad, la
justicia y la paz, abrirá sus fronteras a todos los judíos del mundo y garantizará la igualdad de
derechos y obligaciones a todos sus ciudadanos, sin distinción. También se hace un llamado a
los árabes a convivir en paz y mantener una relación de ayuda mutua y cooperación.
Un detalle digno de mención es que D’s no aparece en toda la declaración de la independencia,
a excepción del último párrafo, cuando es mencionado como Tzur Israel, tal como a veces
figura en la Torá: “Depositando la confianza en la Roca de Israel suscribimos esta declaración
en la sesión del Consejo Provisional de Pueblo sobre el suelo patrio, en la ciudad de Tel Aviv,
hoy, víspera del Shabat, 5 de íar de 5708, 14 de mayo de 1948”.
Luego de la lectura del acta independentista se procedió a derogar las leyes antiinmigratorias
establecidas por el gobierno mandatario y se levantó la sesión -que duró poco más de media
hora- después que todos los presentes cantaran el Hatikva.
La primera guerra del Estado de Israel
No bien las autoridades británicas abandonaron Éretz Israel, el 15 de mayo de 1948, los
ejércitos de cinco países árabes invadieron al flamante Israel. Esa misma noche, los Estados
Unidos reconocieron al Estado judío y lo propio hizo la Unión Soviética un par de días después.
Esta segunda parte de la guerra (en la foto, voluntarios argentinos) duró quince meses,
divididos en tres fases claramente definidas, hasta que la presión internacional obligó al “alto el
fuego” en cada uno de los frentes y se firmaron los respectivos armisticios.
Los ejércitos invasores
Irak: Inicialmente se comprometió a enviar a 5.000 hombres, de los 18.000 que componían su
ejército, y a brindar apoyo aéreo con un centenar de aviones; en su gran mayoría, de origen
británico. Terminó enviando a 10.000 efectivos.
Siria: Fue movilizada la totalidad de sus fuerzas armadas: 12.000 hombres y 50 aeroplanos.
El Líbano: Su ejército era el más pequeño de la región, con 3.500 efectivos.
Egipto: En un primer momento envió a 10.000 combatientes, la cuarta parte de sus fuerzas
armadas, pero después de la primera tregua duplicó esa cifra, que incluía 135 tanques, 90 piezas
de artillería y muchos de sus 54 aviones. Bajo el comando egipcio también participaron un
millar de hombres del ejército de Arabia Saudita y una indeterminada cantidad del yemenita.
Transjordania: Como quedó dicho, toda la Legión Árabe, su ejército, intervino en la guerra.
Primera fase: Del 15 de mayo al 11 de junio de 1948
La primera misión encomendada a las fuerzas militares judías -que el 26 de mayo se unieron,
conformando el Ejército de Defensa de Israel, conocido como TzáHa”L por las iniciales de sus
nombre en hebreo (Tzva Haganá LeIsrael)- fue impedir que las tropas árabes conquistaran las
poblaciones judías hasta tanto llegaran a destino los pertrechos militares adquiridos en Europa.
También debían reabrir el camino a Ierushaláim, bloqueado en Latrún por la Legión Árabe.
El ejército transjordano y los seguidores del Muftí atacaron a la población judía de la Ciudad
Vieja el 19 de mayo, la cual se defendió durante nueve días, hasta que debieron rendirse.
El 24 de mayo, las tropas de TzáHa”L intentaron infructuosamente tomar el área de Latrún
(foto). El 1º de junio volvieron a intentarlo, y tampoco lo lograron. En ambas operaciones se
sufrió gran cantidad de bajas israelíes.
En tanto, las tropas iraquíes atacaron sin suerte a poblaciones israelíes del centro del país, tras
lo cual debieron replegarse a las cercanías de Yenín, Shjem y Tulkarem, pobladas por árabes.
Al ejército sirio se lo bloqueó a las puertas del kibutz Degania, mientras que el egipcio avanzó
por el Sur, ingresando en varios kibutzim, hasta que fue repelido en las cercanías de Ashkelón.
El 11 de junio, las tropas israelíes lograron romper el cerco a Ierushaláim mediante la
construcción de un nuevo camino, y así pudieron hacerles llegar alimentos a los habitantes
judíos de la ciudad nueva o “Nueva Jerusalem”.
Por mediación del representante de las Naciones Unidas en la región, el conde Folke
Bernadotte, se estableció una tregua entre el 11 de junio y el 8 de julio, durante la cual este
diplomático efectuó una nueva oferta de partición de Palestina.
El hundimiento del “Altalena”
Durante esta tregua se produjo un hecho trágico en el campo israelí: un enfrentamiento entre
los sionistas revisionistas y el gobierno nacional a causa del arribo del vapor “Altalena”, el 20
de junio. Con un millar de efectivos y cargado de armas, había sido fletado en Europa por los
revisionistas antes del 15 de mayo, pero recién pudo hacerse a la mar varios días después.
El gobierno israelí exigió que las armas fueran destinadas a TzáHa”L, mientras que los
revisionistas querían que un porcentaje de las mismas fuese enviado a sus combatientes en
Ierushaláim, donde las diversas fuerzas paramilitares judías todavía no se habían unificado.
Ello no fue aceptado por Ben Gurión, así que los revisionistas se negaron a entregar las armas
y su máximo líder, Menájem Beguin, se subió al barco, desde donde intentó llegar a un acuerdo.
Pero el primer ministro adoptó una posición inflexible: entregaban la totalidad del armamento
o atacarían la nave. Según sus memorias, Ben Gurión temía que los revisionistas intentaran un
golpe de Estado. Como Beguin no aceptó el ultimátum, el “Altalena” fue cañoneado y hundido.
Murieron 16 personas, centenares resultaron heridas y la carga se perdió en su totalidad.
Segunda fase: Del 8 de julio al 18 de julio de 1948
La tregua permitió reforzar a TzáHa”L, y al iniciarse la segunda fase, las fuerzas israelíes
lanzaron acciones tendientes a recuperar territorios que habían sido ocupados por los árabes.
Tuvieron éxito las operaciones “Danir” -conquista de Lud y su aeropuerto (11 de julio) y
Ramla (12 de julio)- y “Dékel” -captura de Natzéret (Nazaret, 16 de julio) y toda la Baja Galilea
dos días (18 de julio, foto)-, mas no así “Kédem” -parte oriental de Ierushaláim, 18 de julio-, así
como dos nuevos intentos en Latrún (15 y 16 de julio).
El 16 de septiembre, Bernadotte volvió a proponer una redistribución de los territorios, la cual
fue rechazada por las partes. Al día siguiente, el sueco fue asesinado por miembros del LeJ”I.
Tercera fase: Del 15 de octubre de 1948 al 20 de julio de 1949
El 15 de octubre, los israelíes iniciaron la operación “Ioav” en el norte del Néguev, en
respuesta a las constantes violaciones egipcias a la tregua. La recientemente creada Marina
israelí hundió a la nave insignia enemiga y expulsó a sus tropas de toda la región.
TzáHa”L también logró liberar el resto del Galil y expulsar de allí a los ejércitos iraquí, libanés
y sirio (entre el 20 de octubre y el final de ese mes).
El 22 de diciembre, Israel entró en la península del Sinaí y la Franja de Gaza, pero la presión
internacional lo obligó a aceptar un cese del fuego (7 de enero) y a retirarse de ambos territorios.
El 5 de marzo de 1949, las fuerzas israelíes comenzaron la operación “Uvdá” y llegaron hasta
la entonces Umm Rashrash, donde luego se construiría Eilat.
Debido a la intransigencia de los países árabes, las treguas no dieron lugar a conversaciones de
paz y el gobierno israelí debió conformarse con firmar armisticios (24 de febrero con Egipto, 23
de marzo con El Líbano, 3 de abril con Transjordania y 20 de julio con Siria), cuyas líneas de
alto el fuego constituyeron las fronteras del Estado judío hasta la Guerra de los Seis Días (1967)
En esta guerra murieron 6.733 israelíes (1% de la población), 4.000 de los cuales integraban
las fuerzas armadas. Las bajas árabes se estiman entre 10.000 y 15.000.

Fuente OSA

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