por Giulio Meotti • 30 de Mayo de 2016
En 2006, Benedicto XVI (izquierda) dijo lo que ningún papa se había atrevido a decir, que hay un vínculo entre la violencia y el islam. Diez años más tarde, el papa Francisco (derecha) nunca cita por su nombre a los responsables de la violencia anticristiana y nunca pronuncia la palabra 'islam'. (Imágenes: Benedicto: Flickr/Iglesia Católica de Inglaterra II Francisco: Wikimedia Commons/korea.net).
Si uno recorre la lista de los viajes apostólicos del papa Francisco –Brasil, Corea, Albania, Turquía, Sri Lanka, Ecuador, Cuba, Estados Unidos, México, Kenia, Uganda y Filipinas–, observará que Europa no está precisamente entre las prioridades de su agenda.
Los dos anteriores pontífices lucharon por la cuna de la cristiandad. El papa Juan Pablo II se ocupó del comunismo derribando el Muro de Berlín y el Telón de Acero. Benedicto XVI se ocupó de la "dictadura del relativismo" (la creencia de que la verdad depende de la perspectiva con que se mire) y apostó todo en la reevangelización del continente recorriéndolo entero (visitó España tres veces), y en discursos tan excelentes como el de Regensburg, donde habló sin tapujos de la amenaza del Islam; y en el del Bundestag alemán, donde advirtió a los políticos allí reunidos contra el declive de la religiosidad y "sacrificar sus propios ideales por el poder".
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