lunes, 30 de mayo de 2016

Muhamad Ayyash: “Israel es mi país. El mejor que hay. Por eso me enrolé. Para aportar”

“Yo quería que mis hijos vivan todos en paz”, asegura Kassem con tan lógica naturalidad. “Por eso al principio, cuando Muhamad quiso enrolarse, yo no me alegré. Pero luego concordé, porque aquí vivimos, este es nuestro país, y él, como árabe musulmán, también tiene lo que aportar”. 
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Cuando Muhamad Ayyash nació, hace 25 años, estaban cayendo sobre Israel misiles Scud disparados desde Irak por Saddam Hussein. Su madre, Dalia, que estaba por darlo a luz, y su padre Kassem, así como el resto de los pacientes y sus familiares en el hospital de Naharia en el norte de Israel, debieron ser trasladados al refugio subterráneo. Allí llegó al mundo Muhamad, el segundo de cuatro hijos, hermano de Iyad, Fayyad y la única mujer, Dawlat.
“Yo quería que mis hijos vivan todos en paz”, asegura Kassem con tan lógica naturalidad. “Por eso al principio, cuando Muhamad quiso enrolarse, yo no me alegré. Pero luego concordé, porque aquí vivimos, este es nuestro país, y él, como árabe musulmán, también tiene lo que aportar”.
A Muhamad tuvimos el gusto de conocerlo hace ya varios meses, al concedernos una entrevista y recibirnos, vistiendo uniforme de las Fuerzas de Defensa de Israel, en su casa en la aldea Dir el-Assad al norte del país. A la entrada, sobre el marco de la puerta, un versículo del Corán que menciona a Mahoma, el profeta (en árabe, Muhamad precisamente). Allí se ubica nuestro joven entrevistado, con su tímida sonrisa, cuando pedimos tomarle una foto.
“Creo en Dios, pero no soy religioso y no rezo”, aclara Muhamad, cuyo padre Kasem, comenta luego que cada uno debe respetar el credo del prójimo y que odiar a alguien por su fe le resulta inconcebible. La madre, Dalia, aparece en todas las fotos familiares con la cabeza cubierta, propio de las mujeres respetuosas de la religión. Y la hermana de Muhamad, Dawlat, expresó en un post en Facebook justamente en los últimos meses de profunda tensión a raíz de la ola de atentados, su visión de convivencia, subiendo a su muro una foto en la que aparecen, juntos, los símbolos del Judaísmo, Cristianismo e Islam.
Iyad y Fayad, los dos hermanos varones, observan y prestan atención en silencio cuando él y su padre hablan, asintiendo cada tanto, y más que nada, con miradas de cariño y gran respeto por su hermano, que pocos meses antes había sido elegido como uno de los 120 soldados sobresalientes de todas las Fuerzas de Defensa de Israel, a los que recibió el Presidente Reuven Rivlin en su residencia oficial en Iom Haatzmaut, el Día de la independencia de Israel.
Muhamad cuenta que siempre le gustó el ejército y que muchas veces había pensado en enrolarse. No es lo obvio por cierto, tratándose de un joven árabe musulmán, que no sólo no tiene la obligación de hacerlo por ley sino que en muchos casos, podría sentir que eso choca con su identidad, por mejor ciudadano que sea.
Pero lo tiene claro: “Soy israelí, árabe, musulmán”, recalca, y explica por qué decidió enrolarse. “Israel es mi país, nací acá y aquí vivo, eso siempre lo tuve claro, y enrolarme fue para mí una forma de manifestarlo, de aportar al país en el que vivo, que para mí, es el mejor que puede haber”.
Por un lado, cuenta que siempre le atrajo el ejército y que numerosos amigos y conocidos suyos se sumaron a Tzahal, o la policía y la Guardia de Fronteras. “Mi mejor amigo vino un buen día y me contó que a la mañana siguiente entraba a la Guardia de Fronteras. Le dije que si me hubiera contado antes, me habría enrolado junto con él”, comenta sonriente. El trabajo, los cursos de medicina alternativa a los que estaba abocado, postergaron el plan, pero él sentía que era sólo cuestión de tiempo hasta que tomara la decisión definitiva de sumarse a las Fuerzas de Defensa de Israel.
Pero cuando le comentamos que todo niño, en algún momento, sueña con ser soldado, policía o bombero, sonríe y aclara. “Yo miro alrededor y veo que no hay punto de comparación entre cómo nosotros vivimos en Israel y cómo viven los árabes en otros países de la región. Si no tienen trabajo, se pueden morir de hambre. Y si necesitan servicio médico y no pueden pagar, pueden morir. Acá, en Israel, eso nunca va a pasar, porque hay preocupación por el ciudadano”.
Qassem, el padre, escucha y cada tanto interviene. “No es que no haya problemas y que esté todo perfecto. Pero si uno vive tranquilo y no se mete en problemas de seguridad, nadie lo molesta. Aquí nadie vendrá en la mitad de la noche a golpearte la puerta sin razón y preguntarte qué estás haciendo, si respetas la ley. En otros lados, eso sí sucede”. Se lleva la mano al pecho y agrega: “Yo estoy hace meses sin trabajar, por unas operaciones que he tenido que pasar, y el Seguro Nacional me paga lo debido, como al resto de los ciudadanos en la misma situación”.
Muhamad hizo curso de enfermeros y compartió las vivencias del ejército, que hoy afirman “fueron inolvidables”, con compañeros judíos, varios de ellos ultraortodoxos, y también con beduinos. “En el curso de enfermeros yo era el único árabe y allí me hice muchos amigos con los que hasta ahora estoy en contacto. No es que todos me recibieron bien siempre o confiaron de entrada, pero en todos lados hay problemas, ventajas y desventajas, es natural. Si uno sabe por qué marcha por el camino que eligió, todo termina bien”.
Y fue a raíz de ese servicio, que resultó elegido como uno de los soldados sobresalientes de todo el ejército israelí. Durante una misión de guardia en la frontera con Gaza, uno de sus compañeros, beduino, resultó herido por el disparo de un francotirador desde Gaza. Muhamad lo atendió, estabilizó su estado y lo cuidó hasta que llegó un helicóptero a evacuarlo. Luego ayudó al cirujano en la operación. “La gente me dice que podría haber recibido un balazo yo también, que estaba en peligro, pero la verdad es que en ese momento en lo único que pensaba era en salvar la vida de mi compañero”.
Muhamad no vive con los ojos cerrados. Es consciente de las tensiones que estallan cada tanto, con mayor o menor intensidad, entre judíos y árabes ciudadanos de Israel. Recuerda que a él mismo hubo quienes lo criticaron, pero también recalca que “mucha gente me apoyó, y yo no era por cierto el único habitante de Dir eñ-Assad que decidió enrolarse al ejército”. Cuenta orgulloso que también en la familia de su flamante esposa Nermin, hay quienes optaron por el mismo camino, su propio suegro y uno de sus cuñados.
“Sea como sea, yo considero que quien no considera que Israel es su país, pues que se vaya a vivir a otro lado, y ya verá que como Israel no hay”, recalca.
Hace dos semanas, Muhamad finalizó su servicio militar. Está feliz de tener ahora más tiempo para compartir con su familia y de sentir, ya después de haber culminado esta etapa, que tomó la decisión correcta al enrolarse, y que sus años en el ejército israelí le hicieron crecer, aportándole seguridad y experiencia de vida. “Además, si me siento parte, claro que esto era muy importante”, resume. “Hice lo correcto, como ciudadano, de eso no tengo ninguna duda”.

Fuente: Comité Central Israelita de Uruguay

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