viernes, 13 de mayo de 2011

No ocultamos nuestro júbilo



Por Angélica Mora

No voy a competir con las agencias de noticias ni con los expertos quienes han informado y analizado -y seguirán haciéndolo por mucho tiempo- la noticia que se podría constituir en la más impactante de la década, después de los ataques del 11 de septiembre del 2001: la muerte del Terrorista Número 1 del Mundo, Osama Bin Laden.

Incluso las agencias y los diarios no han sabido como expresar adecuadamente la Operaciónde Captura y luego la desaparición del siniestro personaje. Han hablado que fue "enterrado en el mar" y luego la ridícula descripción de " El cadáver de Osama Bin Laden fue depositado en el mar"...
Quizás la noticia nos tomó a todos desprevenidos.

Por mi parte, como buena neoyorquina en cuyo estado he vivido desde que llegué a Estados Unidos hace ms de 30 años, celebré en mi casa la buena nueva.
No tuve por qué ocultar mi júbilo ante la noticia de la muerte de Osama Bin Laden, el Enemigo Público Número Uno de Estados Unidos y del mundo civilizado.

No estuve en Time Square celebrando, porque vivo a varias horas de Manhattan, en la parte norte de Nueva York, pero la alegría de todos los habitantes de NY y los otros 49 estados fue de una alegría rabiosa, guardada por casi diez años.

Diez años esperando este momento, luego del 11 de septiembre.
Ya después de esto, cualquiera espera se mide corta.

Esperar que otros terroristas y tiranos caigan es asunto de ponerse en la puerta de la casa a esperarlos desfilar horizontales, por su propio peso o edad...
No estoy nombrándolos, pero todos saben a quienes me refiero.
A todos los que abusan del poder, y desafian las libertades inherentes al Hombre les llega irremediablemente su hora.

Los estadounidenses, latinoamericanos y los europeos podremos pagar el precio de nuestra alegría de este momento a partir de ahora, que pueden ser otros ataques en represalia. Y estar en alerta será dificil y una lucha diaria.
Al Qaeda seguirá amenazando.
Pero, éste, este momento de alegría es único y no lo puede quitar nadie.
Mañana será otro día.Diario de America

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