miércoles, 30 de marzo de 2016

Revista de Prensa

¿Por qué lleva Netanyahu tanto tiempo en el poder?

 

Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel.
Moshé Arens, ministro de Exteriores con Isaac Shamir, explica por qué el actual líder del Likud lleva tanto tiempo al frente del Gobierno de Israel. La clave, según Arens, está en que los israelíes prefieren a los políticos que mejor garantizan su seguridad.
Desde hace algunos años, todas esas políticas basadas en concesiones –los Acuerdos de Oslo, la disposición a la retirada de los Altos del Golán, la retirada unilateral de la zona de seguridad del sur del Líbano, las ofertas realizadas a Arafat por Ehud Barak, la retirada de la Franja de Gaza– son vistas como erróneas por la mayoría de los israelíes. La presión externa de EEUU y la Unión Europea para que Israel acepte concesiones puede haber animado a algunos, pero ha enfurecido a la mayoría y disparado el apoyo aNetanyahu. En materia de seguridad, el asunto que más preocupa al público israelí, el Partido Laborista y su reencarnación en Kadima han fracasado.
Los asuntos de seguridad siguen dominando la escena política israelí y hasta que el laborismo no ofrezca mejores respuestas que las que proporciona el Likud o, Dios no lo quiera, el partido conservador cometa un grave error en esta materia, muy probablemente éste seguirá en el poder.
La organización terrorista liderada por el sedicente califa Abubaker al Bagdadi ha perdido bastante territorio en el último año. En este artículo de Magnet se da cuenta los porqués.
¿Por qué está perdiendo? Se unen varios factores. Un motivo evidente es la impresionante panoplia de fuerzas militares a las que ISIS se enfrenta: en Siria está enemistado con todas las facciones que participan en la guerra civil. Su particular crudeza y su carácter absoluto respecto al yihadismo internacional ha provocado que ni siquiera el frente Al-Nusra, la rama de Al-Qaeda en la guerra siria, les apoye. Tanto Al-Asad como los kurdos como las fuerzas rebeldes opositoras ven en ISIS un enemigo natural. Son muchos frentes. Cualquier agente en Siria, desde Rusia hasta EEUU, tiene incentivos para bombardear al ISIS.
(…)
Nada de esto significa que ISIS desaparezca a corto plazo. Como hemos visto en el caso de Mosul, la toma de lo que resta de su territorio puede durar muchos meses más, y la situación puede cambiar en el futuro. Pero por el momento hemos visto cómo todo este proceso ha devuelto a ISIS a su estado primigenio: los atentados. No sólo en París y en Bruselas, donde la organización ha manifestado su debilidad con matanzas incruentas crueles cada vez más perfeccionadas, como bien explica Jesús M. Pérez en ‘Guerras Posmodernas’, sino también en Bagdad. También en Irak, donde es fuerte, ISIS recurre a atentados terroristas.
John Hannah, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, analiza las intervenciones de los principales candidatos a la presidencia estadounidense en la reunión anual de AIPAC en relación con Oriente Medio e Irán. A su juicio, sólo Hillary Clinton se atrevió a mostrar su compromiso con un programa político que pretenda influir en el orden interno de la República Islámica.
(…) mientras Trump, Cruz y Kasich limitaron sus observaciones a la lucha contra la amenaza externa iraní, sólo Clinton puso de relieve la importancia de su situación interna y la necesidad para EEUU de ayudar al pueblo iraní contra un régimen opresivo. He aquí el pasaje más relevante de su discurso:
“(…) América debería estar siempre con esas voces dentro de Irán que piden mayor apertura. Sabemos que el líder supremo sigue teniendo la última palabra y que los miembros de la línea dura tienen la intención de seguir manteniendo su control del poder. Pero el pueblo iraní merece un futuro mejor y está intentando hacer oír su voz. Debería saber que América no es su enemigo, sino que apoyaremos sus esfuerzos para un cambio positivo en Irán”.
Lincoln Clapper vincula en Global Monitor los últimos atentados en Europa con el wahabismo, la interpretación rigorista del islam patrocinada por la casa Saúd y extendida por todo el mundo desde hace medio siglo.
Los problemas de Bélgica para asimilar a los inmigrantes musulmanes (…) en los últimos 50 años, junto con una fuerte y persistente inyección de wahabismo, explican por qué aquél se ha convertido en el país con más combatientes per cápita en las filas del Estado Islámico, por qué la mitad de los terroristas de los atentados de Bélgica eran belgas de nacimiento y por qué cinco de los once terroristas de París habían nacido o crecido también en Bélgica. Esto no es una coincidencia. La doctrina wahabista, apoyada e implantada con vehemencia dentro de Arabia Saudí, ha demostrado ser la mayor y más productiva fuente de extremismo religioso en todo el mundo. Desde el surgimiento del Estado Islámico, en 2011, su atractivo wahabista y su credibilidad han galvanizado a jóvenes musulmanes oprimidos en todo el globo, especialmente en [los relacionados con] las mezquitas que han recibido una profunda influencia de la Liga Musulmana Mundial. Tenga la seguridad de que habrá un aumento de esos actos violentos no sólo en Europa Occidental, sino hasta donde haya llegado la financiación del wahabismo saudí en el último medio siglo. Las operaciones contraterroristas y las campañas militares no van a poner fin a este fanatismo. La tímida intransigencia mostrada por la política exterior occidental ha demostrado ser su mayor debilidad. A menos que la comunidad internacional aborde el problema dentro del reino saudí, para acabar con la hipócrita política exterior que continuamente financia y promueve la monarquía, su existencia será propicia para el terrorismo islámico durante muchos años más, si no décadas. Demasiadas vidas inocentes se han perdido ya, y muchas más se perderán a menos que se desmantelen los cuarteles generales del wahabismo en Riad.

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