jueves, 17 de julio de 2008

Carta de una madre‏


Miki Goldwasser le escribió a su hijo secuestrado por el grupo terrorista Hezbollah. (03/07/2008)
Mi querido Udi,
¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo fue? ¿Por qué?
¿Cómo pedirte perdón ante mi fracaso por devolverte a casa? ¿Cómo te explico que creí en los organismos, militares, políticos, de un país creado por un sueño? ¿Cómo te cuento acerca de un país que está inmerso en torbellinos oscuros y nefastos? Yo no te conté la famosa leyenda para niños de “Caperucita Roja” porque pensé que no era lo correcto. Para que nunca supieras que el lobo se devora al más débil. Hoy, los lobos sedientos de poder, te devoraron a ti y a Eldad.
Dos años de desesperación indescriptible, y cuando llegamos por fin al final del túnel atisbando la luz resplandeciente, creyendo que en pocos días los recibiríamos con un abrazo, el sistema político y militar se encargaron de bloquear la negociación. ¿Preguntas por qué?
Udi, yo me avergüenzo de contártelo. Ya que no me vas a creer. Tu honestidad y tu sano raciocinio no comprenderían la maldad del poder y las ansías de dominio de los miserables, que llegaron a cargos en los cuales pueden dirigir las cosas basándose en su criterio. Yo preferí ocultarte que existen personas como ésas.
¿Sabes? Tú conoces a tu hermano que dedicó su vida al sistema militar. Tú recuerdas las conversaciones en las que tratábamos de convencerte de que no optaras por la senda de seguridad. ¡Con qué efusividad él la defendía! ¡Cuán ciegamente confiaba y entregaba su alma a sus conductores! Y hoy – está destrozado y desalentado ante el rumbo cruel que han tomado las cosas.
Mi querido Udi. Caíste víctima de su maldad, de su fijación, de su mezquindad y la lucha por el poder de unos pocos. Si, ellos son los que lideran. Tu primer Ministro, tu Ministro de Seguridad. Los líderes de diferentes organismos de seguridad. Las personas de mayor responsabilidad por tu vida. Por encima de ellos está Dios, y no creo que él los haya guiado en su camino. Este es la senda del diablo. El diablo que tienta al poder, al dominio y a la autoridad. Si Dios hubiese llegado a sus almas, él con su infinita compasión hubiese orientado sus corazones hacia la solución justa. No creo que los haya abandonado a ti y a Eldad en manos de los infames. Y preguntas el porqué?
El primer Ministro y el Ministro de Seguridad los tienen amarrados, a ustedes, para evitar que los derroquen. Ellos utilizan las triquiñuelas de Nasrallah. Exactamente de igual manera. También hizo uso de ustedes, mientras los necesitó con el fin de aparecer en los titulares. Hoy, el Líbano se estabiliza y él pertenece a los partidos del régimen, nuevamente no nos necesita e incluso, por el contrario – las voces por vuestra liberación, lo molestan, él aceptó las negociaciones, cuando antes nunca las hubieron tan acertadas. Todas las negociaciones por la devolución de prisioneros y secuestrados resultan dolorosas. ¿Pero quién tiene la culpa? Los comandantes del Ejército de Israel son los culpables. Incluso la Comisión Winograd (tú no llegaste a conocerla) concluyó que el funcionamiento de Tzáhal (Ejército de Defensa de Israel) en lo referente a la seguridad, fue un fracaso. Que los servicios de Información no funcionaron. Que la comunicación con los comandantes de las unidades y el comando general, reaccionó tardíamente. Pero todo te lo contaré cuando vuelvas. Entretanto, la vergüenza.
Siempre nos culparon de entorpecer las negociaciones. Hoy descubrí la amarga verdad. La traición llegó desde casa. Sólo de aquí dentro, desde nuestro país, se torpedeó la negociación. No es Nasrallah ni nada que se le parezca.
Desde aquí llegó el fracaso de algo tan largamente estructurado y con gran esfuerzo. Y si la vergüenza fuera poca, cómo quedamos ante el mundo todo. Movilizamos a las Naciones Unidas que puso a nuestra disposición un espacio para ocuparse de las tratativas. También a casi todos los gobiernos y muchos de ellos, se preocuparon en firmar declaraciones y acuerdos en pro de vuestra liberación. ¿Qué tenemos en común con ellos? Pero ellos se movilizaron y actuaron. ¿Y nosotros? Nosotros nos ocupamos de obstaculizar justamente al último día.
Udi, ¿cómo te miraré a los ojos? ¿Qué le diré a tu abuelo Arie, uno de los fundadores de la colonización? ¿Qué le diré a tu abuelo David? ¿Y si tendré nietos? ¿Qué es lo que les contaré?
Perdóname, mi querido Udi, Perdóname. Porque yo no puedo perdonarme a mí misma.
Tu madre, que te ama y te extraña desesperadamente.
PD: Mientras tanto, se perfila movilización, después de incesantes luchas de la familia, que se ha movilizado con el fin de abolir la decisión que podría haber obstaculizado la negociación.


Fuente: Yediot Aharonot
Traducido por Lea Dassa

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