lunes, 30 de diciembre de 2013
«Silvester» o no «Silvester»? ¿Esa es la cuestión judía?
¿«Silvester» o no «Silvester»? ¿Esa es la cuestión judía? Escrito por Andy Faur
A diferencia de los países de la díaspora en donde el festejo es parte de las costumbres del lugar y asunto cotidiano, en Israel con la llegada del fin de diciembre - el fin de año civil como se lo llama aquí, se renueva una vieja discusión.
El trasfondo de la misma: Cada año hay más y más lugares en el país - discotecas, fiestas particulares, pubs, hoteles, etc. - que organizan eventos, fiestas y reuniones para conmemorar el 31 de Diciembre, «Silvester» como se lo denomina aquí y en otros lugares del mundo (más adelante, ampliaremos sobre dicha figura) y cada año más y más gente sale a festejar, se encuentran, bialan y demás...
Y ahí nomás se levantan los las voces «judías raigales y auténticas» y se rasgan las vestiduras - en señal de duelo, por supuesto: ¿Cómo un judío/a va a festejar «Silvester?» ¡Es una fiesta cristiana! ¿Qué tiene que ver esa fecha con el judaísmo? Y argumentos como: ¡El festejo de «Silvester» nos lleva directamente a la asimilación, a la pérdida de identidad y a parecernos al resto de los pueblos del mundo... Dios nos libre y guarde!
Y como broche de oro de tamañas desviaciones heréticas dicen: no sólo eso, sino que ¿cómo vamos a festejar a este Sr. Silvestre, que fué uno de los papas más antisemitas de la historia?
Para entrar en detalles: Silvestre I fue el 33° papa de la Iglesia Católica, y el que convocó el primer Concilio Ecuménico en Nicea en el año 325, en donde se sentaron las bases de la creencia cristiana católica, que es la que rige hasta hoy en dicha institución eclésiastica. Silvestre I murió el 31 de diciembre de 335 y a partir de la adopción del calendario gregoriano, el último día del año o «Noche vieja», es tambien la conmemoración de su fallecimiento.
Volvamos al tema que nos atañe: la influencia negativa, o no, del 31 de diciembre en el judaísmo. Si lo observamos en términos de procesos históricos, vemos en realidad que el judaísmo siempre fué, como lo es también ahora, influenciado y moldeado por el entorno en que vivió y se desarrolló; y es así que conviven en él desde hace siglos, costumbres traídas de Egipto y de Babilonia, de Sefarad y de Europa, y nadie se «asimiló» por ello; todo lo contrario; diría que incorporamos costumbres culturales de otros pueblos a la cultura judía que no hicieron más que enriquecerla y aggiornarla, y que hoy son parte integral de la misma.
La mayoría de los judíos de Israel y del resto de los países de la díaspora, somos y queremos ser parte del mundo occidental y liberal y esta es una buena, sino la única, oportunidad para algunos, de demostrarlo públicamente.
En Israel vivimos simutáneamente - algunos dicen esquizofrénicamente - con dos calendarios anuales: por un lado el calendario hebreo, que es el que marca el ritmo de la vida cultural-religiosa de los judíos en el país, con sus feriados, festividades y eventos nacionales y, por otro, con el calendario «civil» gregoriano, que es el que marca las fechas administrativas, presupuestarias y programáticas de la mayoria de las instituciones y organizaciones del Estado judío, excepto las de aquellos que viven encerrados en sus burbujas, aislados de lo que pasa en el resto del país y en el planeta.
En el día a día, nos guiamos por los meses gregorianos: enero, marzo, octubre, etc. Para la mayor parte de la gente el mes comienza ahí, el mismo día que recibe su sueldo en el banco. ¿Cuantos judíos saben cuando cae el mes de Tamuz o Jeshván o la fecha hebrea de su cumpleaños?.
Por otro lado, gran parte del público religioso israelí se guia por el calendario hebreo, con su Rosh Jodesh (comienzo del mes lunar), festeja su onomástico en la fecha hebrea y sus semanas se rigen de acuerdo a la Parashat Hashavúa (porción semanal de lectura de la Torá). Pero a la vez, nuestra semana va de domingo a viernes, en cuanto que el shabat - el sábado - es el día común de descanso para todos nosotros.
Seguir el calendario gregoriano en nuestra vida diaria, no va por supuesto en detrimento ni quita la importancia ni el significado profundo de las festividades y feriados del calendario hebreo, pero cada cosa tiene su tiempo y su lugar.
Si habría una razón por la que me opondría a participar de los festejos, sería está más «universal» que «judía» propiamente dicha: por «justicia social». Si hay alguien que festeja «Silvester» en Israel en forma literal, son los dueños de las discotecas y pubs, que en esa noche «se hacen el año»», cobrando precios exageradamente altos y prohibitivos para la mayoría, simplemente por participar de una noche de festejos en particular.
Y si la gente quiere festejar («sibá lamesibá», una causa para un festejo, en hebreo),¿Por qué no? ¿Uno es «menos judío» por ello? ¿Acáso vamos a perder nuestra monolítica y rígida identidad por ir a bailar a una discoteca - con otros judíos, a propósito - el 31 de diciembre?. En definitiva termina siendo un festejo civil, sin ningún significado religioso o cultural que contradiga o afecte a la identidad judía de quienes festejan.
Sabemos que en Israel se esta conformando un nuevo judaísmo autóctono y particular y me parece importante resaltar una nueva «festividad» israelí (aunque local), creada a partir del contexto y las condiciones especiales del país y la ciudad en la que se realiza: el« Jag Hajaguim» (La festividad de las festividades, en hebreo). ¿De que se trata la misma?: la ciudad norteña de Haifa la lleva a cabo todos los fines de diciembre, durante un fin de semana, para celebrar tres festividades importantes de las tres culturas que conviven en la ciudad: Janucá, para los judíos; Navidad, para los cristianos y el Eid al-Fitr para los musulmanes que cierra el mes de ayuno de Ramadán. Este año en particular ni Janucá ni e Eid al-Fitr caen en la fecha establecida, pero sigue siendo un evento multicultural importante y multitudinario.
Quienes se muestran preocupados por nuestra identidad judía particular y particularista, mejor sería que vean en la cerrazón y el aislamiento a los factores que llevan a las masas de judíos - especialmente a los más jóvenes - a la indiferencia y al alejamiento del judaísmo y no la libertad, el pluralismo y la interacción con otras culturas, que sólo lo enriquecen y lo hacen más interesante.
Lo que deseo en este nuevo año civil, es que siempre tengamos motivos para festejar y pasarla bien, incluso si no es en fiestas «puras y originariamente judías».
¡Feliz Año Nuevo!