viernes, 27 de diciembre de 2013
Guerut, Avdut ve’Inui: tres ejes para el carruaje de la libertad.
BHN”V
La historia que relata la esclavitud de Am Israel en Egipto proviene de una visión profética.
En ella nuestro Patriarca Abraham puede percibir y comprender el destino futuro de su
simiente aún por nacer y la crudeza que ese tiempo le depara, en cuanto a su situación
física y espiritual.
Esta visión, emocionante y conmocionante, nos permite comprobar, en el capítulo 15
del libro de Bereshit, que La Palabra del Creador, amén de cumplirse, se sostiene por
generaciones y llega a su expresión en los tiempos y en las formas que le son reveladas
al hombre. “Brit ben HaBetarim”, el Pacto entre las partes o trozos es la referencia.
Nuestra perashá es la consumación de dicha profecía y el comienzo de su resolución, al
cabo de los cuatrocientos años allí enunciados por El Todopoderoso a Abraham; años
de exilio y enajenación para su descendencia, en “una tierra que no sería de ellos”, al
decir del texto.
D’s anuncia a nuestro Patriarca que “extranjera será tu simiente en una tierra que no les
pertenecerá, y los esclavizarán y los segregarán y torturarán por espacio de cuatrocientos
años...” El texto de la profecía no habla sólo de esclavitud; se advierte un eje triple:
Extranjería - Esclavitud - Sufrimientos (Guerut, Avdut e ‘Inui, respectivamente).
Debemos recordar, empero, que D’s advierte que “también a la nación a la cual ellos
servirán habré de juzgar (con severidad)”. Por lo tanto, en el relato bíblico las historias
cobran un sentido peculiar, puesto que sabemos de las angustias y pesares de los esclavos,
pero no podemos dejar de pensar también que nada de eso quedará impune y que
la justicia llegará a instalarse definitivamente en el lugar que corresponde, esto es en el
ámbito terrenal y para con los protagonistas mismos de los
hechos.
Perashat Vaerá comienza a relatarnos el camino de la liberación de Egipto, que llegará
solo después de haber promediado en esa tierra -sus dirigentes y habitantes- la no
pequeña cifra de Diez Plagas que, si somos fieles a nuestro texto, son referidas, como
se recordará, bajo el nombre de “Eser Macot”, es decir: los “diez castigos (ejemplares)”
acaecidos en el correr de un año en Egipto.
“Elu eser macot she-hebí haKadosh Baruj Hú al ha-mitsrim be-Mitsráim...”, solemos leer
desde la Hagadá junto a nuestras familias, en cada milagrosa noche de Jag HaPesaj, año
tras año. Nuestro recuerdo -lejos de ser provocativo- debe servirnos de memoria
activa para evocar no solo lo ocurrido con los egipcios; debe señalarnos que cada una
de estas diez plagas o castigos hablan de todo un aparato, montado con astucia y perversidad
por un Faraón, por su corte y con el aliento de su pueblo, todos empeñados en
acabar con las esperanzas y expectativas de una familia hebrea, devenida casi nación en
pleno exilio.
Por eso es que cantamos, en esa mágica noche que evoca nuestra libertad: “Ilu asá
bahem shefatim...”, “si tan sólo hubiera hecho sobre ellos juicios punitivos” también
sería suficiente, como concluye la canción del Daienu. D’s propinó a los egipcios y a sus
dioses Shefatim, nombre singular que incluye las Plagas, que no parecen ser tales, y cuyo
sentido se aproxima más a una justicia que llega, siempre, para dar por tierra con el
opresor de turno.
A eso se debe que Rab Shimshon Refael Hirsch Z”L, al educarnos sobre las Eser Macot,
las no tan plagas, como nos enseñaron, las agrupe, de modo significativo, en tres grupos.
Alude con ello al estado a que fuimos sometidos en Egipto por el faraón y sus
secuaces así como, por cierto, también por el pueblo todo.
Éste sería el esquema planteado:
Guerut (Extranjería) Avdut (Esclavitud) Inui (Tortura)
Sangre Ranas Piojos