viernes, 20 de diciembre de 2013

Sobrevivir a Egipto: cuestión de nombres.

Parasha SHEMOT BHN"V Ve-ele shemot Bené Israel ha-baim mitsraima..." "Y éstos son los nombres de los hijos de Israel, los vinientes a Egipto..." Esas son las palabras que indican que hemos arribado a un nuevo libro de nuestra Torá, a una nueva estación en el ciclo anual de lecturas y estudios al que refiere cada iehudí en su plegaria cuando dice: "...pues ellas son nuestra vida y la extensión de nuestros días, y en ellas meditaremos nuestros días y noches". Nuestra perashá -que da el nombre a todo este jumash-, es Shemot, Nombres... Una denominación a la vez sugestiva y profunda, pues en ella no solo ocurre el Éxodo que testimonia la traducción latina de nuestro Segundo Libro. Antes del Éxodo hay "Nombres", "Shemot", de quienes, amparados y unidos a Iaacov, vienen hacia Egipto, reviviendo no solo un presente sino, y por sobre todo, una vida distante de su propia y prometida geografía, hasta que se cumplan los tiempos establecidos por el Todopoderoso, tiempos relatados a Abraham Abinu y que empiezan a consumarse en este libro. Najmánides define al Jumash Shemot como el Sefer ha Golá veha-Gueulá, el libro que, por excelencia, nos habla de la Diáspora y de la Redención, la liberación física y espiritual de toda la nación hebrea. Y si bien es poco lo que en él se dice en cuanto al sentido del Galut (exilio, diáspora), no hay lugar a dudas de que, estudiando y analizando los pasos de la Gueulá, se aprecia lo que la triste y dolorosa Golá pudo hacer con nosotros en Mitsráim = Metsarim, el Egipto de las estrecheces. "Y éstos son los nombres..." nos permite apreciar que nuestros padres, venidos a Egipto, llevaron consigo un tesoro singular. "Ve-Ele", dicen nuestros maestros, "mosif al-ha-rishonim", "agrega, se suma o incorpora a los primeros". No son solo cuerpos los que llegan hasta allí a saciar su hambre, sinopresencias, pertenencias, toda una tradición que vive, fue transmitida y habrá que volver a transmitir. Y estos nombres -que conocemos, en detalle, desde los últimos capítulos del libro de Bereshit- acuden una vez más, al principio de nuestro libro, para "sumarse a los primeros" y ser los sostenedores, transmisores y ejecutores de una fidelidad -Neemanut- que afirma una fe -Emuná- y se erige sobre los días de un patriarca como Iaacov, sobre quien fue dicho: "Titén Emet le-Iaacov", "Concédele la Verdad a Iaacov". Emet ve-emuná, reza nuestra plegaria nocturna, precisamente aquella que nos habla de Egipto y nuestra maravillosa liberación.. Sólo preservando la Verdad -una y única- puede entretejerse la fina y delicada trama de la Gueulá, aquella del Egipto bíblico, la de nuestro tiempo, la del Egipto de la estrechez y las angustias. Por eso la Gueulá resiste el adjetivo de "shelemá", es decir, íntegra, completa, sin resquebrajamiento alguno. "...Porque no cambiaron sus nombres": argumentan nuestros sabios que ese fue uno de los motivos excluyentes para ser salvados de Egipto. Ser judío y merecer la Gueulá es poder perpetuar lo recibido y transmitirlo sin fisura alguna a quienes nos suceden. Y, por sobre todo, sostener nuestro Nombre, la "Corona del buen nombre", que nos libera de cualquier exilio y esclavitud. Rab. Mordejai Maaravi – Rab. Oficial de la OLEI