Los palestinos quieren su propia 'Knéset'
- Al parecer, Abu Bakr olvidó que es miembro del Parlamento palestino, no del israelí. Ni ella ni sus colegas tienen derecho a criticar al presidente Abás o a cualquier alto cargo de Ramala. Semejantes críticas se consideran un insulto a la cúpula e incluso un acto de traición.
- Así que tenemos a dos legisladoras: una se ve obligada a refugiarse en su propio Parlamento por el temor a ser detenida por las fuerzas de seguridad palestinas. La otra disfruta de todos los derechos y privilegios de los que gozan en Israel todos los árabes como ella, pese a su conducta sumamente provocadora.
- Ésa es la diferencia entre un país que respeta la ley y la Autoridad Palestina, que lleva muchos años funcionando como una mafia.
- Nayat Abu Bakr y muchos palestinos sueñan con el día en que también ellos tengan una Knéset, un verdadero Parlamento, donde los dirigentes deban rendir cuentas.
¿Qué tienen en común Hanín Zoabi y Nayat Abu Bakr? Ambas son activos miembros del Parlamento; Zoabi en Israel y Abu Bakr en los territorios palestinos.
Zoabi, oriunda de Nazaret, es ciudadana de Israel. Abu Bakr, natural de la ciudad de Nablús, en la Margen Occidental, es miembro electo del Consejo Legislativo Palestino (CLP), el Parlamento que, en la práctica, lleva paralizado desde 2007, cuando Hamás expulsó a la Autoridad Palestina (AP) de la Franja de Gaza. Pero, en general, las semejanzas entre ambas acaban ahí, en su activa participación parlamentaria. Zoabi, residente en Israel, lleva una vida muy distinta de la de su colega, que es ciudadana palestina.
Zoabi lleva mucho tiempo siendo una provocadora que, de forma habitual, irrita a la opinión pública judeo-israelí. Formó parte de una flotilla de ayuda a Gaza, algo que indignó a muchos israelíes. En otras ocasiones sus declaraciones han sido interpretadas como muestra de solidaridad con los enemigos de Israel. Más recientemente recibió una condena leve tras firmar un acuerdo en el que reconocía haber insultado a un árabe que trabajaba para la Policía israelí.
Zoabi volvió a saltar a los titulares el mes pasado, junto a otros dos miembros árabes de laKnéset, Jamal Zahalka y Basel Gatas, por reunirse con familias de palestinos autores de atentados contra israelíes. Según todas las versiones, por esa acción los tres diputados no recibieron más que una leve sanción: fueron suspendidos de la participación en comités parlamentarios durante unos pocos meses.
Aunque la conducta y el discurso de Zoabi resultan absolutamente detestables para muchos israelíes, incluidos algunos de sus conciudadanos árabes, el presidente de Israel, Reuven Rivlin, junto a otros conciudadanos han declarado estar en contra de que tanto ella como otros de sus colegas de la Lista Árabe Conjunta sean expulsados de la Knéset.
"No podemos permitir que la Knéset, cuyos representantes son elegidos por el pueblo, se salte de manera independiente la decisión popular", dijo Rivlin, en referencia a una propuesta de ley para permitir que los miembros del Parlamento israelí voten la expulsión de aquellos de entre sus colegas que manifiesten su apoyo al terrorismo.
Pero volvamos a nuestra cuestión: ¿cómo les va a nuestras dos parlamentarias, Hanín Zoabi y Nayat Abu Bakr?
Mientras que Zoabi, ciudadana israelí árabe y musulmana, desempeña sus obligaciones y vive su vida libremente, Abu Bakr se ha visto obligada a buscar refugio en el Consejo Legislativo Palestino en Ramala.
En resumen: ambas mujeres viven en mundos diferentes.
Desde hace dos semanas, cuando el presidente Mahmud Abás ordenó su detención, Abu Bakr está refugiada en la sede del Parlamento de la AP. Su delito, hacer saltar las alarmas sobre la corrupción financiera de un ministro del Gabinete estrechamente vinculado al presidente Abás.
La parlamentaria afirma que el ministro, de manera privada, ha estado vendiendo agua a los palestinos, y además habría malversado más de 200.000 dólares del presupuesto palestino.
Pero ése no es el único de los supuestos crímenes de Abu Bakr. Hay otro, relativo a su apoyo público a la huelga de un profesor de la Margen Occidental. La huelga ha puesto en un grave apuro al presidente Abás y a la cúpula de la AP. El rais ha ordenado la detención de varios grupos de profesores en huelga y enviado cientos de policías a puntos de control para así frustrar la protesta de los docentes, que exigen salarios más altos y unas mejores condiciones laborales.
Al parecer, Abu Bakr olvidó que es miembro del Parlamento palestino, no del israelí. Ni ella ni sus colegas tienen derecho a criticar al presidente Abás o a cualquier alto cargo de Ramala. Semejantes críticas se consideran un insulto a la cúpula e incluso un acto de traición.
Los miembros del Parlamento de la Autoridad Palestina no gozan de ninguno de los derechos de los diputados de la Knéset, el Parlamento israelí. Por ejemplo, la inmunidad parlamentaria supone que ni Zoabi ni sus colegas pueden ser detenidos o sometidos a interrogatorio por las autoridades.
En realidad, no hay vida en el Parlamento palestino. Está paralizado, gracias a la AP y a su conflicto con Hamás, y sirve principalmente como objeto de burla para los palestinos. La ausencia de un Parlamento efectivo conviene al presidente Abás y a su Gobierno. Que no haya Parlamento significa que nadie les exige responsabilidades.
A Abu Bakr, la parlamentaria que osa abrir la boca contra el presidente o algún miembro de la cúpula de la AP, la alcanza el largo brazo de las fuerzas de seguridad palestinas. La diputada es ahora una fugitiva. El lunes pasado hizo seis días que estaba oculta en el edificio del Parlamento. Se ha negado a abandonarlo o a presentarse para ser interrogada, y exige que Abás suspenda la orden de detención emitida en su contra.
¿Y dónde está, entretanto, su camarada Zoabi? La Lista Árabe Conjunta de Israel ha guardado un elocuente silencio en relación al acoso al que se ve sometida su colega del Parlamento de Ramala. Qué diferente habría sido todo si Abu Bakr hubiera sufrido un retraso de quince minutos en un puesto de control de las Fuerzas de Defensa de Israel. En menos de ese cuarto de hora Zoabi habría linchado a Israel por violar los derechos de un miembro del Parlamento de los territorios palestinos.
Así que tenemos a dos legisladoras: una se ve obligada a refugiarse en su propio Parlamento por el temor a ser detenida por las fuerzas de seguridad palestinas. La otra disfruta de todos los derechos y privilegios de los que gozan en Israel todos los árabes como ella, pese a su conducta sumamente provocadora. Ésa es la diferencia entre un país que respeta la ley y la Autoridad Palestina, que lleva muchos años funcionando como una mafia.
Nayat Abu Bakr y muchos palestinos sueñan con el día en que también ellos tengan unaKnéset, un verdadero Parlamento, donde los dirigentes deban rendir cuentas. Por ahora, y en el futuro inmediato, no es más que una quimera.
Pero de momento ni Zoabi ni los demás ciudadanos árabes de Israel van a liar el petate y a marcharse a Ramala. Parece que otra dictadura árabe no es su lugar ideal.
Zoabi, oriunda de Nazaret, es ciudadana de Israel. Abu Bakr, natural de la ciudad de Nablús, en la Margen Occidental, es miembro electo del Consejo Legislativo Palestino (CLP), el Parlamento que, en la práctica, lleva paralizado desde 2007, cuando Hamás expulsó a la Autoridad Palestina (AP) de la Franja de Gaza. Pero, en general, las semejanzas entre ambas acaban ahí, en su activa participación parlamentaria. Zoabi, residente en Israel, lleva una vida muy distinta de la de su colega, que es ciudadana palestina.
Hanín Zoabi (izquierda) y Nayat Abu Bakr (derecha) son destacados miembros del Parlamento, del israelí y de los territorios palestinos, respectivamente. Aquí es donde acaban las semejanzas.
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Zoabi lleva mucho tiempo siendo una provocadora que, de forma habitual, irrita a la opinión pública judeo-israelí. Formó parte de una flotilla de ayuda a Gaza, algo que indignó a muchos israelíes. En otras ocasiones sus declaraciones han sido interpretadas como muestra de solidaridad con los enemigos de Israel. Más recientemente recibió una condena leve tras firmar un acuerdo en el que reconocía haber insultado a un árabe que trabajaba para la Policía israelí.
Zoabi volvió a saltar a los titulares el mes pasado, junto a otros dos miembros árabes de laKnéset, Jamal Zahalka y Basel Gatas, por reunirse con familias de palestinos autores de atentados contra israelíes. Según todas las versiones, por esa acción los tres diputados no recibieron más que una leve sanción: fueron suspendidos de la participación en comités parlamentarios durante unos pocos meses.
Aunque la conducta y el discurso de Zoabi resultan absolutamente detestables para muchos israelíes, incluidos algunos de sus conciudadanos árabes, el presidente de Israel, Reuven Rivlin, junto a otros conciudadanos han declarado estar en contra de que tanto ella como otros de sus colegas de la Lista Árabe Conjunta sean expulsados de la Knéset.
"No podemos permitir que la Knéset, cuyos representantes son elegidos por el pueblo, se salte de manera independiente la decisión popular", dijo Rivlin, en referencia a una propuesta de ley para permitir que los miembros del Parlamento israelí voten la expulsión de aquellos de entre sus colegas que manifiesten su apoyo al terrorismo.
Pero volvamos a nuestra cuestión: ¿cómo les va a nuestras dos parlamentarias, Hanín Zoabi y Nayat Abu Bakr?
Mientras que Zoabi, ciudadana israelí árabe y musulmana, desempeña sus obligaciones y vive su vida libremente, Abu Bakr se ha visto obligada a buscar refugio en el Consejo Legislativo Palestino en Ramala.
En resumen: ambas mujeres viven en mundos diferentes.
Desde hace dos semanas, cuando el presidente Mahmud Abás ordenó su detención, Abu Bakr está refugiada en la sede del Parlamento de la AP. Su delito, hacer saltar las alarmas sobre la corrupción financiera de un ministro del Gabinete estrechamente vinculado al presidente Abás.
La parlamentaria afirma que el ministro, de manera privada, ha estado vendiendo agua a los palestinos, y además habría malversado más de 200.000 dólares del presupuesto palestino.
Pero ése no es el único de los supuestos crímenes de Abu Bakr. Hay otro, relativo a su apoyo público a la huelga de un profesor de la Margen Occidental. La huelga ha puesto en un grave apuro al presidente Abás y a la cúpula de la AP. El rais ha ordenado la detención de varios grupos de profesores en huelga y enviado cientos de policías a puntos de control para así frustrar la protesta de los docentes, que exigen salarios más altos y unas mejores condiciones laborales.
Al parecer, Abu Bakr olvidó que es miembro del Parlamento palestino, no del israelí. Ni ella ni sus colegas tienen derecho a criticar al presidente Abás o a cualquier alto cargo de Ramala. Semejantes críticas se consideran un insulto a la cúpula e incluso un acto de traición.
Los miembros del Parlamento de la Autoridad Palestina no gozan de ninguno de los derechos de los diputados de la Knéset, el Parlamento israelí. Por ejemplo, la inmunidad parlamentaria supone que ni Zoabi ni sus colegas pueden ser detenidos o sometidos a interrogatorio por las autoridades.
En realidad, no hay vida en el Parlamento palestino. Está paralizado, gracias a la AP y a su conflicto con Hamás, y sirve principalmente como objeto de burla para los palestinos. La ausencia de un Parlamento efectivo conviene al presidente Abás y a su Gobierno. Que no haya Parlamento significa que nadie les exige responsabilidades.
A Abu Bakr, la parlamentaria que osa abrir la boca contra el presidente o algún miembro de la cúpula de la AP, la alcanza el largo brazo de las fuerzas de seguridad palestinas. La diputada es ahora una fugitiva. El lunes pasado hizo seis días que estaba oculta en el edificio del Parlamento. Se ha negado a abandonarlo o a presentarse para ser interrogada, y exige que Abás suspenda la orden de detención emitida en su contra.
¿Y dónde está, entretanto, su camarada Zoabi? La Lista Árabe Conjunta de Israel ha guardado un elocuente silencio en relación al acoso al que se ve sometida su colega del Parlamento de Ramala. Qué diferente habría sido todo si Abu Bakr hubiera sufrido un retraso de quince minutos en un puesto de control de las Fuerzas de Defensa de Israel. En menos de ese cuarto de hora Zoabi habría linchado a Israel por violar los derechos de un miembro del Parlamento de los territorios palestinos.
Así que tenemos a dos legisladoras: una se ve obligada a refugiarse en su propio Parlamento por el temor a ser detenida por las fuerzas de seguridad palestinas. La otra disfruta de todos los derechos y privilegios de los que gozan en Israel todos los árabes como ella, pese a su conducta sumamente provocadora. Ésa es la diferencia entre un país que respeta la ley y la Autoridad Palestina, que lleva muchos años funcionando como una mafia.
Nayat Abu Bakr y muchos palestinos sueñan con el día en que también ellos tengan unaKnéset, un verdadero Parlamento, donde los dirigentes deban rendir cuentas. Por ahora, y en el futuro inmediato, no es más que una quimera.
Pero de momento ni Zoabi ni los demás ciudadanos árabes de Israel van a liar el petate y a marcharse a Ramala. Parece que otra dictadura árabe no es su lugar ideal.
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