jueves, 21 de octubre de 2010
15 AÑOS DEL ASESINATO DE ITZJAK RABIN
Abel Melinger El 4 de Noviembre de 1995, a las 21:40 hs., en la Plaza de los Reyes de Tel Aviv, Itzjak Rabin, 1er. Ministro del Estado de Israel, caía herido de muerte con dos disparos realizados a mansalva por Igal Amir, un joven sionista, judío ortodoxo, ciudadano israelí, para quien el cambio de “tierras por paz” enunciado en los “Acuerdos de Oslo”, era tan anti sionista que ameritaba la pena de muerte para su principal suscriptor.
Curiosamente, el General de la “Guerra de los Seis Días”, que, ante los ojos de su asesino, había devuelto al “pueblo de Dios” el dominio sobre su territorio ancestral, era el mismo que hoy entregaba esas tierras a los eternos enemigos del pueblo de Israel.
Así, Yitzhak Rabin, se rebelaba contra el mandato divino, que en aquella guerra relámpago había permitido la recuperación del suelo irredento.
Porque para Igal Amir, de que otra manera, sino a través de un designio de Dios, se podría haber ganado una guerra tan rápidamente, contra una coalición enemiga tan numerosa y fuerte?
Y como podía ser que el general artífice de esa victoria terrena, hoy hubiese travestido en un infame negador de la voluntad de Ha Shem?
Demasiada transgresión para los grupos enfermizos ultra ortodoxos, que acunaron a Amir y santificaron su voluntad asesina.
Aquel 4 de Noviembre, minutos antes de su asesinato, Rabin había expresado en una parte de su discurso: "Fui un soldado por 27 años, luché en tanto no había posibilidades de paz. Creo que ahora hay una oportunidad para la paz, una gran oportunidad, que debe ser tomada".
Apender de la tragedia
Una oportunidad, dos hombres. Dos diferentes concepciones sobre la paz, sobre la justicia, sobre la vida.
Un antagonismo resuelto con sangre, la del hombre que intenta construir la paz posible, la real, la que permita avanzar desde esa oportunidad histórica.
A 14 años del entierro del hombre, es factible comprobar que junto a él, también yace aquella oportunidad, y la certeza de que no ha habido nadie capaz de regenerarla, como si esa alternativa histórica fuera solo patrimonio de un individuo y no del colectivo social.
Allí reside, según mi opinión, el déficit fundamental de este pueblo, en el traslado de su propia responsabilidad colectiva hacia una sola persona, el iluminado, el omnipotente, y mejor si es inmune a la muerte.
Cesar tuvo su Brutus, Kennedy su Harvey Oswald, Trotsky su Ramón Mercader, y así podríamos seguir enumerando hasta la eternidad, donde cada uno de ellos encarnó un proceso, abortado tras su muerte.
La cohesión, la unidad de criterio en el tema vital de la paz, sobre todo cuando la otra parte no comparte nuestra visión y necesidad de coexistencia pacífica, es la asignatura pendiente hacia la memoria de Yitzhak Rabin.
En aquella plaza de Noviembre de 1995, hubo 100.000 personas cantando “Canción por la Paz”, “afectivamente” comprometidas con la paz y su ocasional líder; pero había una sola persona “ideológicamente” comprometida con la soberbia, el fanatismo, y dispuesta a conseguir su objetivo hasta las últimas consecuencias, liquidar un proceso que encarnaba un hombre. Ese individuo, Igal Amir, lleva 15 años cantando victoria, debemos reconocerlo, aunque nos duela escribirlo, aunque nos duela leerlo.
Publicado por Conectados desde Israel
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