miércoles, 4 de diciembre de 2013

De la cárcel al trono

Rabino Daniel Oppenheimer ¿Alguna vez se sintió afligido porque le parece que vive en un mundo corrupto o bajo un gobierno corrupto? Es realmente triste que así ocurra. Quizás lo pueda solucionar, tal vez no. Pero sepa una cosa: La corrupción comienza… en casa. Mírese al espejo. Todos podemos y tenemos mucho por corregir. Y en ese sentido, es cuestión de voluntad. Había una vez un país llamado “República Obediente” que estaba gobernado por un rey muy justo y perfectamente íntegro. Lideró a su país durante 80 años con total integridad, y aun en situaciones muy difíciles de hambre y privación, se preocupó por el bienestar de cada uno de sus súbditos. Jamás - en todos aquellos años - tocó lo que no le correspondía por ley, y jamás hubo objeción alguna sobre su conducta en el gobierno. Si bien tenía oportunidad de ubicar a sus parientes y amistades personales en posiciones claves del gobierno para devolver favores o para sentirse más seguro y confiado en el poder - ello tampoco sucedió. (Una leyenda del país de las maravillas…) De todos los personajes de la Torá hay uno a quien se le da el título, según de los Sabios, en términos de “tzadik” (justo) cuando se lo menciona. Esto no se debe a que fuese el único “tzadik” de la Torá, sino porque esa cualidad lo caracterizaba particularmente. Era Iosef, hijo de Ia’acov. ¿Y por qué se lo llama “tzadik”? En su vida ocurrieron tantas ocasiones que le permitieron demostrar esa virtud, que seguramente no podremos limitar ese “título” por un evento en particular. Pasemos a citar algunas referencias. A raíz de la calumnia de la esposa de Potifar (Ajdut # 563 “Sinceridad”), amo de Iosef, éste terminó preso en la cárcel. Allí D”s asistió nuevamente a Iosef haciéndolo caer en gracia a los ojos del responsable de la prisión. Fue así que Iosef terminó siendo el encargado de todo lo que allí sucedía. Recordemos que Iosef había sido vendido como esclavo a Egipto a los diecisiete ańos. Una tierra con una “cultura” muy fuerte y por cierto de una moralidad muy baja y perversa. Testimonio de eso lo tenemos cuando, al salir de Egipto, las casas de los egipcios estaban llenas de “primogénitos” de las distintas relaciones adúlteras que mantenían las mujeres egipcias con diferentes hombres. A los diecisiete años, podía haber sentido - con toda seguridad - que el destino lo trató con injusticia. Como esclavo (nunca en la historia un siervo logró escapar de Egipto) ya jamás volvería a ver a su familia, a sus seres queridos... pero eso no hizo cambiar a Iosef: no perdió ni un ápice de apego a su padre y a sus enseñanzas. Esta conducta no cambió aun en la cárcel, donde la frustración y el sentimiento de fracaso potencian las conductas negativas de las personas. Los ministros en la cárcel Pasaron los años, y dos de los ministros de más confianza del Faraón - el encargado de su bebida y el confiado con su pan - fueron colocados en la misma prisión por negligencias en sus tareas. Así quedaron bajo el cuidado de Iosef. Un año más tarde, ambos tuvieron un sueño la misma noche y amanecieron turbados por la falta de comprensión de lo que habían visto. Iosef les vio la mala cara y averiguó el motivo. Después de escuchar la narración de cada uno, les interpretó a cada cual según el sueño - el encargado de su bebida sería restituido a su cargo anterior…y el confiado con su pan sería ejecutado tres días más tarde. Ambos supieron que Iosef había acertado en su definición, pues habían soñado también sendas elucidaciones (pero cada uno el desenlace del otro - Brajot 55.). Es más fácil vislumbrar la situación del otro que la propia, pues está ausente la subjetividad que opaca la comprensión. Sin embargo, no es sencillo hacerle ver la verdad al prójimo… Iosef, pues, pidió al ministro de servir copas, que cuando salga en libertad, aproveche su acceso al Faraón para liberarlo también a él, pues había sido secuestrado de Cna’an y condenado por Potifar injustamente (Bereshit 40:14). La interpretación que brindó al copero se materializó, pero este “olvidó” a Iosef inmediatamente - y no le demostró gratitud ayudándole a salir de la cárcel. A simple vista, la interpretación de Iosef contradecía toda lógica. En aquellos tiempos, quien había faltado al honor del rey podía ser ejecutado en el acto. Si tenía suerte y llegaba vivo a la cárcel, probablemente no volvería a ver la luz del sol. Y si llegaba a salir, por supuesto que no volvería a cubrir el cargo que ostentaba previamente. Sin embargo, Iosef le hizo saber al ministro de la bebida que reasumiría su puesto anterior - solamente para que lo liberara a Iosef de su encarcelamiento. Aun así, lo que más dio certeza al ministro que Iosef estaba totalmente seguro de lo que decía, fue la interpretación sobre el futuro del panadero. ˇżPor qué arriesgaría Iosef - voluntariamente - pronosticar una predicción tan nefasta - la ejecución - si eso le podía significar su propio suicidio?! ˇImaginemos por un momento el cuadro del ministro del pan si hipotéticamente hubiera salido en libertad después de tres días de agonía espiritual causados por un esclavo en la cárcel! ˇżacaso no se ocuparía de torturarlo o matarlo?! Obviamente, Iosef no tendría la más mínima duda, que sus palabras eran verdad (Meshej Jojmá). Pero claro: la arrogancia del copero no le permitía aceptar ese punto - y “se olvidó”. El hombre de fé Los Sabios aplican el pasaje de Tehilim (40:5), “Bienaventurado el hombre que confía en D”s” - a Iosef, un célebre Tzadik que se mantuvo en la senda ética a pesar del entorno corrupto egipcio: “y no se dirigió a los arrogantes” - refiriéndose también a Iosef: por el hecho de haber recurrido a la ayuda del copero, permaneció (como castigo Celestial) dos ańos adicionales en la cárcel (Midrash, Shmot Rabá 7:1). Los sueńos del faraón Transcurrieron dos años adicionales y el Faraón tuvo sus fatídicos sueños en los que veía cómo las siete vacas flacas devoraban a las vacas gordas, y lo mismo sucedía - en el sueño sucesivo - con las espigas raquíticas que se consumían a las espigas gruesas. Los intérpretes del Faraón estaban perdidos: no sabían calmar la profunda angustia que provocaba la incertidumbre al rey. En ese momento, al ver que el rey mostró estar totalmente insatisfecho por los análisis que le ofrecían los hechiceros, el copero recordó los dones de Iosef y se los hizo saber (aunque de manera muy despectiva) al Faraón que éste era experto en tema de sueños. El copero temía que el Faraón moriría de angustia - y posiblemente él sería reemplazado cuando entrara a gobernar el sucesor (Midrash, Bereshit Rabá 89:7). El Faraón hizo caso omiso al desprecio del copero hacia Iosef. De inmediato, Iosef fue sacado de la cárcel, y dispuesto para presentarse ante el rey. Antes de interpretar los sueños del Faraón, Iosef le avisó que su supuesta habilidad no era propia, sino que simplemente “es D”s Quien responderá por el bienestar del Faraón” a través suyo. Lejos de vanagloriarse por el don que lo destacaba, Iosef adscribió públicamente a D”s lo que Le corresponde, sin intentar beneficiarse personalmente con lo improcedente. Dice el R. Jaim Shmuelevitz sz”l (Sijot Mussar 5732:12) que esta virtud fue la que más impresionó al Faraón, quien luego otorgó a Iosef el cargo de virrey y administrador de los alimentos y del tesoro real. Iosef hizo saber al Faraón la gran responsabilidad que le incumbía como rey de la “primera potencia mundial”. D”s había indicado mediante el sueño dos períodos de siete años muy contrastados que habrían de suceder de inmediato: un período de enorme hartura - y otro similar, de total escasez (la insuficiencia de pan - simbolizado mediante las espigas vacías - es mucho más grave, que la falta de carne - representada por las vacas flacas). La repetición del sueño señalaba la urgencia de la decisión a tomarse. Ciertamente al Faraón - que era el único que podía reglamentarlo - Iosef le aconsejó que debía economizar y atesorar el excedente de los próximos años, a fin de suministrar esa comida durante los ańos difíciles. żQuién sería el administrador? El valor de la lealtad El Faraón no se equivocó: Iosef demostró ser honesto con los bienes del Faraón del mismo modo que ya había sido perfectamente fiel a Potifar y al carcelero. Esto aparenta ser bastante simple. Sin embargo, en la vida real, se requiere mucha humildad y una absoluta creencia en D”s, para poder llegar a tal nivel. Sin embargo, queremos creer por nuestra experiencia de vida, que el poder corrompe, aun al más justo. Iosef nos demostró que no es necesariamente así. Administrar fondos ajenos, no es una ocupación que a los humanos nos resulte fácil de cumplir con honestidad. Iosef tuvo a todo el país (o a todo el mundo) en sus manos. Si no fuera por él, nadie hubiera tenido qué comer durante la hambruna generalizada. Él salvó a todos de la muerte segura al interpretar correctamente los sueños del Faraón y administrar eficientemente los recursos. żHabría algo que le impida beneficiarse de la situación? Ante los hombres y ante D”s Ahora, Iosef había pasado a ser el “hombre fuerte” de Egipto. El desafío de inmoralidad no se reducía a su acceso a todos los bienes de Egipto, sino también a la vida ligera que llevaban los habitantes del país. En la bendición de Ia’acov a sus hijos, tenemos el testimonio de cómo las egipcias, para llamar su atención, literalmente le arrojaban sus joyas desde los balcones cuando aun en calidad de virrey, Iosef iba caminando con la cabeza baja para no responder a todos esos intentos de seducción. El Talmud (Iomá 35:) nos dice que existieron varias personas que “comprometen” (demuestran que todo es cuestión de voluntad) en momentos del Juicio Celestial. Uno de ellos es Iosef. Cuando una persona se presenta al Tribunal Di-vino y, ante el cuestionamiento acerca de su vida promiscua quiere responder que su propia atracción física no le permitió controlar sus instintos, le responden: “¿Acaso eras más atractivo que Iosef...?” Iosef accedió así al puesto de virrey, desde donde - con el tiempo - pudo traer a su gran familia a Egipto y mantenerlos, proveyéndoles del alimento vital en los años de hambruna con los víveres que había bajo su responsabilidad. ¿Cómo sucedió esto? Llegan los hermanos Transcurrieron nueve ańos más: los siete de abundancia, y los dos primeros de hambruna. En esos dos años los hermanos habían venido a Egipto en busca de alimento (Ajdut Nº 464 “Iosef: ¿Por qué?”), pero Iosef no se dio a conocer hasta tener la certeza que se habían resuelto las diferencias que los había dividido en el pasado. Cuando finalmente se reencontraron, y felizmente Iosef podía reunir a toda su familia, aun así no envió los carros del gobierno para traer a su padre Ia’acov desde Cna’an, hasta que el Faraón mismo le ordenó que así lo hiciera. ¿Cómo sabría Ia’acov que Iosef era el mismo Iosef que había dejado, a pesar de vivir en medio del Egipto corrupto de entonces? Más tarde, cuando le quiso enviar una prueba a Ia’acov que él, el gobernante de Egipto que parecía ser una persona de tanta dureza, era realmente Iosef, y que su vida espiritual permanecía intacta, le enseñoó a sus hermanos el último tema que había estado estudiando con su padre: “Eglá Arufá” (el tema de la Torá que trata de un homicidio que no terminó de esclarecerse, y la consiguiente ceremonia de descargo de la ciudad más próxima al hecho). Recién cuando el padre vio esto (que Iosef permaneció en Egipto ˇˇ22 años!! sin corromperse), “revivió” el espíritu de Ia’acov y aceptó ir a ver a su hijo añorado. Un ejemplo de corrección Y aun entonces, a pesar que el Faraón le dijo que todo “lo mejor de Egipto estaba a su disposición”, Iosef repartió la comida para su familia “de acuerdo a los bebés”. Ni más, ni menos. Y cuando el Faraón le ofreció ubicar a los hermanos en posiciones de poder, Iosef se puso de acuerdo con ellos para evitar que eso ocurra. Sin duda, detrás de toda esta situación estaba la triste realidad que todos, tanto Iosef como el resto de la familia, se estaban sumiendo en el exilio que D”s le había vaticinado a Avraham en el pacto. También ahí observamos que los hijos de Iosef no aprovecharon ningún beneficio por el hecho de ser hijos del gobernante y, a la hora de la verdad, fueron esclavizados junto con el resto de los descendientes de Ia’acov. los alumnos de Iosef Iosef tuvo émulos que lo siguieron a través de toda la historia de nuestro pueblo. Notemos algunos ejemplos: La Mishná nos cuenta en el tratado de Eduiot que Akavia ben Mahalalel disentía con el resto de los Sabios de su época en cuatro temas. Sin entrar a explicar aquellos cuatro puntos delicados de la ley que, como gran parte del Talmud, no se aplican en la vida cotidiana porque los casos no se dan fácilmente en la práctica, Akavia mantenía su posición frente a la de los demás debido a que era la que él había escuchado de parte de la mayoría de sus maestros en sus años de estudio anteriores. De acuerdo a la regla de la Torá, pues, siguió a la mayoría de la cual había aprendido Torá. En su época, quedó vacante la posición de jefe del Bet Dín, sin duda un cargo de jerarquía en el cuerpo jurisdiccional del pueblo. Conocido por su erudición y rectitud, los Sabios se le acercaron y le ofrecieron ser el nuevo Av Bet Din con la condición que se retractara de los cuatro puntos en discordia y se sumara a la opinión de los demás. Akavia les contestó: “prefiero que me llamen ‘tonto’ (shoté) toda mi vida (por haber perdido esta oportunidad) y no ser ‘falso’ (rashá) por un instante delante del Todopoderoso - pues la interpretación de la gente será que cambié de opinión para llegar al poder”. Esta era la honestidad de los Sabios del Talmud. No obstante, sigue contando la Mishná, momentos antes de fallecer, indicó a su hijo que siga la opinión de sus adversarios de estudio y no la propia de él. En el caso de su hijo, ya la mayoría de los Sabios se inclinaba por la posición contraria de lo que había sido el núcleo de disidencia. (La idea, pues, no era empecinarse por perpetuar las posiciones propias). El hijo le pidió al padre que dejara instrucciones antes de fallecer para que sus colegas lo tomaran en cuenta (ż”acomodo”?), a lo cual el padre se negó rotundamente. “¿Quizás encontraste en mí una conducta que no fuese idónea?” preguntó el hijo. “En absoluto” - respondió el padre: “Ma’aseja iekarvuja, uma’aseja ierajakuja” ˇson tus propias acciones las que te acercarán y las que te distanciarán! ¡Qué lejos del mundo al que estamos acostumbrados! SER “BICHO RARO” NO ESTÁ MAL ¿Alguna vez se sintió afligido porque le parece que vive en un mundo corrupto o bajo un gobierno corrupto? Es realmente triste que así ocurra. Quizás lo pueda solucionar, tal vez no. Pero sepa una cosa: La corrupción comienza… en casa. Mírese al espejo. Todos podemos y tenemos mucho por corregir. Y en ese sentido, es cuestión de voluntad. El Rav Ia’acov de Lisa escribió en el testamento a sus hijos que en caso de una duda por algún tema que se relacione con dinero, siempre se dirijan a una autoridad rabínica y nunca lo decidan por su propia cuenta... Siendo él joven, invirtió el dinero que le habían dado como dote, poniéndolo en manos de un hábil comerciante. Poco después, éste se lo devolvió pues vio que estaba por quebrar. R. Ia’acov, no quiso quedarse con los fondos al advertir que había otros acreedores a quienes no se les devolvería la totalidad de su dinero. Por lo tanto, insistió en quedarse únicamente con la pequeña fracción que le correspondía dentro de la quiebra... Hasta el día de hoy, cuando bendecimos a nuestros hijos, decimos el mismo texto que Ia’acov pronunció sobre sus nietos, los hijos de Iosef: “...Que D”s Te coloque como Efraim y como Menashé”. Estos hijos de Iosef, en una tierra y en un ambiente totalmente antítesis de las enseñanzas que habían conocido sus primos de Cna’an, fueron criados con la misma educación dignos de llamarse nietos de Ia’acov, o aun más, convertirse, como los mismos hijos de Ia’acov, en progenitores de dos de las tribus de Israel. Esto habla de una dedicación y un ejemplo que sólo Iosef pudo darles. Fuente: Ajdut Informa Nº 619 Otras noticias de la categoría Textos Tradicionales Enseñanza del Rebe de Lubavitch