viernes, 13 de diciembre de 2013

El exilio físico y el exilio del alma: ¿cómo superarlos?

“...Hasta que no fue redimido Israel del Egipto, estaban los hijos de Israel solos y la Shejiná sola; y cuando fueron redimidos se transformaron en una unidad. Cuando salieron nuevamente a la Diáspora (Galut/Golá), la Shejiná quedó sola y los Hijos de Israel quedaron solos”. (Introducción a Ejá Rabá, 29) “...El Galut -la Diáspora-, se asemeja a la noche oscura. La Gueula -la redención-, ha sido equiparada con el amanecer...” (Pesikta Zutarte Vaishlaj, 32: 25; Zohar III, 238). “... Dijo el Rabí Iehudá hijo del Rabi Jía: ‘Con el exilio (Galut) se expían la mitad de los pecados...’ Dijo el Rabí Iehudá: Con el exilio se expían tres cosas, porque dice lo escrito: ‘Así ha dicho el Señor, etc: El que quedare en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste...’ Dijo el Rabí Iojanán: ‘Con el exilio se expía todo...’ ” (Talmud Bablí, Tratado de Sanhedrín 37b). Arribamos en este Shabat a la finalización del libro del Génesis - Bereshit. La presente perashá, que se denomina con la primera palabra del capítulo, Vaiji (que quiere decir “Y vivió” y alude a Iaacov), hace referencia a los últimos años de la vida del patriarca Iaacov en la tierra de Egipto, junto a sus hijos, nietos y bisnietos y, por sobre todo, al amparo de su amado Iosef. Iaacov Abinu había llegado a Mitsráim después de que la Palabra de D’s, traducida en promesa y futuro, había sido percibida por él, en su estancia temporal en Beer Sheva, ciudad-símbolo de su padre Itsjak y de su abuelo Abraham. Allí pudo el anciano patriarca escuchar a su D’s que le decía: “...Yo soy el D’s de tu padre: no temas descender a Egipto, porque allí haré de ti una nación grande. Yo descenderé contigo a Egipto y Yo sin falta te haré subir también...” (Génesis Cap. 46: 3-4). Había, entonces, un camino trazado: el sendero iniciado por Abraham, sustentado por Itsjak, comenzaba a tomar forma con Iaacov... Abraham vivió diversas vicisitudes en Egipto, que visitó en época de hambruna, hasta ser expulsado de esa tierra, de la que salió con abundantes pertenencias. Itsjak, ante idénticas circunstancias, obedece la orden de D’s de no descender a Egipto y de habitar “ha-árets ha-zót”, “esta tierra” (Canáan). Lo que efectivamente hace, pues Itsjak jamás abandonará la actual Israel. Iaacov, su hijo, viene a cumplir la promesa hecha por D’s a Abraham, visión que nos conmovió durante la lectura del libro de Bereshit cuando, en su capítulo 15, conocimos el Pacto concertado entre D’s y Abraham, que se llama “Brit ben ha-Betarim”: “...Sabe con toda seguridad que tu simiente será extranjera en tierra ajena, donde la reducirán a servidumbre y la oprimirán cuatrocientos años. Mas también a la nación a quien hubieren servido Yo la juzgaré: y después de esto saldrán ellos con grandes riquezas...” (Génesis Cap. 15: 13-14). En esta perashá estamos en el comienzo de esa visión, con la llegada a Egipto y ante un futuro incierto. Son años de diáspora y la esclavitud aguarda en el porvenir. Esa es la historia que comienza con las palabras “vaiji Iaacov”, “Y vivió Iaacov en la tierra de Egipto...” Rashí, en su comentario a este primer versículo, cita un Midrash que se pregunta: ¿Cuál es el motivo para que esta perashá -esta sección de nuestra Torá- sea setumá, o sea, cerrada? (En efecto, desde un punto de vista técnico podemos notar que en el Sefer Torá no aparece el espacio que debe separar una perashá de otra y que corresponde, por lo menos, al que ocupan nueve letras. En el caso de Vaijí, solo el espacio de una letra separa la sección precedente de la actual y es por eso que se denomina perashá setuma pues, si no fuera “cerrada”, esta perashá debería comenzar después del espacio mencionado o, en su defecto, en el renglón inmediato posterior). De acuerdo, entonces, al Midrash citado por Rashí: “...a partir del momento del deceso de Iaacov, se ocluyeron los ojos y los corazones de Israel, a causa del sufrimiento y del dolor ocasionados por la servidumbre en Egipto”. Ésta es -según el Midrash- la respuesta a la pregunta acerca de porqué se encuentra cerrado todo el espacio entre ambas perashiot. ¡Qué interesante visión! El propio texto escrito parece indicar, en la disposición espacial de las letras, la angustia, la opresión, la sensación de encierro, de estar en un camino sin salida. Sin embargo, más adelante, en el libro segundo de nuestra Torá, Sefer Shemot, (Cap. 6: 16), el mismo Rashí explica que la esclavitud en Egipto comenzó en forma concreta sólo después de la muerte de Leví, el último en morir de los hijos de Iaacov, pues “...todo tiempo que sobrevivió una de las tribus, llegadas a Egipto con Iaacov, la servidumbre no tuvo lugar”. Si consideramos ambos Midrashim, por tanto, notaremos que existe una aparente contradicción en cuanto al tiempo de inicio de la esclavitud en Egipto. Para la primera versión, la esclavitud tuvo lugar en el mismísimo instante en que Iaacov Abinu descendió a Egipto (Perashá Setumá), mientras que la segunda opinión remite este cruel momento a la generación siguiente. Cabe preguntar: ¿Cuáles son los motivos para tal disenso? Es posible recurrir, una vez más, a la sabiduría de nuestros maestros. El autor del Sefat Emet comenta lo siguiente: ...“existen dos tipos de esclavitud-diáspora, ambas de aspecto negativo y que son: galut ha-guf, o sea el exilio físico, y galut ha-nefesh, que vendría a ser el destierro del alma o espiritual”. Agrega que: ...“el exilio físico representa el carácter errante del pueblo judío, los conflictos que lo rodean y las persecuciones, la expropiación de sus bienes materiales y, por último, su propia enajenación”. El destierro del alma indicaría, por otro lado, las culturas extrañas, la educación secular, los modos y normas de vida ajenos a lo judaico, la asimilación espiritual y cultural: “De aquí podemos deducir -sugiere nuestro sabio- que la esclavitud física (a la que denomina Galut ha-Guf) no comenzó sino después que ‘Y murió Iosef y todos sus hermanos y toda aquella generación’; fue entonces cuando: ...‘Se erigió en Egipto un nuevo monarca... que no conoció a Iosef’”. Nuestros sabios -de venerada memoria- decían claramente que, en el futuro por venir, sucederán en el seno del pueblo dos tipos de gueulot, es decir, dos tipos de redención; que serán necesarios dos Meshijim: uno para “sacar” al pueblo judío de la diáspora (golá) y otro para “sacar” la diáspora (golá) de dentro de los judíos; y que la misión del último sería mucho más ardua y dificultosa que la del primero. Finaliza Bereshit y comienza Shemot; un ciclo se cierra y se reabre otro. Mientras tanto el Galut, el destierro, la pérdida de nuestro espacio, de nuestro lugar, vuelve a acentuarse, aunque eso siempre tiene solución. Quiera D’s que no caigamos en las redes del otro “destierro”, el del exilio del alma en las manos de la incomprensión, la intolerancia, la necedad y la soberbia pues de esas garras la salida es más dolorosa. Ese exilio es siempre una perashá setumá, un espacio que no permite el mínimo lugar para ver las cosas con amplitud. Rab. Mordejai Maaravi Rabino Oficial de la OLEI