viernes, 6 de diciembre de 2013

Irán nuclear y vecindario

Fuente: La Razon 23/11/13 por Manuel Coma Durante diez años Irán fue ganando tiempo para su programa nuclear en negociaciones que duraban meses y que, en interminable sucesión, un día generaban titulares rebosantes de esperanza, desmentidos al siguiente por la frustrante realidad. En el actual intento se ha querido romper con esa estéril pauta creando expectativas de fulminante acuerdo. Fallidas sesiones de dos o tres días, que luego se prolongan durante el fin de semana, con la estelar llegada a Ginebra de John Kerry y algunos otros ministros de exteriores que no quieren quedarse fuera de la foto. No se trata más que de la segunda ronda en dos semanas, pero si vuelve a fallar aparecerá un tufillo de utopía y de monótono dejá vue. El vertiginoso ritmo impreso a las expectativas responde a la prisa de Ruhaní, acosado por sus ultras, y más todavía de Obama, desesperado por exhibir un éxito. Se trata de que la ansiedad lance la negociación. El peligro es que el intenso impulso del velocista tiene menos recorrido que el del corredor de fondo. Por otro lado se mantiene un equívoco. Centrada la información sobre lo inmediato se tiende a pasar por alto que de momento lo que está en juego es un acuerdo provisional sobre la suspensión por seis meses de las actividad iraní de enriquecimiento de uranio, ya muy por encima de las necesidades de un programa meramente civil, para dar tiempo a la conclusión de un acuerdo definitivo mucho más amplio. Los iraníes quieren desde ya que se les reconozca el derecho a seguir enriqueciendo, con lo que lo que quedaría por decir sería hasta qué nivel o porcentaje de pureza. Habrían ganado de inicio una ventaja inmensamente polémica. De la otra parte (el P+1, los cinco permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) la cuestión es hasta dónde se reblandecen las sanciones económicas que han llevado al régimen revolucionario islámico a pedir árnica. Aflojar significa, para los que desconfían de Obama, retirar el incentivo negociador, habiendo, además, hecho concesiones peligrosas. Entre esos desconfiados destaca Israel y Arabia Saudí y en el propio Washington el Congreso de mayoría republicana con bastantes apoyos entre los demócratas. El temor de que Obama esté dispuesto a pagar cualquier precio por conseguir un acuerdo y alejar el espectro de las siempre crecientes tensiones sobre el nuclear iraní causa una intensa desazón en Jerusalén y entre los árabes suníes. Por su parte en el Congreso se propone legislación que permita incrementar las sanciones e impida traspasar el límite de los 180 días para el acuerdo definitivo con todas las garantías de un régimen de inspecciones sumamente riguroso. Entre los recelos que rondan las negociaciones está el de que un acuerdo temporal se convierta en indefinido, como tantas veces ha sucedido en la historia de la diplomacia. Las comunes angustias de israelíes y árabes respecto a Irán y su compartido despecho respecto a Obama han creado una “entente” de hecho, que ya venía fraguándose desde tiempo atrás. El siempre inestable Oriente Medio sufre una conmoción que en relaciones internacionales puede tener la envergadura de la ya marchitada “primavera árabe” en política interior. Pero mientras que lo que está sobre la mesa de Ginebra es sanciones frente a futuras bombas, por debajo cuenta bombas frente al creciente chií: Teherán, Bagdad, Damasco, el Hezbolá libanés con el apéndice del Hamas palestino.