lunes, 23 de diciembre de 2013

Profesor Trajtenberg. Entrevista exclusiva con el argentino que enfrentó el desafío de las protestas sociales en Israel

Itongadol.- A mediados de 2011 se produjo un fenómeno inédito en Israel, cuando decenas de miles de personas salieron a las calles a reclamar cambios internos que modificaran el eje de las políticas estatales, orientadas hacia la defensa y la seguridad. El primer ministro Benjamín Netanyahu decidió escuchar las quejas y designar a un economista argentino, Manuel Trajtenberg, para que les encontrara alguna solución. Éste disertará el 7 de enero en una conferencia en Punta del Este, invitado por Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina. P.- ¿Qué camino está atravesando Israel hoy? MT.- Israel está hoy en día en un punto muy delicado. Los problemas internos y externos se combinan de alguna manera. Lo que ocurrió desde el verano de 2011, cuando estalla la protesta social, es que, por primera vez en muchos años, el centro de atención se trasladó de los problemas externos y de seguridad a la problemática interna, y ése fue un cambio muy notable en la discusión política en Israel. Un cambio muy favorable, creo, porque los problemas internos estaban de lado –digámoslo así – porque estábamos más concentrados en lo externo. Lo que el foco en los problemas internos sacó a la luz es que si bien la economía de Israel, desde el punto de vista macroeconómico, está muy bien y es una de las pocas del mundo que pasó bien la crisis, está creciendo y no tiene los problemas serios de los países europeos o los Estados Unidos. Pero desde el punto de vista micro, lo que pasa dentro de la sociedad y la economía israelíes, las cosas no están bien porque la desigualdad ha subido mucho, hay un gran descontento, etc. O sea, hay un abismo muy grande entre el panorama macroeconómico y el panorama microeconómico, y eso repercute en la capacidad del país para afrontar los problemas de conflictividad israelíes. ¿Por qué? Por dos hechos fundamentales. Uno es el punto de vista del presupuesto. El presupuesto de defensa de Israel es pesado -todo el tiempo hay discusiones sobre eso-, y hoy en día es mucho más difícil para el gobierno otorgar recursos adicionales que sean a cuenta de la parte social porque la protesta sacó a relucir los problemas internos. Es algo que hoy ningún gobierno puede ignorar. El otro eje de influencia de lo interno a lo externo es que la generación joven de Israel no está dispuesta a seguir llevando el peso del conflicto sin que se amplíe el círculo de quienes participan; por ejemplo, los ortodoxos. Entonces, hoy en día hay un juego mucho más complicado entre la problemática interna y la problemática externa, y éste es realmente el foco tanto gubernamental como político. P.- Cuando habla de jóvenes, ¿se referere a aquellos que terminaron la tzavá – ejército – o a la segunda generación? MT.- A los jóvenes que terminaron la tzavá y participaron en la protesta, los que tienen entre veinte y treinta y cinco años. P.- Antes, un joven terminaba la tzavá y podía adquirir un departamento, y hoy hay cuestiones habitacionales inalcanzables y los jóvenes siguen viviendo con sus padres. MT.- Claro, el costo de la vida es muy alto, y la gente joven que termina la tzavá estudia, se casa, tiene trabajo y no puede afrontar el costo de vida. Entonces, el resentimiento frente a necesidades que son tan agudas como participar en la defensa del país crea una tensión muy grande que antes estaba subyacente, pero que hoy en día sale a relucir mucho más. P.- En una situación reversible Israel-Diáspora y Diáspora-Israel, ¿qué tiene que ver la Diáspora con esta problemática? MT.- La Diáspora tiene su rol, la ayuda que brinda a Israel todo el tiempo, que es muy notable: ayuda material, ayuda política, que se siente mucho, hace mucha falta y aparte es como tener un respaldo implícito, que es como que uno sabe que los padres lo pueden ayudar a uno. Y ése sigue jugando un rol muy importante aquí. P.- Y cuando Israel expresa que en esta etapa debe ayudar a la Diáspora, ¿cuánto de eso es factible y real ante una crisis propia que está afrontando el Estado hace un par de años? MT.- La ayuda se manifiesta cuando hay algún tipo de crisis o cuando se trata de ayudar, por ejemplo, desde el punto de vista de la educación judía, formar maestros, traer jóvenes para que pasen un tiempo, estudien y conozcan la realidad israelí, etc. Ésa es la ayuda que se da hoy en día, y esperemos que no se necesite de otro tipo más específico. P.- ¿Qué pasa en Israel con las generaciones que nacieron con el Estado de Israel ya establecido? MT.- La juventud siente que Israel estuvo ahí y estará ahí, no importa lo que haga al respecto. Pero creo que la gente que está más involucrada y sigue de cerca lo que ocurre sabe que todavía no estamos en tierra firme y que después de 65 años de existencia todavía estamos peleando por la legitimidad internacional, estamos peleando por las fronteras, estamos peleando para que nos reconozcan, lo cual realmente es algo no normal en días del siglo XXI. Hay que entender que hay ciertos procesos históricos que no se acaban con la mera creación de un Estado, sino que llevan su tiempo y hay que fijarse también en la historia, en la historia europea más precisamente, donde hay procesos que llevan tiempo. Esto es lo que está pasando acá. El pueblo judío tiene que tener paciencia y entender que el afianzamiento de Israel funciona día a día, pero que no es algo que se termina con un acto formal y después uno puede olvidarse. P.- ¿Cómo une su preocupación con su gran optimismo? MT.- Mi optimismo deriva, ante todo, de una gran fe en el pueblo de acá. ¿En qué sentido? Cada vez se ha probado que ante desafíos grandes, toda la calle se suele movilizar y crear cambios. Lo importante, en mi forma de ver, son los procesos históricos. Lo fundamental no es solamente la capacidad de confrontar en una situación crítica en un momento dado y salir bien, sino saber transformarse y a todo el colectivo, y salir adelante. Acá, en Israel, eso ha ocurrido cada vez, y doy un ejemplo: en el año ’84, el país estaba con una inflación terrible, la economía estaba realmente al borde del abismo, y en el ’85 el gobierno decidió llevar a cabo un plan económico muy, muy drástico, que no solamente terminó con la hiperinflación, sino que inició un proceso de liberalización que a través de casi 20-25 años transformó la economía de Israel, muy centralista y socialista, en una economía de mercado que, en ese proceso, logró absorber a un millón de olim de Rusia, logró hacer entrar el hi tech israelí, etc., etc. Entonces, de una crisis muy grande surgió un proceso que transformó a la sociedad. Ése es un ejemplo de lo más notable de la capacidad de transformación. La protesta social de 2011 -ha sido notable porque ha sido masiva y pacífica, lo cual no siempre van juntos- originó procesos que están en sus comienzos. Por ejemplo: las elecciones de febrero de este año cambiaron realmente el mapa político y ves partidos nuevos. Hoy en día más o menos un tercio de los miembros de la Knesset son muy nuevos y jóvenes, lo que no había pasado durante muchísimos años. Entonces, sangre nueva, partidos nuevos. No creo que los partidos den la solución última, pero no importa: el proceso de cambio ha comenzado. De vuelta, un proceso que va a llevar tiempo, pero ves las semillas del cambio que se genera en un proceso pacífico e interno que no necesita de una crisis violenta o algo así. P.- Usted ha tenido un rol protagónico en la crisis. ¿Cuál fue el momento más difícil qué le toco vivir? MT.- El momento más difícil, aunque sea paradójico, fue aceptar llevar a cabo esto. El primer ministro Netanyahu me pidió y no acepté; me volvió a pedir, no acepté; la tercera vez estuve en su casa varias horas conversando y cuando volví a casa me di cuenta de que tenía que aceptar. Mi familia no quería, y ese sábado a la noche nunca lo voy a olvidar porque es muy difícil tomar una decisión así cuando tu familia no quiere, con muy buenos motivos, y vos sabés que llegó la hora y no te vas a poder negar. Pero en el momento que acepté, se terminó la duda. O sea que los 49 días que demoró el proceso estuve día y noche completamente absorbido y convencido de que lo que estábamos haciendo era lo que teníamos que hacer y de que era un capítulo más en un proceso que va a llevar mucho tiempo y cada uno tiene que estar dispuesto a jugar su rol en cada mensaje que da. P.- ¿Esto se aplica y es transferible a la askanut de cualquier dirigente que brinda su tiempo en cualquier kehilá del mundo? MT.- Uno nunca sabe que es lo que le espera en cada esquina, lo que uno tiene que tener adentro es la convicción de que cada uno de nosotros tiene un rol que jugar en este mundo, en nuestras sociedades y por lo tanto cuando llega el momento, todo el mundo de valores, todo lo que adquiriste antes juega un papel muy grande en las decisiones que uno toma, entonces no hay casualidades en estas cosas, y que importante es que cada uno de nosotros estemos conscientes que somos pocos y tenemos un rol muy grande que jugar y no se le puede esquivar a la historia si la historia nos está esperando, cada uno por su capacidad, cada uno con sus ventajas y desventajas, pero hay que estar dispuesto a jugar el rol que nos adjudican. P.- Dentro de poco estará visitando Latinoamérica, ¿cómo está viendo a la región y particularmente a la Argentina? MT.- Latinoamérica es un proyecto muy, muy interesante de salir de la época oscura de los militares, las economías controladas, etc. Hoy en día, la democracia es el modelo lógico y las economías están mucho más abiertas, son economías de mercado. Esto es un cambio positivo muy notable, que nos pone a gran distancia de la realidad de hace 20-30 años. Por otro lado, las grandes disparidades económicas y sociales todavía juegan un rol muy importante y, de vuelta, lo que hay que fijarse es en cómo aminorar esos abismos socioeconómicos sin provocar tensiones que lleven a la violencia. En esto todavía no se ha encontrado el camino adecuado en cada uno de los países. Pero si uno se fija en el total, es un panorama mucho más optimista de lo que era hace 30 años. P.- Cuando vemos una Latinoamérica que ha cambiado en cómo se dividen los países, con Ecuador, Venezuela y Bolivia por un lado, países que están en el medio y luego otros que están lejos de ese esquema político, ¿qué piensa de este mapa? MT.- Lo bueno en ese mapa es que los extremos no están tan lejos uno del otro como estaban en su momento. Son modelos muy diferentes, pero no es algo abismal, y la mayoría no está con el modelo de Caracas. Si te fijás en el Cono Sur, creo que Venezuela va a tener que entender que el modelo anterior de Chávez va a ningún lado y no tiene realmente quién lo siga. También Cuba está empezando un proceso de cambio. O sea que no es tan grave la diferencia latinoamericana como era en su momento, y la pauta no la da Caracas, la pauta la dan más los modelos de desarrollo, lo que para Latinoamérica es una novedad que tiene futuro. P.- Desde su rol como director del Sistema Nacional de Educación Superior de Israel, ¿qué puede contar sobre la educación en Israel? MT.- Hemos estado llevando a cabo una gran reforma en los últimos cuatro años. Lo que ocurrió acá fue una expansión muy, muy grande del sistema: se fundaron muchas instituciones nuevas, se expandió por el país el porcentaje de cada edad que llega a las universidades. Hoy en día llega el 50%, que es un éxito muy grande. Pero la investigación científica es muy cara, muy competitiva; por lo tanto, lo que hicimos es volcar recursos hacia la excelencia en la investigación por un lado, y por otro, invertir muchos esfuerzos en abrir las puertas de la educación superior a los dos grupos de la población que todavía no están ahí, que son los árabes israelíes y los ultraortodoxos. Éste es un tema muy interesante y muy difícil porque hay dificultades culturales, digámoslo así, en los dos casos que ponen barreras a los estudios universitarios. Pero de vuelta, hemos desarrollado un plan muy ambicioso para atraer a estos grupos a los estudios superiores, y creo que va a ser un modelo para otros lugares del mundo que afrontan problemas similares, cada uno con su peculiaridad, de grupos que no llegan a la educación superior. P.- ¿Dónde está la llave para ser optimistas y que esto empiece a funcionar? MT.- La llave es entender que, en última instancia, toda la gente joven, no importa a quién pertenezca, tiene ambiciones similares, y entonces hay que saber ser flexibles en cómo uno los atrae a la educación superior, cómo uno respeta sus tradiciones y aspecto cultural para otorgarles las herramientas para integrarse a la sociedad del siglo XXI. Eso es algo difícil, pero posible. Está ocurriendo y creo que va a ser una revolución muy grande acá, en Israel. En general estoy convencido de que la clave para ser un miembro integral de la sociedad y la economía del siglo XXI es adquirir una base de conocimientos mucho más amplia y profunda para que podamos ser más productivos para nosotros mismos y para el mundo, a través de un curso de vida que se va alargando más y más. No puede ser que lo que uno estudia sea relevante solo por 20 años. Necesitás que lo que uno estudia sea relevante para una vida mucho más larga, y para que eso ocurra hace falta que la base de conocimientos sea diferente. Eso es lo que estamos tratando de hacer. P.- ¿Cuándo tiempo tiene esta iniciativa? MT.- La lanzamos hace 3 años. P.- O sea que en algún momento no va a sorprender que un ortodoxo o un árabe israelí invente algo como Facebook… MT.- Eso va a ocurrir.