lunes, 3 de diciembre de 2012
A 35 años de una visita histórica
El 19 de noviembre de 1977 a las 21 horas, arribaba al aeropuerto Ben Gurión el Presidente de Egipto, Anwar el-Sadat. Fue presumiblemente la visita más notable que recibía Israel en su corta historia.
Desde el día de su nacimiento, y aun antes, la animosidad entre Egipto y el ente a crearse como resolución de un mandato de las Naciones Unidas eran realmente de beligerancia.
El país de los faraones encabezaba una guerra que se inició el 15 de abril de 1948, justo al día siguiente de celebrada la independencia del nuevo estado. A partir de esa fecha todo el tiempo ha sido de confrontaciones, y momentáneos "alto el fuego", pero la idea era la misma. "Arrojar a los judíos al mar". Esa era la consigna.
Pasaron las Guerras de la Liberación, la del Sinaí en 1956, la de Los Seis Días en el 67, la de Iom Kipur en 1973 y todo seguía igual. Acontecimientos armados, miles de muertos, millones de dólares gastados inútilmente en armas, y luego en reparar los destrozos causados por éstas. Pero el motivo fundamental seguía vigente. "Arrojar a los judíos al mar" seguía siendo el lema.
El primer atisbo de racionalidad se produjo en 1975. En septiembre de ese año, durante el primer gobierno de Isaac Rabin, fue firmado el Acuerdo Provisional entre Israel y Egipto, donde ambos estados se comprometieron a no realizar ninguna amenaza ni apelar al uso de la fuerza, declarando que el conflicto entre ellos no se resolverá en forma violenta, sino por medios pacíficos. Israel se comprometió a evacuar los campos petrolíferos de Abu Rodas. En la votación de la Knesset, 70 miembros apoyaron este acuerdo y 43 se opusieron.
El 9 de noviembre de 1977 Anwar el-Sadat pronunció un largo discurso frente a los miembros del Consejo del Pueblo de Egipto, anunciando su voluntad de llegar a la Kneset, en Jerusalén, para discutir la paz con Israel. La declaración del mandatario egipcio provocó airadas reacciones en el mundo árabe - especialmente en los países más radicales como Siria, Libia, Irak y Argelia, comandando un frente de rechazo, así como expresiones de resistencia dentro de su propio gabinete, Por tal motivo obliga a renunciar a su ministro de asuntos exteriores. Dos días después el Primer Ministro Menajem Beguin invitó formalmente a el-Sadat para visitar la milenaria capital del pueblo judío.
Las conversaciones secretas con Egipto fueron llevadas a cabo por el Primer Ministro Menajem Beguin, el Mossad y el Ministro de Relaciones Exteriores, Moshe Dayan; Shlomo Gazit (que fue el responsable de evaluar las intenciones de el-Sadat y diagnosticar el significado de sus acciones); el Jefe del Estado Mayor, Motta Gur, y el Ministro de Defensa, Ezer Weizman.
Como se ha manifestado, el líder egipcio arriba el 19 de noviembre a Israel y al día siguiente se dirige a la Kneset en un franco discurso de paz.
Después de la visita de el-Sadat a Israel, comenzaron las conversaciones directas entre el Estado de Israel y Egipto. Las mismas fueron exitosas y se firmaron los acuerdos el 17 de septiembre de 1978 en Camp David, en el Marco para la Paz en Oriente Medio y el Marco para un tratado de paz entre Egipto e Israel. La Knesset aprobó los Acuerdos de Camp David el 27 de septiembre de 1978, con un resultado de 84 votos a favor, 13 en contra y 17 abstenciones en primera votación.
El acuerdo se enmarca en la finalización de las hostilidades entre Israel y Egipto, determinando la frontera permanente entre los dos países, apuntando a la desmilitarización de la zona fronteriza y la dilución de las fuerzas militares en el Sinaí, y el establecimiento de relaciones normales de derecho internacional consuetudinario. El acuerdo también ordenó el establecimiento de una fuerza militar multinacional para supervisar la aplicación del acuerdo en el Sinaí.
La Knesset aprobó el acuerdo el 22 de marzo de 1979 con un resultado de 95 votos a favor y 18 en contra.
La ceremonia de la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto fue realizada el 26 de marzo de 1979 sobre el césped norte de la Casa Blanca, al que asistieron 1.500 invitados y los dignatarios Jimmy Carter, Presidente de los Estados Unidos, el presidente egipcio Anwar el-Sadat y Menajem Beguin, Primer Ministro de Israel.
Este acto de arrojo del Presidente el- Sadat le generó numerosos enemigos, tanto dentro de los países árabes más radicales contra Israel como también en su país. Por la firma del tratado tanto el-Sadat como Menajem Beguin fueron ganadores en forma conjunta del Premio Nobel de la paz en 1978. Mucho no llegó a disfrutar el presidente egipcio de sus logros, pues, fue asesinado el 6 de octubre de 1981, durante una parada militar por miembros de la Yihad Islámica egipcia y militares radicales contrarios, entre otras cosas, al establecimiento de la paz con Israel.
A pesar de las previsiones de los agoreros, entre ellos Yasset Arafat, el tratado se mantuvo y ha sido uno de los logros más importantes en estos últimos 35 años.
Hoy, lamentablemente el mismo, es cuestionado por muchos pobladores de Egipto, sobre todo luego de los acontecimientos que equivocadamente se han denominado Primavera Arabe.
Hace ya más de un año y medio que el país vecino está transitando por una tortuosa senda política que no se sabe a ciencia cierta, que final tendrá. Las luchas intestinas son sangrientas y sin pausa. Los deseos de imponer su voluntad llevan a los sectores más moderados y más fanáticos a constantes enfrentamientos.
Por un lado el Ejército trata de mantener un cierto control del manejo total del Estado y no está dispuesto a renunciar a los beneficios que ha obtenido desde el nacimiento del Egipto moderno. Por otro lado, las fuerzas radicales musulmanas, los grupos mas fanáticos religiosos, los salafistas, etc. tratan de tomar el poder he imponer la ley del Corán, o su interpretación del mismo, para que toda la población deba atenerse a sus designios.
Revuelta, revoluciones, cambios de mando, anulación de elecciones y nuevos atropellos son anunciados a diario.
En estos momentos "gobierna" Egipto en Presidente, Mohamed Morsi, pero no se sabe a ciencia cierta con que poderes y con que mandatos. Morsi ha sido elegido como Presidente pero en el país no hay una constitución vigente, ni leyes orgánicas que establezcan cuales son sus atribuciones. Casi en forma inmediata de haber sido elegido, el Ejército disolvió la Asamblea que se había constituido para redactar una Carta Magna y que funcionaría como primer congreso. Cuando Morsi trato de anular esa resolución, fueron muy claros. Mas o menos le plantearon que o aceptaba esto o se iba a tener que ir él también. Decidió permanecer en el cargo. Eso lo pinta como una persona pragmática. Es imprescindible para Egipto que en forma interior reine la tranquilidad total y absoluta. De esa forma podrá regresar el turismo internacional, principal fuente de recursos de ese país. Con actos de violencia, marchas pidiendo medidas más intransigentes o reuniones en plazas públicas en donde se termine con policías luchando contra los manifestantes, no se conseguirá recuperar el tiempo perdido. Es imprescindible la paz interior. Es muy importante la ayuda de EE.UU. y los países de Europa para volver a poner en funcionamiento la máquina adormecida. Morsi sabe que debe contar con el beneplácito del Gobierno de EE.UU. No sabemos cuál será la actitud de Barak Obama para su segundo mandato. En el primero determino que El Cairo era más importante que Jerusalén. Esto fue con Mubarak. ¿Qué actitud tomará ahora?. Sin duda Obama cree en las revoluciones populares de los países árabes, pero, ¿hasta donde se comprometerá con sus gobiernos?. ¿Abandonará al aliado permanente de Medio Oriente por Egipto? ¿Navegará entre dos aguas?
Muchas son las preguntas, pocas las respuestas ciertas.
Medio Oriente necesita paz. El mundo necesita paz. A 35 años de la visita histórica de un valeroso y preclaro líder, debemos recordar y emular su audacia y osadía. El mundo necesita líderes del nivel de Awar el-Sadar (también como Menajem Begin) pero sin duda ahora no existen. Es más, la crisis moral globalizada hace que se "regalen" Premios Nobel de la Paz, a quien aun no había tenido méritos suficientes.
Puede ser que ahora, Barak Obama esté dispuesto a abonar esa deuda que mantiene pendiente.
Un principio básico para Israel es mantener vigente los acuerdos logrados. Caso contrario obligaría a repensar toda una nueva estrategia en política exterior.
Cr. Víctor Vaisman