viernes, 26 de abril de 2013
A tener en cuenta
Rabino Daniel Oppenheimer
Los sometimientos más reconocidos como tales, son los vicios. Algunos, como el alcoholismo, la droga y el tabaco, dada la amenaza al conjunto de la sociedad que representan, poseen mayor conciencia en el público. Sin embargo, esto no impide que sea cada vez mayor el número de adictos los distintos abusos (y aun más proliferan las que la sociedad no condena, tales como el juego).
Los días que estamos atravesando en el calendario hebreo, desde el segundo día de Pesaj hasta la víspera de Shavuot, se conocen como Sfirat HaOmer (la enumeración o cómputo del Omer).
¿Qué es el Omer? Omer, en hebreo, es una medida de volumen mencionada en diversos pasajes de la Torá. En el contexto en el que estamos hablando, se refiere a una ofrenda (pública, o sea, en representación de todo el pueblo) que se traía el segundo día de Pesaj en forma colectiva. Consistía en un volumen de harina de cebada tostada mezclada con aceite, como lo indica la Torá.
La cosecha del Omer
La cebada se cosechaba la 2ª noche de Pesaj (o sea, la 1ª noche de Jol haMoed de Israel), aun si cayera en Shabat, en un campo cercano a Ierushalaim, que los Sabios ya habrían definido desde antes de Pesaj. Incluso ya se preparaba los atados de cebada para facilitar la cosecha de aquella noche.
Los habitantes de los pueblos y aldeas cercanos a dicho campo, estaban notificados e invitados a presenciar la ceremonia de la cosecha. Antes de cortar las espigas, el encargado de hacerlo repetía ciertas preguntas relacionadas al acto ritual que estaba por realizar, a fin de llamar la atención de los presentes.
¿Por qué tanta pompa a un acto, que - si bien de orden bíblico - no deja de ser una de las tantas obligaciones que debía llevar a cabo el Bet Din (tribunal) en nombre del pueblo?
La respuesta tiene una connotación histórica: en la época de la Mishná existían algunas sectas - los tzidukim y baitusim (saduceos) - que negaban la transmisión de la Torá Oral.
En el pasaje en que la Torá ordena que se debe traer esta ofrenda, el Pasuk dice que se traerá “al día siguiente del Shabat”.
A simple vista, literalmente y sin tomar en cuenta las enseñanzas que atribuimos a Moshé, parecería ser que se trata de un domingo. Sin embargo, la palabra “Shabat” no se reduce a como habitualmente la usamos (cada séptimo día), sino que - más amplio - se refiere a los días de cese de actividades - tales como Iom Tov, que si bien se puede cocinar y preparar comida, está restringido en la mayoría de las tareas al igual que Shabat. (Incluso Iom Kipur se denomina “Shabat Shabatón”, aunque caiga en la mitad de la semana).
Los saduceos, pues, alegaban que se debía ofrendar y luego comenzar Sefirat haOmer siempre un domingo (cayendo, por ende, también siempre Shavuot un día domingo - Menajot 65.). Los Sabios hicieron todo lo posible para evitar que se arraiguen los errores que esta secta difundía entre la gente, y daban especial publicidad al modo en que se debe observar la Torá según la tradición original. Por eso, el día que fuese el primero de la cuenta de Omer, se realizaba la Mitzvá con la mayor publicidad posible.
Durante la noche se debían llevar a cabo varias tareas con el objeto de aprestar la cebada para la ofrenda que se traería a la mañana siguiente.
A partir del servicio del Omer en el Bet HaMikdash, los judíos tenían autorizado el consumo de la nueva cosecha de cereal en todo el territorio de Israel. La inhibición del uso de cereal nuevo hasta Pesaj, sigue en vigencia en Israel aun después de la destrucción del Bet HaMikdash.
Acerca de si esta ley - de carácter agrícola - tiene aplicación o no fuera de Israel, es materia de discusión entre los Poskim (codificadores) de generaciones anteriores.
La ofrenda de cebada - precisamente la del Omer - sobre el Mizbeaj (altar) es una excepción. Todos los demás sacrificios salvo uno, son a partir de harina de trigo.
Una vez que se consagró la Minjá (ofrenda) de Omer, se comienza una cuenta diaria, en la cual se computan los días por un lado y las semanas enteras (o con los días complementarios a la última semana completa) por el otro, hasta llegar a concluir siete semanas enteras. Al finalizar el cómputo, se celebra la festividad de Shavuot, que no tiene una fecha establecida en la Torá, sino que justamente depende de la conclusión de la cuenta del Omer.
En Shavuot, se traía una “nueva ofrenda” (también pública) de dos panes de trigo, al Bet HaMikdash. (Los agricultores que poseían en sus campos plantaciones de las “siete especies” por las cuales fue elogiada la tierra de Israel, debían acercar sus Bikurim - los primeros frutos - a partir de Shavuot).
Un aspecto que resalta inmediatamente es el hecho que, con esta cuenta, la Torá establece una correlación entre Pesaj y Shavuot, algo que no ocurre con las demás fiestas, las cuales son independientes una de la otra.
La pregunta obvia es: ¿por qué?
A tal fin, y antes de seguir, quiero compartir con Uds. la reflexión que, lo que nosotros habitualmente denominamos “fiesta” - o sea, momento agradable (“para pasarla bien”) - no concuerda exactamente con lo que la Torá titula fiesta (Jag, Reguel, Zman). En las “fiestas” de la Torá, uno también la debe “pasar bien”, es decir, disfrutar con sus seres queridos y participar a los menesterosos. Sin embargo, los Sabios nos dicen que estas oportunidades son para dedicar “mitad para D”s y mitad para Ustedes”, es decir que lo espiritual debe tener tanto espacio en la celebración, no menos que el goce material que la caracteriza.
Pesaj entonces, aparte de ser una buena oportunidad para demostrar que se pueden cocinar bien los Kneidlaj y que efectivamente serán blanditos, tiene a su vez un abanico de oportunidades espirituales en que aprendemos acerca del valor de la libertad, de la modestia de la Matzá, de la pugna por no asimilarnos en el exilio y de la esperanza de volver a ser redimidos.
Sin embargo, estas lecciones son moderadas respecto a las enseñanzas de Shavuot. ¿Por qué?
La libertad física del dominio de algún autócrata, en tantos casos de la historia, demostró ser el preludio de una próxima caída en algún tipo de esclavitud a manos de otro déspota, que en algunas coyunturas fue peor que el anterior...
Pero: ¿No podía ocurrir lo mismo con la libertad de Pesaj?
No, y por el siguiente motivo: La liberación que Moshé prometió a los judíos de Egipto, no era un fin en sí mismo. No se reducía a un cese en la edificación forzada de pirámides para el Faraón (para, en su lugar, alzar pirámides propias), sino una vida totalmente distinta, en la cual mediante un pacto eterno todos los judíos en conjunto se convertirían en una nación constituida por valores morales como objetivo común y de manera tal que cada persona tuviera un vínculo directo con el Todopoderoso.
“Pakod ifkod”
Este punto fundamental, lo encontramos en el mensaje que permitió que los hebreos reconozcan a Moshé como enviado auténtico de D”s.
Iosef, virrey de Egipto, antes de morir, había vaticinado a sus hermanos que a pesar de que serian subyugados por los egipcios mucho tiempo, eventualmente serían redimidos por D”s. Había que esperar al heraldo redentor.
Sin embargo: ¿cómo sabrían quién era el heraldo genuino?
Antes, como hoy, hubo muchos impostores que se hicieron pasar por “salvadores”: ¿cómo podrían distinguir al mensajero auténtico?
Iosef (Bereshit 50:25) les dio una pista: el mensajero verdadero de D”s diría las palabras “pakod ifkod” (recordar, recordará).
Los judíos mantuvieron esta contraseña, y cuando Moshé (Shmot 3:16) vino y les dijo “pakod pakadti” (las mismas palabras, conjugadas), el pueblo lo aceptó (Shmot 5:31).
La pregunta obvia es que si todos conocían la contraseña, cualquier imostor podría presentarse y decirla: ¿cómo sabían que Moshé era genuino?
La respuesta radica en que no estamos en medio de un juego de palabras a memorizar dos vocablos claves. Lo que se trata aquí es un mensaje clave: la redención no seria una salida de Egipto, o una liberación de Egipto para ser iguales a los egipcios. Precisamente lo contrario, la propuesta que esperaban era la de liberarse a fin de superar el nivel corrupto en cuyo medio vivían.
La libertad
El pueblo aceptó la propuesta y siguió tras Moshé al desierto, un lugar naturalmente árido, confiados en que alcanzarían el propósito al que se habían brindado. Sin embargo, aun esta libertad estaba amenazada, si no desde lo externo, al menos desde lo interno. ¡Cuántas veces, las personas se plantean ideales nobles, que luego quedan truncados en el camino! Suele suceder que el entusiasmo inicial por una causa digna se acabe, que la gente se vuelva un poco perezosa o que se distraiga con otros temas - y las cosas quedan ahí: en el hermoso proyecto.
La libertad es uno de los conceptos que la gente más confunde con ideas que le son contrapuestas. Muchos suelen llamar “libertad” a una situación en la cual actúan “como quieren” sin que alguien les indique las pautas. En la práctica, la mayor parte del tiempo la gente es esclava de una de las siguientes tendencias que lo “obligan” a obrar de una manera determinada (en realidad no están obligados, pero ellos así lo consideran):
Los sometimientos más reconocidos como tales, son los vicios. Algunos, como el alcoholismo, la droga y el tabaco, dada la amenaza al conjunto de la sociedad que representan, poseen mayor conciencia en el público. Sin embargo, esto no impide que sea cada vez mayor el número de adictos los distintos abusos (y aun más proliferan las que la sociedad no condena, tales como el juego).
El próximo yugo tirano al cual servimos, lo tiene la pasión, en sus distintas maneras de presentarse. Una de las más afamadas ostentaciones es la “rabia” que nos invade en cuanto las cosas no se dan como uno quisiéramos que fueran. Pocos, muy contados, son los que pueden dominar estas situaciones con tranquilidad. Muchos, casi todos, sucumben descontroladamente ante circunstancias de adversidad confusas.
Otra pasión común que domina a los seres humanos es la seducción de los deleites corporales. ¡Cuánta gente sabe que comer en demasía, los perjudica - y no dejan de comer! ¡Cuánta gente sabe que el encanto de determinada persona a quien creen amar es precario - y no dejan de permanecer en aquel mundo de fantasía que saben es utópico y caprichoso!
Una tercera forma de servidumbre se lleva a cabo mediante la presión del entorno. Innumerables conductas humanas podrían considerarse totalmente absurdas y solo se sostienen porque “todos lo hacen”. Esta presión obliga a las personas a auto-destruirse en aras de lograr una ubicación social reconocida, que no le brinda otro beneficio sino el de poseer aquella comparación favorable con los que poseen menos que uno.
El soborno. La Torá (y la vida cotidiana lo demuestra) nos indica que el soborno “enceguece al más sabio”. Sus manos están atadas. Tampoco es libre la persona que está sobornada por los goces y placeres de la vida materialista.
¡¿Libres?! ¡¿Quién, entonces?!
“No hay persona libre, sino quien se dedica a la Torá” - nos reveló Pirkéi Avot (Cap. 6). Solamente aquel que puede dedicar su vida incondicionalmente - y sin anteponer sus gustos personales - a los ideales que le propone el Creador, Quien está por encima de todos los vicios, pasiones y presiones del ser humano, solamente él es “persona libre”.
Existe una costumbre, según la cual se come un huevo en la noche del Seder inmediatamente después de comer la Matzá y el Maror. Hay varias explicaciones para esta costumbre. Una de ellas, que sostiene lo que acabamos de enunciar, explica que el huevo de ave tiene la particularidad de “nacer” dos veces. Primero, la gallina pone el huevo. Más tarde, este huevo será empollado y saldrá de él un pollito. Del mismo modo, la salida de Egipto fue un primer paso hacia la libertad. Esta, sin embargo, no se consumó hasta que el pueblo declaró unánimemente “Na’asé VeNishmá” frente al Monte Sinaí. (Admu”r MiLublin - El HaMekorot IV)
La ofrenda del Omer (en Pesaj) es de cebada, un alimento que habitualmente se destina para los animales, mientras que la de Shavuot es de trigo. La libertad de Pesaj pertenece al orden de lo físico, mientras que la de Shavuot nos acerca a la liberación moral.
Si llegamos a este punto, entonces Shavuot completa la fiesta de Pesaj. La cuenta del Omer une de manera contundente el primer inicio con el alumbramiento total. A tal fin, se requiere una tarea de toma de conciencia diaria (sin asueto de los “fines de semana”), con función cotidiana y etapas semanales, en la cual omitir tan solo un día, vuelve a la misión en incompleta. Esperemos que Shavuot nos encuentre libres y maduros para ratificar el voto de nuestros padres ante Sinaí.
Los alumnos de Rabí Akiva
Los días de Omer, a su vez, son días en los que realizamos un duelo parcial, motivado por la muerte de los alumnos de Rabí Akiva, uno de los mayores tanaím (Sabios autores de la Mishná).
Si bien nuestros libros de historia están atestados de grandes pérdidas humanas, y en particular, la historia judía conoció masacres de enorme magnitud, esta lúgubre coyuntura se diferencia de las demás y tuvo consecuencias hasta el día de hoy.
El Talmud (Ievamot 62:) cuenta que Rabí Akiva tenía 12.000 pares de alumnos, desde Gavat a Antiferus. Todos ellos murieron en un período corto, puesto que no actuaron con suficiente honor el uno hacia el otro.
El mundo estaba desolado hasta que Rabí Akiva fue a (los que serían luego) nuestros maestros en el sur, Rabí Meir, Rabí Iehudá, Rabí Iosi, Rabí Shimón, Rabí Elazar ben Shamúa, y les enseñó.
Esta historia requiere varias dilucidaciones.
Cuando se menciona una falta de honor entre los alumnos de tan eximio maestro, estamos hablando de fallas sutiles acordes a las personas a quienes nos referimos. Hay distintas opiniones al respecto.
Hay quienes lo explican en el sentido de que ellos no se alegraban con el progreso del compañero. En su afán por avanzar en su estudio, cada uno se preocupaba por su propio crecimiento, y se sentía molesto por la evolución de sus pares.
Esto es un error grave: puesto que somos todos servidores del Rey, el énfasis debe centrarse en que todos y cada uno de nuestros compañeros, no menos que nosotros mismos, avance - y cuánto más mejor, según sus posibilidades - independientemente de si eso “eclipsa” nuestro propio adelanto.
Es verdad: “los celos de los sabios aumentan la sabiduría”, pero eso es así siempre y cuando se mire al compañero para tomarlo como modelo y plantearse a sí mismo, por qué el otro adelanta, mientras uno mismo permanece estacionado en el mismo nivel que antes. Sin embargo, esto no debe derivar en envidia, o, peor aun, en un desmerecimiento o desvalorización del esfuerzo espiritual ajeno.
Puesto que estos días son aquellos en los que los judíos volvemos a vivir la preparación moral que rememora los hitos históricos para ser aptos para recibir la Torá, fue ésta la época en que D”s provocó que esto suceda, pues el pueblo de Israel es apto para ser portador de la Ley Di-vina solamente mientras actúen con modestia, tal como lo enseña la Matzá.
La libertad que mencionamos anteriormente, en el sentido de ser soberano por encima de las pasiones y nimiedades humanas, es fundamental para alcanzar la Torá.
Por otro lado, la sabiduría carente de cualidades humanas que estén a la altura del conocimiento adquirido es riesgosa: y cuanto más elevados y profundos los conocimientos, tanto más se exige de la persona estar a la altura de su grandeza.
Fue por eso que los alumnos de Rabí Akiva, fueron castigados con tamaña condena Celestial. La enseñanza para nosotros debería ser sumamente evidente.
Y respecto a las palabras en el sentido de que “el mundo estaba desolado”, no podemos siquiera imaginar: ¡cuánto conocimiento y sabiduría se perdieron en aquella coyuntura!
Y un aliciente final: decía Rabí Israel Salanter sz”l: miremos también lo que son capaces de hacer apenas 5 alumnos. En medio de la desolación cultural y espiritual, y bajo la cruel tiranía romana, levantaron nuevamente la Torá para que llegue - a través de un exilio de 2.000 muy difíciles años - hasta nosotros...
Fuente: Ajdut Informa Nº739
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