lunes, 29 de abril de 2013
“Hoy día, el médico es un obrero: trabaja mucho y está mal pago”
Vive sola en el centro geográfico de la Capital, con vista al Cid Campeador, y es dueña de un IQ –cociente intelectual– que la ubica en el selecto 0,5% de los humanos más inteligentes: le midieron 147 hace seis años. A sus 91, la pediatra Rosa Rabinovich de Chehebar se levanta a las 7, lee La Nación “de pé a pá”, cocina “con ayuda, claro”, y los domingos le brinda “un pequeño banquete” a su familia. Usa celular, manda mails y está en Facebook. Es habitué del taller “Jardín de otoño” en el hospital Fernández. Toma clases de apreciación musical y tiene abonos para las óperas del Colón y el Avenida. Los sábados va al cine “con seis o siete amigas” y después se las lleva “a tomar algo”. Y no abandonó su pasión: sigue atendiendo en su consultorio los lunes, miércoles y viernes de 16 a 20 “mínimo”, al que llega puntual manejando su Peugeot 106 borravino. A la noche mira tele o lee un libro, y jamás se acuesta antes de medianoche. Esta pequeña gigante es una gaucha judía de padres venidos de Besarabia (hoy Moldavia y Ucrania). Nació en Basavilvaso, Entre Ríos, y llegó a la gran ciudad a los 11 para cursar 5º grado. Entró en Medicina de la UBA a principios de los 40, estuvo 9 años de novia porque “me impuse terminar mi carrera”. Cursó Fisiología con el Nobel Bernardo Houssay, se recibió al día siguiente de la Navidad de 1947, y se casó enseguida. Tuvo tres varones entre 1950 y 1959, y ayudó a sobrevivir a miles de bebés: es pionera de la neonatología en la Argentina. Novata, trabajaba en el Policlínico de Avellaneda –de la Fundación Eva Perón–, cuando su esposo ingeniero fue enviado en 1955 a especializarse a Estados Unidos. Estuvieron tres meses y ella los invirtió con lucidez: visitó los mejores hospitales de niños, como el Johns Hopkins de Baltimore. “Allí me interesé en la atención a prematuros. La ‘neo’ surgió en la Argentina en 1950, pero en la provincia casi no existía la especialidad cinco años después”. Al volver innovó y formó a varias camadas. Renunció al cabo de 30 años de hospital público, en 1981. Pero jamás paró. En 2007, el Ministerio de Salud le entregó el “premio a la trayectoria científica”. Antes de la entrevista –inquieta, atenta– agasaja con café, caaques (rosquitas), bombones de fruta y dátiles.
¿Cuántos chicos atiende por día?
De joven veía 30. Ahora veo 10. Y no menos de media hora a cada uno.
¿Consejos a mamás primerizas?
No llevarse de lo que dicen las amigas en la puerta del jardín de infantes. Concurrir lo antes posible al pediatra. Y dar el desayuno que deben tomar los chicos.
¿Qué tienen que desayunar?
Un pan o una tostada con queso blanco y mermelada. Con leche chocolatada. Yo no los dejo tomar café hasta los 12, 13 años. Pero muchos chicos desayunan gaseosa. Yo la prohíbo: en mis reuniones no entra la gaseosa. Soy enemiga.
¿Y la comida rápida?
Tampoco. Yo les digo a las mamás: crucen enfrente.
¿Qué enfermedades detecta ahora en los chicos que antes no veía?
Gordura. Los chicos se alimentan mal. Muchos tienen exceso de peso.
¿Qué deberían hacer?
No tomar gaseosas y no hacer una vida tan sedentaria con la computadora y la televisión, sino jugar como antes. Hoy no se puede jugar en la vereda y en la calle, pero hay formas de hacer ejercicio. Si viven en departamento, aconsejo subir las escaleras.
¿Cuánto pesaba el bebé más chiquito que pudo salvar?
Sacamos adelante chicos de 800 gramos, un bifecito...
¿Qué se siente en ese momento?
Y... la gran satisfacción de haber cumplido con un deber.
¿Qué aconsejaría a quien quiere seguir medicina?
Que hay que estudiar mucho. Que con la profesión no se van a enriquecer. Que hay que calentar la silla, porque el estudio es muy exigente. Y que es un apostolado.
¿Qué no le enseña la universidad al futuro médico?
La actitud frente al paciente. Lo dice Favaloro en sus sabios pensamientos: “En cada acto médico deben estar presentes el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales. Entonces, la ciencia y la conciencia estarán siempre del mismo lado, del lado de la humanidad”. Hay que ponerse en el lugar de quien se tiene delante.
¿El médico es hoy un profesional reconocido, como antes?
Hoy día es un obrero. Significa que trabaja mucho y está mal pago. Bueno, también depende de cómo uno encara la profesión. Yo no me siento una obrera. Yo trabajo porque me gusta, no me fijo en la paga (será porque no tuve nunca necesidad). Y sigo en la brecha.
En una reciente carta de lectores usted criticó el uso en la calle del delantal médico y paramédico.
Sí, porque la calle es una fuente de infección. En consecuencia, así, será cada vez más difícil que desaparezca la infección intrahospitalaria.
¿Qué música le pondría a la película de su vida?
Elegiría Mozart.
¿Cuándo descubrió la ópera?
Soy amante de la música clásica, y toda mi vida fui a conciertos. Cuando no disponía, iba de pie a paraíso y después fui bajando: ahora (se ríe) voy a tertulia.
¿Cómo se disfruta un día?
Hay que ponerle ganas de vivir. Amor por lo que uno hace por la gente. Amor por los seres queridos. Y bueno... yo me levanto y no tengo dolores, soy muy positiva.
¿Qué ve en tele?
Miro mucho Film & Arts, los conciertos. Y ahora he descubierto Poné a Francella, porque antes no lo miré.
¿Qué cosas la enojan?
Me enoja terriblemente la mentira. Me enoja la falta de seriedad, y también la impuntualidad.
¿Cuál es su primer recuerdo?
La enfermedad de mi madre. Murió cuando yo tenía casi 12 años de un tumor cerebral, y me marcó para toda la vida. De entonces para atrás, no me acuerdo nada.
¿Le gustó bailar?
Cuando era joven era muy bailarina. Pero ahora ya no puedo...
Veo que usa celular.
Me obligaron las pacientes, que cuando estoy manejando me llaman, y yo estaciono y atiendo. Tuve que acceder por necesidad, y me fue muy útil con problemas del coche. No soy como Umberto Eco, que no usa.
El Papa es argentino y ahora se viene una reina...
...pienso que no cayó del cielo. Si han llegado hasta tal punto es porque lo merecen, porque se han sacrificado preparándose.
¿Alguna sensación?
Me da alegría lo del Papa. Soy agnóstica pero lo respeto mucho. Pienso que es un hombre con personalidad fuera de serie. Tiene una sensibilidad que yo últimamente no notaba.
La última. ¿Qué es lo más importante del ser humano?
La honestidad, la seriedad, la familia. Antes de irse... cómase otro dátil.