viernes, 5 de abril de 2013

Parasha de la semana “Shemini”

Esta semana leemos la parashá Sheminí (Octavo) que es la tercera del libro de Levítico, que comenta Rav Moshé Bendahan, presidente del Consejo Rabínico de España y rabino principal de la Comunidad Judía de Madrid. "Hablad a los hijos de Israel, diciendo: estos son los animales que podréis comer" (Vayikrá 11-2) Este capítulo nos anuncia la importancia capital que la Torá concede a las leyes alimenticias. La Torá nos conduce, al comienzo de nuestro capítulo, a un giro histórico de las relaciones entre D-s y la criatura. La inauguración del Santuario y la manifestación de la presencia Divina en medio del Pueblo, debían restablecer el estado inicial que había reinado en el Paraíso, en la época de la creación, cuando la Shejiná residía entre las criaturas. Se trata de un nuevo comienzo efectuado sobre las mismas bases que las del Génesis. Esta es la razón por la cual, la primera ley llamada a inaugurar las nuevas relaciones de D-s con sus criaturas se vincula de nuevo al alimento. Esta ley constituye la primera etapa en el camino que conduce al ideal de la Santidad. El conocimiento único de las relaciones internas del alma y del cuerpo que posee el Creador, le permite a la ley, de la cual es autor, seleccionar minuciosamente los alimentos perjudiciales a su armonía. Estas leyes crean una predisposición del alma hacia la santidad. Ese es, al parecer, su objetivo más elevado, pues la Torá no cesa en poner de relieve la santidad, en relación con las leyes alimenticias. La Torá no emplea a este respecto los términos permitido o prohibido, sino puro e impuro, y califica a menudo las especies animales de puras o inmundas. El estado de impureza encierra en sí un elemento que no es sustancial ni material, sino de carácter puramente ritual. No acarrea ningún efecto maléfico, pero sí implica una afección del alma. A este respecto, el Zohar afirma enérgicamente que ciertos animales proceden del lado de la santidad y otros del lado de la impureza. La santidad es una dimensión sui generis que trasciende la moral habitual. Le fue asignada al Pueblo Judío como su objetivo supremo: "Vosotros seréis para mi un Pueblo de Sacerdotes, una Nación Santa" (Éxodo XIX,6). El alimento es uno de los medios que le permiten a Israel alcanzar este objetivo. "Solamente no comeréis entre los que rumian, o entre aquellos que tienen la pezuña partida: el camello, pues aunque rumia, no tiene la pezuña partida: será inmundo para vosotros" (Vayikrá 11-4) Explica el Talmúd (Julín 60-B) que no existen en toda la extensión del reino animal más que tres especies que son rumiantes y no tienen las patas protegidas por cascos o pezuñas: el camello, el shafán (que generalmente se traduce como jervo, mamífero roedor) y la arnevet (traducido generalmente como liebre). Por otra parte, el cerdo es el único animal que existe con la pezuña hendida, pero que no es rumiante. ¿Cómo podía Moshé poseer un conocimiento tan universal de las especies animales? ¿Y cómo habría podido atreverse a consignar, para la eternidad, afirmaciones tan decisivas en la Torá sin temor a estar confundido, si no lo hubiese hecho bajo el dictado de D-s? "El cerdo, pues aunque es de pezuña, teniendo el casco dividido en dos uñas, no rumia: será inmundo para vosotros" ¿Puede haber otro animal que posea las características del cerdo y sea impuro? En absoluto, responde el Talmúd. El Creador sabe que solo el cerdo, y ningún otro, posee estas características. Por esta razón, en nuestro caso, el animal de la pezuña hendida puede ser consumido si se sabe que no es cerdo (Julín 59-A). Luego se dan los ejemplos correspondientes a las dos especies de rumiantes citadas en el texto y que son igualmente únicas en su género: el conejo y la liebre, ya que rumian pero no tiene la pezuña dividida