miércoles, 25 de septiembre de 2013
Las universidades en Israel funcionan como empresas que llaman a la puerta del inversor
Un laboratorio en Jerusalén
Las universidades en Israel son como empresas que llaman a la puerta del inversor. O viceversa. Andrés Oppenheimer se fija en el valor comercial de las patentes y como los ingresos revierten en la mejor de las instalaciones y en la calidad de la enseñanza.
En Israel existe la cultura de llamar a la puerta en el tema de las patentes, es decir, hay una tradición en la innovación tecnológica y se aprovechan los inventos para un beneficio comercial. Los profesores tienen incentivos económicos (40%), la universidad obtiene ingresos (40%) y el 20% de los recursos va a los laboratorios. La política de promover convenios con centros extranjeros ha ayudado a la visión comercial.
El 25% de los ingresos de las universidades dependen de la comercialización de las patentes y donaciones en investigación, el 65% lo aporta el Estado y el resto los estudiantes. Aunque la mayor parte de la financiación la aporta el Estado, los académicos conciben los centros como una especie de empresa por los convenios con el exterior y la tendencia a buscar inversores. La Universidad de Jerusalén registra 20 patentes anuales y hay empresas dispuestas a pagar el costo del registro, que puede superar los 226.000 euros, y la de Tel Aviv, la más grande del país, unas 120, de las que logra aprobar unas 30 para consumo doméstico y 15 en EEUU.
La Universidad de Tel Aviv destaca también por ser socia fundadora de unas 15 'start-ups'; se trata de empresas de tecnología nuevas.
Istael cuenta, al igual que Finlandia, con una agencia estatal independiente dedicada a identificar proyectos de investigación con potencia comercial y contribuir en la financiación.
Los israelíes son los que más invierten en innovación en el mundo. Hay 63 empresas tecnológicas de Israel que cotizan en el Nasdaq, mientras que Japón tiene seis, Irlanda cinco, Gran Bretaña cinco, Alemania dos, al igual que Francia. China, ninguna.
Todo el mundo en Israel quiere montar su compañía tecnológica. La universidad contribuye a forjar la cultura emprendedora y de llamar a la puerta comercial. Según el testimonio de un empresario llamado Tuto Bigio, los jóvenes quieren estudiar matemáticas, ciencias o ingeniería con la idea de que los inventos sirvan, como los de los demás. Y si no se logran los resultados previstos con la 'start-up', no es un fracaso. Porque emprender es un símbolo de estatus.
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