martes, 22 de enero de 2013

ELECCIONES EN ISRAEL

Benjamín Netanyahu, al frente del actual Gobierno dominado por derechistas y religiosos, triunfó de nuevo en las elecciones de ayer, pero perdió buena parte de los apoyos con los que contaba. Venció, pero no convenció. Los electores castigaron su gestión y auparon a Yesh Atid (Hay Futuro), un partido de centro liderado por un experiodista sin pedigrí político y que ha hecho del laicismo su bandera. La extrema derecha logró consolidar su meteórico ascenso al lograr un cuarto puesto. En total, sin embargo, el llamado bloque de centroizquierda protagonizó un inesperado ascenso gracias a Yesh Atid, que, seguido por los laboristas, consiguió hacer sombra al conjunto de partidos de derecha y religiosos. Con este avance, al primer ministro le resultará difícil prescindir de ellos. Para conseguir la mayoría necesaria, Netanyahu tendrá que tejer nuevas alianzas Sin ningún partido capaz de alcanzar la mayoría absoluta, la cuestión ahora es qué coalición de Gobierno se formará en las próximas semanas. El partido ganador, es decir, la alianza que forma el Likud de Netanyahu con el partido ultranacionalista Israel Beitenu de Avigdor Lieberman, será el primer llamado a poner en pie una amplia y compleja coalición que supere los 60 de los 120 escaños que forman la Kneset, el Parlamento. Con 31 escaños —11 menos que los que tenía hasta ahora—, según los resultados preliminares, Netanyahu tendrá que decidir si quiere formar una gran coalición de Gobierno con los partidos de centro —Yesh Atid obtendría 19— o si opta por una combinación de fuerzas más extremistas y menos dispuestas a sentarse a negociar con los palestinos. Tras conocer su victoria, el primer ministro anunció ante sus seguidores que la prioridad del nuevo Gobierno que intentará formar será impedir que Irán se dote de armamento nuclear y que intentará forjar una coalición parlamentaria “lo más amplia posible”. “El Gobierno que formemos se basará en tres grandes principios; el primero de todos, la fortaleza militar frente a las grandes amenazas que afrontamos. El primer desafío ha sido y sigue siendo impedir que Irán logre armas nucleares”, ha dicho Netanyahu en Tel Aviv. De haber presentado un bloque unido desde el principio, los partidos laicos y progresistas habrían tenido mayores posibilidades de triunfar, explicaron de forma reiterada los expertos. Ahora, deberían ponerse de acuerdo y seducir incluso a los partidos religiosos para formar una coalición capaz de rivalizar con la de la derecha y extrema derecha. “No decimos no a nada. Tenemos que sentarnos con el resto de partidos y ver cuáles están dispuestos a aceptar nuestros principios”, dijo Karin Elharhar, de Yesh Atid. Su partido es el gran defensor del laicismo, frente al creciente poder de las fuerzas religiosas en Israel. Una de las principales propuestas ha sido la de obligar a los judíos ultraortodoxos a alistarse, algo de lo que están exentos por motivos religiosos desde la fundación de Israel. El expresentador de televisión Yair Lapid fundó el partido en enero del año pasado, y plagó sus listas de caras desconocidas. Desde entonces ha creado una plataforma centrista, con algunas propuestas de izquierda como abaratar el precio de la vivienda. Las elecciones han certificado la defunción de Kadima, el partido centrista creado a medida de Ariel Sharon en 2005. Según los sondeos a pie de urna, Kadima, ahora liderado por el exministro de Defensa Saúl Mofaz, no logró ni un solo escaño. Buena parte de su fuerza fue a parar al nuevo partido de Tzipi Livni, que precisamente abandonó Kadima el año pasado al perder las primarias, y creó una nueva formación, Hatnuah, que obtuvo entre seis y siete escaños. La apatía cunde entre buena parte del electorado, que siente que no se juega demasiado en las urnas La participación, del 66,6%, supera ligeramente la de 2009. Estas elecciones no han logrado entusiasmar sin embargo a buena parte del electorado. Con el mundo árabe en llamas, sin negociaciones con los palestinos desde hace más de dos años y sin que haya siquiera nada remotamente parecido a una propuesta sobre la mesa, los israelíes dicen estar desencantados. No parece preocuparles además que la paz con los palestinos no apareciera como prioridad en casi ningún programa de los partidos en liza, tampoco en los del centroizquierda. La economía, la identidad judía y las tensiones entre los distintos grupos sociales, así como la seguridad frente a las amenazas exteriores, han sido los principales temas de campaña. Netanyahu decidió adelantar a finales de enero estas elecciones, que en principio debían celebrarse el próximo octubre, ante la dificultad de sacar adelante un presupuesto austero sin provocar una crisis profunda en el actual Ejecutivo. La idea era consolidar y a ser posible reforzar su mayoría para sacar adelante los nuevos presupuestos y afrontar lo que considera amenazas existenciales como el programa nuclear iraní. A las siete de la mañana, hora local (una hora menos en la Península), abrieron los colegios electorales, bajo un cálido sol de invierno. En un colegio electoral de Har Homá, uno de los grandes asentamientos incrustados en los territorios palestinos y próximo a Belén, hacía campaña de última hora Johnatan Shedboon, de La Casa Judía. “Para mí no hay diferencia entre Tel Aviv y Judea y Samaria [Cisjordania, territorios palestinos]. Todo es Israel. La gente ha entendido que después de Oslo, de Gaza, de todos los intentos, la solución de los dos Estados no es viable. Tenemos que quedarnos con todo el país”, explica Shedboon. Como él, son muchos los israelíes que se han dejado seducir por la derecha y que no creen que vaya a haber un acuerdo con los palestinos en un futuro próximo. En Tel Aviv, los partidos de centro y de izquierda también buscaban ayer un empuje de última hora. Allí votó Shelly Yachimovich, la nueva líder del Partido Laborista (17 escaños, según los resultados provisionales), que ha centrado su campaña en asuntos de igualdad económica y justicia social. Mir Bental, de 30 años, decía haber votado sin embargo por Yesh Atid, para forzar una regeneración en la política israelí.